Príncipe enemigo

DIECISIETE.

Anahía.

Nicholas sube una vez más y se deja caer a mi lado mientras vuelve a besarme a la vez que, los dedos de su mano derecha acarician mis pliegues sobre la tela de mi ropa interior.

—Por favor—, rogué.

—¿Qué quieres, Ana?

—Tócame, Nick, tócame de verdad.

Nicholas sonríe con plenitud mostrando sus hoyuelos, a la vez que se inclinó hacia mí para dejar un beso es mis labios.

—Lo que ordenes, preciosa—. Aseguró en un susurro y así volver a besarme.

Con agilidad sus dedos apartan la tela y se pierden en mis pliegues húmedos haciendo que, un gemido se escape de mis labios cuando su dedo índice hace una leve presión en mi entregada para luego hacer círculos y subir hasta mi clítoris, gruñendo en aprobación cuando lo encuentra hinchado.

Muevo mis maderas al compás de sus carias mientras llevo mi mano hacia su virilidad cubierta por la tela. Él chupa mi labio inferior para culminar en una mordida suave haciendo que lo apriete.

—¿Quieres saber lo que haremos el día de la consumación supervisada?

Asentí con mi cabeza haciéndolo sonreír.

—Imagina que tu vestido es la bata blanca que portaras, yo usaré algo igual—, comienza a narrar mientras aleja sus dedos de mis pliegues haciendo soltar un jadeo en forma de queja.

Con una sonrisa se coloca de rodillas entre mis piernas y se lleva las manos hacia su cinturón que desabrochó con agilidad para luego soltar el botón de su pantalón y bajar el cierre.

Baja su pantalón junto con su ropa interior, sin embargo, su virilidad queda cubierta por la camisa que llega a sus muslos.

Me alcé sobre mis codos con la intención de mirarlo haciéndolo reír por lo bajo a la vez que se mueve lo suficiente para permitirme ver un pedazo de su hombría haciendo que muerda mi labio inferior.

Sus manos van hacia mi cadera y se cierran sobre la cinturilla de mi ropa interior, la baja un poco antes de alzar su cabeza y preguntar.

—¿Puedo?

Sin poder encontrar las palabras volví a asentir haciendo que vuelva a sonreír. Jamás había visto tanto tiempo los hoyuelos marcados en sus mejillas, pero, maldición haría lo que sea para ver ese hecho más seguido.

Para cuando la tela abandona mi cuerpo, Nicholas deja su atención en mi intimidad. Como si necesitara tiempo para contemplar la zona.

Pasando la punta de su lengua por sus labios de forma lasciva, me mira con adoración y deseo y alza la camisa por completo dejándome verlo una vez más.

Él era toda una maravilla.

Y, joder, él dice que es afortunado, pero, señor, parece que ese hombre no se ha visto a sí mismo en un espejo.

Se inclina hacia adelante hasta que su rostro descansa a escasos centímetros del mío, su cuerpo cubriéndome por completo, siento cómo guía la punta de su miembro a mi entrada causando que ponga mi palma con fuerza sobre su espalda, cuando empuja con suavidad, ingresando solamente su punta para luego sacarla con rapidez y asegurar.

—Todavía no, Ana—, deposita un beso sobre mis labios para asegurar con una sonrisa cargada de seguridad—, cuando te folle, cuando te haga mi mujer, me tomaré todo el tiempo del maldito mundo para desnudarte despacio, para besar cada pedazo de tu cuerpo hasta hacerte gritar mi nombre hasta que todos en este reino sepan a quién carajo perteneces.

Sin más vuelve a besarme con posesividad a la vez que acomoda su virilidad a lo largo de mis pliegues y así comenzar el vaivén de sus caderas, simulando penetraciones que nos hizo jadear.

Mi mente se nubló por el deseo.

Mi cuerpo se encendió por el calor incesante.

Mi respiración era agitada.

Me había transportado a una cúpula de placer, y señor, asesinaría a quién sea que se atreva a sacarme de este.

—Oh, Nick—, susurré cuando volvió a empujar.

Se alzó sobre sus codos para poder ver mis gestos mientras se movía. De pronto, se detiene por unos segundos, los cuales usó para acomodar su cuerpo, mis muslos quedando sobre las suyos mientras que sus piernas se apretaron a mi cuerpo. La posición le permitió moverse con más rapidez haciéndonos jadear.

Murmuré su nombre cuando arremetió con más fuerza haciendo que un cosquilleo crezca en mi vientre hasta que no pude evitar cerrar mis ojos y arquear mi espalda mientras mis ojos se nublaba y el placer explotaba en mi organismo haciendo gemir su nombre en voz alta.

Él baja hasta que vuelve a unir nuestros labios en un beso posesivo. De pronto, él se estremece a la vez que deja escapar un jadeo satisfecho mientras siento un líquido caliente correr sobre mi pelvis.

Nicholas comienza a disminuir sus movimientos hasta que se detiene por completo, bajando su cuerpo lo suficiente como para recostarse sobre de mí, sin llegar a aplastarme.

Estaba flotando.

Sentía que estaba volando.

Risueña, me reí cuando deja un beso en mi cuello a la vez que moví mis manos hasta que posé una en su nuca y la otra en su cabello. Sentía cómo su pecho se movía y cómo poco a poco su respiración se fue regulando hasta que levantó su rostro.




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