Príncipe enemigo

DIECIOCHO.

Anahía.

Mi corazón seguía latiendo frenético dentro de mi caja torácica por lo que habíamos hecho minutos atrás, pero el deber llamaba, y aunque, sabía que Nicholas y yo teníamos una conversación pendiente, ambos nos dedicamos a ponernos de pies, y salir corriendo a arreglarnos una vez más, ya que, íbamos vergonzosamente tarde.

—Llegan tarde—, reprende el rey cuando entramos en la habitación.

El comedor real consistía en una habitación con la misma paleta de colores. La enorme mesa posada en el centro era el punto focal, había más de doce asientos esparcidos alrededor del objeto en forma de ovalo.

Escucho a Nicholas murmurar una disculpa alegando que había sido su culpa, ya que, se había distraído con algo importante. Eso último lo dijo con una mirada puesta en mí haciéndome sonrojar.

—Señorita Hatman—, Wonfrick me saluda con sorpresa colocándose de pies para dedicarme una inclinación de cabeza, lo más parecido a una reverencia que el viejo sádico podría brindarle a quien sea.

—Rey Wonfrick, es un placer volver a verlo, ha pasado mucho tiempo—, saludo con voz alegre, tomando asiento cuando Nicholas me indicó que tomara asiento a su lado.

—Hola, Nicholas—, escucho la voz estridente de Florinda, la hija mayor de Wonfrick.

El tono coqueto en su voz me hizo mirarla con dureza a la vez que mi ceja se alzaba con molestia.

—Señorita Scazar—, se limita a decir mi prometido para luego dirigir su atención hacia mí y preguntar—, ¿Qué te gustaría comer, Ana?

—Huevos revueltos, por favor, y pan también.

—Y yo creyendo que había superado tus expectativas—, susurra hacia haciendo que lo mire con mis mejillas rojas.

—Compórtate—, reprendí tomando un trago de jugo de naranja cuando siento que el calor vuelve a azotarme.

Con una sonrisa divertida lo veo moverse para servirme el desayuno.

—Por dios, estás sonriendo—, alega Florinda con sorpresa—, desde que te conozco, jamás te había visto hacerlo.

—Supongo que lo hace con personas con quién se siente cómodo—, respondí con irritación aún con mi mano ocupada por el vaso de jugo.

Mi vista se posa en la mujer menuda cuando observo a Nicholas borrar sus emociones de su rostro mientras se limitó a ingerir sus alimentos en silencio.

Florinda abre y cierra su boca buscando algo coherente para decir, pero, todos sabemos que el cerebro de la familia lo fue Cedric, incluso, cuando en demasiadas ocasiones llegaba a ser un imbécil.

—Rey Wonfrick.

—Solo Wonfrick, Ana, sabemos que puedes tutearme.

—Ay, no, no creo poder llegar a eso—, negué con mi cabeza a la vez que hice un ademán con mi mano intentado restarle importancia al asunto y pretendía no entender el tono en su voz que causó que Nicholas se tensara a mi lado—. Supongo que la visita se debe a que estamos haciendo negocios otra vez.

—Intenté hacerlos—, comenta con voz amarga lanzándole una mirada acusatoria a Nicholas y luego al rey de Cressedent.

—Mi padre siempre me enseñó que intentar nunca es suficiente si realmente hay ganas.

—Tu padre siempre ha sido un hombre muy inteligente—, dijo removiendo el contenido de su vaso mientras sus ojos se posaron en Nicholas y luego se desplazaron hacia mí—, lo cual me sorprende el hecho de que te haya prometido al hombre que asesinó a mi hijo.

Siento cómo mi corazón se detuvo a la vez que el color abandonó mi rostro. Observé a Nicholas, sintiéndome aturdida, encontrándome con una mirada preocupada. Con manos temblorosa dejo el vaso sobre la mesa y me giro hacia él haciéndole una pregunta silenciosa que se dedicó a responder con un seco asentimiento de su cabeza haciéndome cerrar los ojos por unos segundos recordándome que no es el momento.

Abrí mis ojos y miré al rey sádico, encontrándolo con esa sonrisa conocedora. Lo sabía, había notado que no lo sabía. Y supo con eso que había sembrado algo horrible en mi interior.

—Una muerte ocasionada por la guerra le está evitando ver las cosas con claridad—, aseguré negando con mi cabeza.

—¿Una muerte, Anahía? —, la voz del hombre se elevó un poco haciendo que los cubiertos de los reyes de Cressedent se detenga a la vez que Nicholas colocó una mano sobre la mesa, preparándose para saltar y cubrirme si el hombre perdía la cordura.

—Estábamos en guerra, rey Wonfrick, todo el mundo lo sabía. El reino de mi padre y este, estaban en guerra, y todo el mundo sabía que quien sea que permaneciera dentro de las tierras podría correr el riesgo de quedar atrapado en medio de un ataque. Y eso es algo que Ce siempre supo—, coloqué mi mano izquierda sobre la mesa, el diamante de mi anillo brilló bajo la luz de las lámparas—, y eso jamás lo detuvo. Porque él conocía los riesgos de venir de visita.

—Tenía una prometida que visitar—, aseguró con ferocidad.

—Eso ni usted mismo se lo cree—. Me reí sintiendo la ironía y la hipocresía—, todo el mundo que conocieron perfectamente a Ce sabía que no iba al reino a verme a mí. Iba porque allí era libre de la presión de ser un heredero a la corona.

—¡Y una mierda! —, Wonfrick se coloca de pies dando un manotazo con fuerza a la mesa haciendo que también me coloque de pies.




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