Príncipe enemigo

CATORCE.

Anahía.

El viaje de regreso al castillo fue en silencio, ya que, mi mente seguía reproduciendo los eventos anteriores. Alonzo cayó bajo la mano del general Casher, y Marco y el general Fianter quedaron en un justo empate. El último fue el combate más largo, ya que, ninguno de los dos se atrevía a rendirse, por lo tanto, tuve que finalizarlo cantando empate.

Asher estaciona el auto en la entrada principal del palacio, para luego apagar el vehículo y salir con rapidez para poder abrir la puerta para mí.

—Gracias, Asher—, dije una vez que bajé del vehículo.

—No hay de qué, alteza—, alega con un movimiento de mano, restándole importancia a la situación.

—Hace uno días tuve una conversación con Nick—, empecé sin moverme, fijando mis ojos en las escaleras que me llevaran al interior del castillo—, me hizo darme cuenta de que he sido descortés contigo la primera vez, y quería disculparme.

—No tiene que hacerlo, señorita—, dice él haciendo que lo mire—, la entiendo. Usted está llegando a un lugar extranjero. Usted solamente estaba buscando aliados y amenazas. Y debo de recalcar que mi lealtad está con el joven Nicholas, y ahora con usted.

—Agradezco su lealtad—, llevé un mano a su brazo para apretarlo con suavidad—, también le agradezco que haya estado para Nick cuando nadie más lo estuvo.

—El joven Nicholas es un buen muchacho que le tocó vivir cosas difíciles, señorita, merecía que alguien le recordara que seguía siendo humano, incluso cuando a ustedes, la realeza, les enseñan a no serlo.

Mi corazón se llenó con sus palabras, este hombre adora a mi prometido como si de un nieto se tratase.

—Si le place, cuando estemos a solas o delante de Nick, puede tutearme.

—No creo poder, señorita.

—Insisto, Asher.

—Lo intentaré.

Con una última sonrisa me alejo del anciano para dirigirme al interior del castillo, que como lo común en horario pico todo estaba en silencio.

Con tranquilidad me dirigí a mi alcoba y para cuando llegué a la puerta me dirijo a los guardias de Nick.

—¿Nicholas está en su habitación?

—No, alteza, su alteza debe de estar en la reunión de emergencia que solicitó el rey.

—Gracias.

Sin más, ingresé a mi habitación y me dediqué a leer la constitución de mi futuro reino.

Mi estómago rugió famélico haciendo que despegue mis ojos del papel. Sentía que mis manos temblaban y no por el hambre sino por lo que acaba de leer.

Eso es una burla horrible.

Releo el párrafo sintiendo como la frustración y el pánico me va invadiendo, sin poder evitarlo, un jadeo frustrado sale de mi boca por el jodido artículo cincuenta, el cual expresa que cada compromiso de un ser noble debe de ser aprobado por el rey mismo, y después de ello, este mismo se cerciorará que la consumación del matrimonio se lleve a cabo con éxito.

Sintiendo mi corazón acelerado salgo de mi alcoba y pregunto a los guardias.

—¿Nicholas ha regresado?

—No, alteza.

—Señor—, con frustración paso una mano por mi cabello y pregunto una vez más—, ¿alguno tiene conocimiento de dónde podía encontrarlo?

—Si el príncipe Nicholas no está haciendo sus deberes fuera del castillo o está en las reuniones del consejo de guerra del rey. O, está en su oficina, y por la hora, debería estar allí.

—Alguno podría indicarme el camino hacia su oficina.

—Baje las escaleras, y a mano derecha encontrará un pasillo largo, la oficina del príncipe es la tercera puerta a mano izquierda.

—Te lo agradezco.

Sin más me alejo de allí a paso apresurado. Bajé las escaleras casi corriendo y cruce en el punto que me dijeron hasta que me detuve frente a unos guardias.

—El príncipe dijo que no quería ser molestado.

Comunica un joven alto con la mirada posada en un punto inexacto de la pared detrás de mí.

—Dígale al príncipe que es Anahía, su prometida y que necesito hablar con él.

Ellos se dedican una mirada viendo quién de los dos se atrevía a tocar la puerta para anunciarme.

—Por dios—, murmuré en una queja dando un paso adelante con la intención de tocar la puerta yo misma.

—No, señorita, su alteza real ha pedido que nadie lo moleste.

—Por todos los cielos, soy su prometida—, di un paso atrás cuando hicieron un ademán de tocarme—, ¡Nicholas!

Llamé subiendo mi voz.

—¡Nicholas!

Repetí.

De pronto, la puerta se abre y de esta sale un Nicholas con el cabello alborotado como si hubiera pasado sus manos tantas veces. Sus ojos estaban rojos, y todo su cuerpo gritaba cansancio y frustración.

—¿Ana?

—Lamento molestar, pero, necesito hablar contigo.




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