Príncipe enemigo

DIECISEIS.

Anahía.

Mi espalda se arquea por placer cuando sus manos se desplazan por mi torso hasta llegar a mis caderas, sus labios se posan sobre mi vientre y sus ojos se topan con los míos cuando atrapo entre mis dedos su cabello para fijarlo en la zona.

Me dedica una sonrisa y vuelve a bajar su atención a mi entrepierna. Siento el calor de sus labios en mis pliegues cuando deja un beso húmedo en la zona. Mi jadeo involuntario llena la habitación, con un suspiro abro más mis piernas dándole todo el espacio que necesita para que siga.

—Por dios, sí—, gemí cuando pasa su lengua desde mi entrada y sube hasta atrapar mi clítoris.

Lanzó mi vista hacia donde se encuentra y un gemido vuelve a escapar de mis labios cuando él levanta su cabeza y me dedica una sonrisa posesiva a la vez que sus manos se cierran en mis muslos con fuerza.

Sé que esto dejará sus huellas, y eso lo sabe porque besa la zona justo donde termina de apretar sus dedos, de pronto, mi vista se posa en ese anillo particular.

Ese que una vez lo hizo considerarse como mi enemigo. Y que justo ahora, esté devorándome con esa boca pecaminosa mientras la joya con un diamante negro azabache contrasta con mi piel pálida, hace un cambio a todo mi paradigma.

Con el corazón acelerado me siento en mi cama a la vez que llevo una mano a mi pecho tratando de respirar en largas bocanadas con la intención de modular mis latidos.

Me remuevo sintiendo cómo mi cuerpo vibraba por la nitidez del sueño que estaba teniendo. Mi piel estaba adornada por una capa delgada de sudor, mis manos temblaban y sentía mi entrepierna palpitando con necesidad.

Dejando escapar un sonido frustrado mientras me coloco de pies tratando de ignorar olímpicamente la humedad entre mis piernas.

Ingreso al baño y me meto debajo de la lluvia artificial fría, después de eso, perdí la noción del tiempo, solo sé que para cuando salí de la ducha mis dedos estaban arrugados y mi cabello goteaban sin parar. Con velocidad enrollo una toalla en mi cabeza y envuelvo mi cuerpo con una bata y salgo del cuarto del baño arrastrando mis pies.

De pronto, me detengo en seco cuando veo a la razón de mi turbulencia mañanera parado frente a mí con una sonrisa resplandeciente. Su cuerpo enfundado, por primera vez, en un traje de dos piezas que abrazaba su cuerpo de forma magistral. Haciendo que beba de su imagen como una alcohólica, la forma en la que su cabello negro estaba peinado de forma que sus rizos estaban fijos, estando en un punto formal e informal. La corona de oro macizo sobre su cabeza resaltando, su barba recortada a la perfección. Todo en él gritaba realeza, seguridad, virilidad, poder.

Lo observo desplazar su mirada verdosa por mi cuerpo para luego decir con una sonrisa incrédula.

—Pudiera ser un déjà vu, sin embargo, para eso tienes demasiada ropa, preciosa.

—Por dios—. Dije corriendo hacia mi armario cerrando la puerta de un portazo a la vez que la risa de Nicholas me sigue mientras me desvisto con velocidad y me cubro con un vestido largo con una apertura en mi pierna derecha que llegaba a la altura de mi muslo.

El corsé era en forma de corazón, sobre el área de mi pecho y en mis clavículas descansaba una tela transparente que se unía a mis hombros en un bordado elegante en tono dorado. Las mangas del vestido llegaban hasta mis muñecas y culminaba en un bordado que cubría hasta la mitad de mis manos.

Era un vestido precioso que no me había atrevido a usar antes porque fue uno de los que mi madre eligió en honor a mi prometido. Pero, aunque me cueste admitirlo en voz alta mi madre tuvo un excelente gusto, ya que, este se amoldaba a mis curvas, resaltándolas y causando que mi cuerpo se vea elegante y esterilizado.

Magnifico.

Eso era lo que gritaba el vestido.

Calce mis pies con unos tacones de agujas altas en tono dorado para luego colocarme de pies y pararme frente al espejo y quitar la toalla de mi cabeza para luego hacer un intento de peinar mi cabello con mis dedos, pero es en vano ya que, la humedad complica mis acciones. Así que, resignada salgo del cuarto.

—No comprendo porqué a estas alturas sigues huyendo…—, Nicholas detiene sus palabras de burlas al darse la vuelta y notar mi vestimenta.

Sus ojos se desplazan por mi figura con detenimiento haciendo que sonría con timidez y con pasos lentos me dirija hacia la peinadora, para luego, sentarme con cuidado frente al enorme espejo del objeto. Tomo mi cepillo y comienzo a peinar mi cabello con tranquilidad, observando el reflejo de Nicholas, que seguía viéndome de esa manera tan particular de él.

—Luces estupenda, Ana—, admite luego de varios minutos.

—Gracias—, me limité a decir dejando que mi cabello descanse en mi espalda, y con nerviosismo comienzo a colocar mis joyas.

—No me había dado cuenta que siempre usas el anillo—, comenta haciendo alusión al anillo de compromiso.

Observo la joya sin poder evitar sonreír y me giro para poder encontrarme con su mirada.

—Te prometí que jamás iba a quitármelo.

—Señor.

Susurra antes de dar dos pasos hacia mí para poder acortar la distancia, coloca una mano en mi mejilla y mirar todo mi rostro antes de enforcarse en mi boca, aumentando mi deseo.




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