El sonido de la música llega a sus oídos de forma tenue y ella, maravillada, se deja embargar por su dulce melodía. No pasa mucho tiempo antes de que ese sutil susurro se comience a hacer cada vez más fuerte y, en pocos segundos, ya era capaz de distinguir los inconfundibles acordes de un violín.
Sus manos cosquilleaban con cada una de las notas y en sus dedos entumecidos sentía el tacto de algo fino y cortante, que parecía contrastar con la extraña presión sobre su hombro.
Poco a poco la molestia se fue haciendo más persistente y tanto sus ojos como piel escocían por el contacto con el calor. Prácticamente dejó de escuchar la hermosa música, demasiado concentrada en catalogar cada una de las sensaciones que la asaltaban. Fue cuando, con sorpresa, notó sus ojos cerrados.
Entonces los abrió.
Casi instantáneamente el universo verde le dio la bienvenida. Los altos árboles que la cercaban, la suave hierba y el peculiar aroma del viento, no le dejaron ninguna duda de aquel lugar en el cual se encontraba. Sin embargo, algo peculiar llamó su atención: este bosque no se parecía a ninguno de los que conocía.
–¡Oh por favor, no paréis! –exclamó una voz a sus espaldas y ella pegó un brinco –Es lo más hermoso que he escuchado desde hace mucho tiempo.
Erika, llevándose la mano al pecho sobresaltada, dejó caer el violín al piso y se volteo rápidamente para encontrarse con aquel que la estuvo espiando: solo entonces se dio cuenta de que esa hermosa melodía era ejecutada por ella misma ¿Cuándo aprendió a tocar?
Algo confundida detalló al chico que tenía ante sí, intentando recordar de donde lo conocía. Tenía la plena certeza de que ya se encontraron con anterioridad, mas no conseguía recordar donde. Pero, como un acto reflejo, se puso en pie como un resorte.
–¿Quién sois? –preguntó sin ser capaz de controlar sus labios, era como si alguien más se encargara de manejar su cuerpo.
–Disculpadme –el joven de sonrisa amplia hizo una improvisada reverencia –No pretendía asustaros. Solo soy un simple viajero que se ha visto atraído por vuestro hechizante canto.
Los brillantes ojos azules de él parecieron centellear y ella, maravillada, hubiera jurado que era lo más hermoso que había visto nunca. Por lo demás venia ricamente ataviado, dándole todo el aspecto de persona de buena familia, quizás se tratase de un noble incluso.
–¿De dónde venís caballero? –insistió curiosa, aun sin decidirse a bajar la guardia.
–Si os dijera probablemente no me creerías –elevó la comisura de sus labios –Así que dejémoslo en que vivo algo lejos.
En ese momento Erika se tensó de golpe, sabía que no era la primera vez que había escuchado esa frase. Alguien más se la dijo, alguien con unos cabellos negros como el joven que la miraba fijamente y que poseía la misma mirada penetrante…
¡Alistar!
¿Cómo era posible que lo hubiera olvidado? Pero… ¿Cuál era su relación con este otro joven? Y lo más importante ¿Cuál era el papel de ella en todo esto?
Este otro chico parecía diferente al vampiro que ella conoció, se veía incluso… humano, lleno de vida ¿Acaso su cerebro buscaba inconscientemente crearle una mejor representación de Alistar? ¿Una con la que, al menos en sus sueños, pudiera convivir?
–¿Estáis bien? –el joven la miró preocupado después de unos segundos de completo silencio y ella pareció volver en sí.
–Si –sonrió malamente –No os preocupéis.
–¿Cuál es vuestro nombre?
–Q-quinella… –trastabilló un poco y a penas las palabras fueron expulsadas de su boca se llevó las manos a los labios con horror ¿Por qué diablos dijo eso?
Él por su parte tan solo se limitó a asentir y comenzó a acercarse lentamente. De repente parecía transmitir un aura muchísimo más amenazadora, una que la obligó a retroceder asustada y que la hizo dudar de si en verdad no se tratase de Alistar.
–Y decidme bella Quinella… –arrastró las palabras, disfrutando del momento –¿Os gustan los bosques?
Estaba por contestar cuando un fuerte dolor de cabeza la asaltó y la visión se le comenzó a hacer borrosa. El paisaje se desvanecía por momentos a medida que el dolor aumentaba, menos él. El joven, a diferencia de todo lo demás, permanecía allí, de pie cual estatua, mirándola fijamente, sin participar en su aparente agonía. Erika comprobó pronto que él mismo parecía perdido.
Desesperada extendió la mano hacia él, pero, antes de ser siquiera capaz de tocarlo, el joven se desintegró también, fundiéndose con la espesa niebla que ahora lo cubría todo, dejándola completamente sola.
El viento giraba a su alrededor y ella se dejó caer sobre el suelo derrotada, apoyando sus rodillas en el rugoso pavimento, deseando que todo terminase. Con las manos en la cabeza y lágrimas en los ojos intentaba mitigar inútilmente el dolor.
–Erika…
Escuchó de pronto y levantó la mirada confusa. El susurro fue tan bajo y delicado que no podía asegurar de si en verdad existió o se trataba solamente de otro producto de su imaginación.
–Erika…
Volvió a escuchar ahora más fuerte y ahora si no quedaba ninguna duda, alguien la llamaba. Con dificultad se puso en pie e intentó seguir esa suave voz, mas no sabía de donde provenía. Ni siquiera era consciente de que ya no sentía dolor, solo una gran ansiedad creciente.
–Erika… por favor… ayudadme…
Y allí estaba. Nuevamente ese desesperado ruego. Esa voz incorpórea que parecía necesitarla con urgencia. Pero ¿Qué podría hacer ella si ni siquiera era capaz de identificar a quien pertenecía? Aunque, muy en el fondo, algo le decía que si lo sabía.