Príncipe Oscuro 2

Capítulo 7

Lucio Horvart no era conocido en el mundo sobrenatural por su gran amabilidad o bondadoso corazón. Al contrario, con los años que hacía que vivía, una anomalía para los de su especie, incluso en el lugar más mágico del universo era visto como una rareza. Eso era bueno, así nadie se atrevía a meterse con él y, a lo largo de los siglos, se hizo con el ejército más grande de los tres reinos.

Sin embargo, algo que todos si sabían del brujo era lo mucho que odiaba los enfrentamientos. Nunca, desde que llegó al trono, se le vio involucrado en alguna disputa con alguien más por nada. Por eso podría decirse que era un ser sin enemigos, un ser al que todos terminaban recurriendo en algún momento en busca de ayuda, sin importar la raza o el nivel. Pero, si algo le enseñaron tantos años de vida, era a cobrar bien sus favores.

Y más ahora que tanto lo necesitaba.

Por eso cuando recibió la noticia esa mañana de que el rey Idan Sheverport lo esperaba casi se alegró.

Casi...

Con gesto ausente y semblante calmado, el mismo con el que todos lo conocían, penetró en el salón dorado con el porte de un rey que se sabe dueño de todo alrededor. Y, casi al momento, el olor inmundo de la sangre penetró sus fosas nasales. Tenía que reconocer que, exceptuando a Alistar, odiaba profundamente tratar con vampiros.

–Ya era hora –masculló el rey de los vampiros con protesta desde su cómodo asiento. La copa que sostenía entre sus dedos estaba por acabarse y un pequeño hilo de sangre se deslizaba desde sus colmillos curvados en una mueca.

–Perdonad la tardanza –respondió Lucio con petulancia mientras tomaba asiento frente al soberano y, con una clara mirada a su pequeño aperitivo agregó –Aunque compruebo que habéis sido tratado estupendamente en mi ausencia.

–No me puedo quejar –se encogió de hombros con simpleza –Después de todo la hospitalidad de los brujos es legendaria. Aún admiro ese increíble echo que lograsteis. Ser capaz de juntar representación de los tres reinos en una sola habitación sin que corra la sangre es toda una proeza, si me permitís el cumplido.

–Gracias –el brujo asintió por pura educación –Pero imagino que no vinisteis hasta aquí para ofrecerme vuestra enhorabuena, más que nada porque ya lo hicisteis durante la fiesta.

–Y estáis en lo cierto –Idan suspiró –Contando los siglos que hace que nos conocemos y la fuerte sociedad que nos une, he creído prudente haceros una visit-

–Al grano Idan –Lucio, tuteándolo por primera vez, movió la mano con gesto apurado –Soy un ser ocupado, bien lo sabéis vos.

–Perdonad –Idan apretó los dientes con fuerza, poco acostumbrado a que le dieran órdenes –Aunque supongo que vos ya esperabais mi visita. He permanecido demasiado tiempo a la sombra Lucio, observando... se todo lo que aquí ha ocurrido y no me gusta nada –se frotó la cien con un cansancio que ambos sabían estaba lejos de sentir –¿Vuestra hermana comprometida con mi hijo? Sabéis perfectamente que no es algo que aprobaré y, por si no fuera poco, hace días no sé nada de Alistar. Sino le conociese comenzaría a preocuparme.

–¿Y ese era vuestro asunto urgente? –el brujo alzó una ceja –Pensé que ya habíamos discutido el tema y mi negativa ante el supuesto compromiso había quedado más que clara –se masajeó la barbilla con gesto ausente y mirada perdida –Las acciones de mi hermana, como siempre, tienden a avergonzarme, más esto no es mi asunto. De momento.

Sherveport sonrió y, ante la mirada atónita de Lucio, se puso en pie de repente y comenzó a caminar por la sala a pasos lentos. Un vampiro común se habría sentido amedrentado ante tanto resplandor, por eso le gustaba recibirlos en ese lugar tan particular, porque él tenía la ventaja. Incluso Alistar, el poderoso príncipe del que tantas historias se contaban, fue incapaz de ocultar su incomodidad. Pero Idan, por el contrario, parecía demasiado sereno, ni una pizca de turbación invadía su rostro y eso que Lucio era un gran especialista en detectar hasta el más mínimo halo de malestar.

El rey de los vampiros siguió dando vueltas en completo silencio hasta que su presencia se irguió sobre una pared en especial y, cuando sus manos tocaron el frío mármol resplandeciente, está vez Lucio fue quien apretó la mandíbula para contener la tensión.

–Confieso que eso es un tema que me tenía sumamente preocupado pero que, luego de meditarlo detenidamente, ha dejado de llamar mi atención –suspiró –Sea lo que sea que se traigan los jóvenes entre manos confío en que mi hijo sabrá manejar la situación, su situación, siempre lo ha hecho.

–¿Entonces?

–Mi motivo es algo más personal... –explicó sin dejar de acariciar la pared con sus fríos dedos –Sé que estáis necesitado Lucio, y he venido a ofreceros un trato que quizás solucione vuestros desvelos.

–Si os referís al robo de los artefactos llegáis un poco tarde –explicó el brujo tamborileando con sus dedos nervioso, Idan conocía su secreto y a claras luces pretendía aprovecharse de él –Vuestro hijo me ayudará a solucionar ese pequeño... inconveniente.

–Me alegra saber que ese muchacho os es de utilidad –el vampiro sonrió con malicia –En la época de nuestros padres este tipo de alianzas hubiesen parecido increíbles.

–No tanto –Lucio endureció la mirada –¿O acaso olvidáis los oscuros tratos de mi madre con vuestro padre?

–Por supuesto que no –Idan alzó una ceja con la petulancia de quien se sabe conocedor de algo importante –Lastima que fueran asesinados tan pronto...

–Este mundo es lo que tiene –el brujo se puso en pie con gesto calmado pero intimidante –La vida es efímera y, con la misma facilidad que llega, se va... –sus labios se curvaron en una mueca que pretendió ser sonrisa –En especial la de los traidores.

–¿La echáis de menos? –preguntó el vampiro de repente mientras seguía acariciando la pared, en un súbito cambio de tema. Lucio contuvo un estremecimiento.

–Ella es el único motivo por el que sigo vivo. Pero eso vos ya lo sabéis –Los ojos dorados de Lucio se oscurecieron y apretó los puños, deseoso de alejar a ese ser inferior de un lugar tan privado –De una vez Idan... decidme qué queréis.




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