Anahía.
—Por supuesto que no—, alegué con la voz aguda a la vez que me removí para que él soltara mi rostro. Di dos pasos atrás para así decir con seguridad—, Breiden siempre ha sido mi amigo. Fin. Eso no pasará de ahí, jamás pasó de ahí. Él habría perdido la cabeza tan solo por intentarlo.
—Y ha sido muy inteligente en aceptar entrenarte y así, tiene la oportunidad de colocar las manos sobre de ti—, asegura él con voz frívola.
—Nicholas.
—No—, alzó una mano para así interrumpir—, solo debes de saber, preciosa—, su voz cambió de tono, era como si me estuviera advirtiendo—, como tú, no tengo miedo de ensuciarme.
—No amenaces a mis amigos, Nicholas—, lo señalé con mi dedo índice.
—¿O quizá tengo que hacer como tú? —, se pregunta a sí mismo, pasando sus dedos por su mentón—, amenazar a tu ex de asesinarlo en su propia casa.
—Y una mierda—, caminé hacia él y con mi dedo índice pinche su pecho a la vez que decía—, no intentes convertirnos a nosotros en la mierda que fueron Alicia y tú, porque yo sí te puedo verte a la cara y asegurar que entre nosotros jamás ha ocurrido algo de lo cual avergonzarnos.
—Dijiste que eso no era importante para ti.
—¡Por supuesto que no lo es! —. Grité dando un paso atrás la vez que abrí mis brazos—, me irrita el hecho de que vengas aquí a hacerme una estúpida escena de celos para asegurar mierdas que no vienen al caso. Breiden ha estado para mí desde que tengo uso de razón, y eso no va a cambiar ni ahora ni nunca. Así que, metete eso en la cabeza.
—Bien—, sede con una respiración fuerte—, solo ten presente que, si me entero de que algo pasa entre ustedes, Anahía, no habrá misericordia.
—Bien—, sonreí con voz frívola—, espero que también lo recuerdes cuando la bruja de Alicia se acerque a ti, porque en esta ocasión la amenaza será cumplida.
La sorpresa golpea sus facciones por unos cortos segundos para luego, respirar profundo, como si necesitara recordarse que discutir no es la opción correcta. Y estoy de acuerdo con eso, pero, no esperen cosas buenas de mi cuando amenazan de muerte a mis amigos, incluso cuando sé que él tiene razón.
—Volvamos al castillo, Ana—, pide en un susurro.
—Bien—, asentí—, pero, antes iré a decirle adiós a mis amigos, y no quiero escuchar objeciones.
Inquirí cuando lo vi abrir su boca para negarse.
—Nos vemos en el auto.
Dije para luego pasar por su lado, tomar mis tacones a la orilla de las colchonetas y seguir mi camino para caminar hacia la oficina de Breiden.
Sin embargo, me lo encontré en el pasillo, acompañado por Alonzo. Frené mis pasos por unos segundos, y les hice señas a los dos para que me sigan a la oficina de Breiden.
—Gracias por defenderme—, dice Breiden una vez que la puerta de su oficina ha sido cerrada.
—Eso es innecesario—, afirmé negando con mi cabeza.
—Sabes que él tiene razón, Ana—, continua Breiden con voz baja—, si me hubieras aceptado yo hubiera hecho lo que sea para que tu padre me acepte.
Alonzo tose y se aparta de nosotros y mira hacia otro lado, pretendiendo que no está aquí.
—No pretendas que no sabes—, lo acusé con frivolidad.
—Sigue sin ser algo que me incumba.
—En todo caso, sé que eres el único que sabe—, dije—, sé que Nicholas no miente, es feroz, así que, prefiero que te quedes para que no haya nada que lamentar luego, quiero que Breiden viva, Alonzo, ayúdame.
—Bien—, dice con molestia cruzándose de brazos para luego recostarse de la puerta.
—Y tu—, señalé a Breiden—, sabes que desde el inicio eso jamás iba a pasar. Padre te hubiera matada.
—No si tú me hubieras defendido.
—No me salgas con esa—, coloqué mis palmas sobre la madera—, jamás hubiera ido bien. Y no por el hecho de quién soy y lo que eres tú, esa mierda jamás me ha importado, sino por el hecho de que tú mereces a alguien que te ame de la misma magnitud que tú. Y tú sabes que jamás te he visto así.
—Carajo, Ana—, susurra Alonzo en mi espalda.
—Tenemos que soltar eso por el bien, en casa, sí, si hubiera salido a la luz te hubiera defendido. Pero, aquí el único poder que tengo es el que Nicholas esté dispuesto a darme, y tomando en cuenta de que ya notó tu enamoramiento, por ahora, vendré a entrenar, sí, lo haré, pero será en los días que él esté aquí hasta que la marea se calme—, lo señalé con el dedo para decir con dureza—, déjalo ir, porque no estoy dispuesta a enterrar a otro amigo.
Sin más me giro y miro a Alonzo y coloco una mano sobre su hombro para pedirle en voz baja.
—Ayúdame a mantenerlo con vida.
—Eso intento también, An, lo juro.
—Bien—, asentí alejándome para así decir para los dos—, mi prometido me espera, nos vemos. No hagan nada estúpido, regresaré en unos días con Nick, y veré qué carajo le pasa a Marco.
Alonzo asiente para luego abrir la puerta para mí. Salí de su oficina y me dirigí hacia el auto, aún con mis zapatos en la mano. Escucho a la lejanía susurros sobre mi estado, que decidí ignorar, mi energía estaba agotada como para empezar otra guerra campal.
Editado: 05.08.2025