Anahía.
Oceana, la capital de Esdaney, está justamente como la recordaba. Con sus caminos de cemento, casas rusticas para la clase baja y trabajadora mientras que, para los que tienen más poder y riquezas, aquellas edificaciones que se parecían tanto a castillos, siempre más pequeños que la residencia real, pero con tanto lujo como la casa del rey.
Mientras la carroza se desplazaba por la ciudad no pude dejar de ver por la ventana a la vez que regresaba el saludo que la multitud nos iba otorgando al pasar.
Para cuando llegamos al castillo, me dolían las mejillas por tanto sonreír, sin embargo, me sentía llena de energía. Ansiosa por volver a caminar por los pasillos que guardan tantos buenos recuerdos.
—Ante ustedes su alteza real Nicholas VI Blackjack, príncipe heredero de Cressendent, y su prometida, Anahía II Hatman, princesa de Esdaney.
Mi corazón se sacudió cuando el mozo nos anunció. El protocolo real siempre me hizo rodar mis ojos con molestia porque nunca comprendía que ahora las familias dejaban de serlo porque ahora tenía un lazo con un reino extranjero, es absurdo.
No obstante, aquí estaba yo, tomando la mano que Nicholas me tendió cuando él bajó de la carroza.
Con cuidado, descendí y miré a mi prometido a la vez que apreté su mano en busca de consuelo haciendo que él me devuelva el gesto para luego girarse para encarar a mis padres, que nos esperan en la entrada del castillo con sus mejores caras y gestos inmaculados, asentando un puñal en mi pecho.
Este lugar ya no era mi hogar.
Al menos, no por protocolo.
—Bienvenidos al reino de Esdaney—, dice padre con cordialidad dirigiendo una mirada fugaz por mi cuerpo para luego posar su mirada en mi prometido que se limitó a hacer una reverencia que consistió en inclinar su cabeza a la vez que pronunció con tranquilidad.
—Agradecemos por habernos recibido.
Observé a padre con mi corazón martillando en mi pecho, mis manos temblaban, pero, ahora que pertenecía a la corte de otro reino no reconocía cómo debía tratarlos. Así que, hice una reverencia profunda a mis padres para luego mirar a madre que hizo un suave mohín observando mi atuendo, sabía que eso significaba que no estaba de acuerdo con mi vestimenta del día. Sin embargo, sé que no se atreverá a comentar nada, al menos, hasta que estemos a solas.
—Por favor, acompáñenos en la mesa, es la hora de la cena.
Tragando saliva, di un paso adelante cuando Nick colocó su palma sobre mi espalda para instarme a caminar. Sentí cómo movió su pulgar en forma de consuelo haciendo que respire profundo en un intento de calmar mi nerviosismo.
El comedor para fiestas e invitados está idéntico como lo recuerdo, recordándome, una vez más, que esto era una visita de cortesía que, incluso cuando llevaba la sangre de los monarcas, ahora pertenecía a otra corte.
Sin poder evitarlo, mis ojos se cristalizaron haciendo que empuñe la mano que está en el brazo de Nick, llamando su atención y causando que él se incline hacia mí para susurrar solo para mí.
—En el momento en que sientas que esto es mucho para ti, me dices y nos marchamos.
Dirigí mi mirada hacia él sabiendo que notaria que estaba a punto de llorar haciendo que él coloque su mano desocupada sobre mi puño para darme consuelo.
Volví a respirar profundo y empujé mis emociones al baúl imaginario que me enseñaron a construir en mi mente para casos donde las emociones son innecesarias, despejé mi rostro y lo convertí en un lienzo en blanco, alce mi mentón y erguí mi cuerpo para luego relajar mi mano y mirar a Nick para hacérsele una suave seña, que consistió en un asentimiento casi imperceptible, al menos, no para él, ya que, me regaló un mohín que casi pareció una sonrisa para luego alejar su mano e imitar mis acciones.
Todos tomamos asiento con cuidado y no pude evitar desplazar la mirada por la mesa para detallar cada hecho. Padre estaba en su típica silla en la cabeza de la mesa luciendo un traje elegante de tres piezas acompañado de un rostro libre de emociones, a su lado, madre me dirigió una mirada de soslayo que alejó para luego observar a padre atentamente, su vestido negro y dorado, sabía que estaba dirigido a complacernos, de hacernos saber que la reina de Esdaney no tenía problemas de lucir el color de la nueva corte amiga, Adal, sentado al otro lado de padre, me miró atentamente, sus ojos expresaban lo mismo que estaba sintiendo yo, impotencia por esta nueva faceta. Los niños, que dios los bendiga, estaban frente a nosotros y no dejaban de mirarnos a todos hasta que Aldan se atrevió en dirigirme la palabra, olvidando el horrible protocolo.
—Ana, vencí a Alatz en tiro con arco.
—¡Es mentira! —, alegó el nombrado con gesto indignado haciéndome sonreír con alegría—, Ana, él hizo trampa.
—Niños—, llamó madre con voz cortante haciéndonos saber a todos que estábamos comportándonos mal ante la visita, ante nosotros.
Los niños me miraron y luego quitaron su mirada de mi para así enfocarla en su vaso de agua.
—¿Cómo se puede hacer trampa en tiro con arco? —, inquiere Nick con tono burlón haciendo que los niños lo miren con asombro y que yo sienta un profundo agradecimiento.
Editado: 16.09.2025