Erika temblaba. Estaba asustada. Mucho.
Lo recordaba todo, cada pequeño detalle y acción vivida. Pero por alguna razón lo sentía como en una bruma, como si ella no hubiese sido la protagonista. Alistar, el motivo de sus sueños y causante de pesadillas estaba de pie frente a ella, lucia igual que siempre.
Y entonces... ¿por qué no podía evitar sus deseos de salir corriendo?
–¿Y bien? –habló finalmente el vampiro alzando una ceja divertido –¿Es que no pensáis correr a mis brazos?
–No veo por qué tendría que hacerlo –a pesar de querer sonar firme, supo al momento que la voz le tembló.
–Pensé que quizás, después de haber escapado de mi como una vulgar rata traidora, al menos tendríais la decencia de concederme un recibimiento algo más... caluroso –se llevó una de sus manos a la barbilla como si meditara el echo –Aunque ya veo que no será el caso.
Erika abrió los ojos a más no poder y un nudo se formó en su garganta al comprobar que algo fallaba.
–Alistar... –musitó en apenas un susurro –Tus manos...
El aludido levantó una de sus palmas y la observó detenidamente con fingida preocupación, como si buscara aquello que la joven parecía haber detectado. Unos segundos más tarde alzó la mirada hacia ella y curvó los labios en una nueva sonrisa, una que le heló hasta el alma.
–Ah esto –concordó con un encogimiento de hombros, como si recién se diera cuenta de que balanceaba sus manos desnudas –Me comenzó a parecer innecesario seguir usando esos molestos guantes. Al final de cuentas no los necesito ¿no lo creéis?
Los ojos del vampiro refulgían de un rojo carmesí a pesar de su diversión aparente y su sonrisa siniestra le ponía los pelos de punta. Algo no estaba bien con Alistar y el detalle de los guantes terminaba por confirmarle sus sospechas.
–¿Qué haces aquí? –preguntó mientras retrocedía un par de pasos.
–Oh preciosa... –dijo él en tono condescendiente y observándola con fingida pena –¿En verdad pensabais que os dejaría escapar? –lentamente avanzó la misma cantidad de pasos que ella retrocedió antes y agregó mordaz –No habéis podido ser tan estúpida.
–¡Solo déjame en paz de una vez! –levantó la voz con una valentía que estaba lejos de sentir –¿Por qué no te ocupas de tu futura esposa y te olvidas de mí?
En menos de una fracción de segundo, Erika se vio lanzada contra los casilleros metálicos del pasillo, que se hundieron por la presión en un fuerte estruendo. Una gran mano presionaba su garganta y la mantenía casi suspendida en el aire, costándole respirar. Con ojos llorosos por el dolor levantó la mirada para encontrarse con la del vampiro quien, a pesar de su reciente arrebato de cólera, se vislumbraba extremadamente tranquilo. Pero lo peor era aquello que reflejaban sus pupilas desde tan cerca: vacío.
–¿Acaso estáis celosa? –preguntó al fin en una clara burla –No me digáis que en serio pensabais que yo, un vampiro de alto nivel, pudiera tener otro interés en una vulgar humana. –se quedó en silencio unos segundos sopesando sus propias palabras y luego, como si notara que faltó algo, agregó –Más allá del placer de convertiros en mi juguete personal quiero decir.
Esa declaración le cayó como un balde de agua fría. Él tenía razón. Quizás todo lo que llegó a pensar que hubo entre ellos no fue otra cosa que producto de su imaginación ¿Cómo pudo ser tan tonta? Él nunca le dijo que la amaba ni le pintó un futuro juntos. Él era quien era, un príncipe vampiro que jamás se fijaría en una humana, teniendo por el contrario a la hermosa princesa bruja. Pero había algo que aún no terminaba de encajar.
–Tú... –habló con dificultad sintiendo el agarre en su cuello cada vez más fuerte –Viniste a mis s-sueños. Me pediste ayuda...
–No tengo memoria de haber hecho algo así –el vampiro rio con ganas y presionó aún más su mano contra débil piel de la chica, mientras la alzaba hasta que terminó por perder el único apoyo que presentaban sus pies –¿Tanto me añorabais que comenzasteis a imaginar ese tipo de cosas? Sois patética.
–A-Alistar... por favor... –Erika, en un gesto desesperado llevó sus manos a aquella que permanecía en su garganta, intentando deshacer el agarre mientras su vista se encontraba cada vez más borrosa –No puedo respirar.
El vampiro, haciendo oídos sordos a su súplica, acercó el rostro al de ella, consiguiendo que sus narices casi se tocaran. Con su mano libre acarició de forma muy ligera la mejilla de la joven, quien contuvo un estremecimiento.
–Me habéis decepcionado querida Erika –susurró rozándole la oreja con los labios mientras aflojaba ligeramente su agarre, racionando el aire que le permitía respirar –Esperaba poder divertirme mucho con vos, pero habéis arruinado eso –alejó el rostro un par de centímetros y la sostuvo por la barbilla con fuerza, obligándola a observarlo, ella ahogó un quejido –¿Sabéis cuál es el castigo por desobedecerme?
–Se-seguramente alguna de las barbaries a las que están acos-acostumbrados tú y los de tu especie –rebatió altanera, al borde de sus fuerzas –Creo que ya he podido comprobar eso varias veces.
–Oh pequeña insolente... –los labios de Alistar se curvaron en una mueca y la joven sintió su frio aliento chocarle contra la piel, poniéndole los pelos de punta –¿Sabéis cuan fácil seria para mi mataros en este preciso instante? –admitió y la joven se tensó.
–¿Qué te detiene? –lo enfrentó ella, casi escupiéndole las palabras.
–Nada sin duda... –concordó él pensativo y volviendo a dirigirle su mirada siniestra cerró su mano nuevamente, esta vez con mucha mas fuerza y la chica comenzó a jadear ahogada, intentando que a sus pulmones penetrara un aire inexistente. Justo a punto de perder la conciencia lo escuchó agregar –¿Aunque eso no sería un total desperdicio?
Lo próximo que supo la joven fue que el vampiro la arrojó con fuerza al suelo, haciéndole daño en sus ya maltrechos músculos pero liberándola al fin de aquellas poderosas garras. Erika comenzó a boquear desesperada, sintiendo como si todo el aire de la tierra fuera insuficiente para rellenar nuevamente sus pulmones. El pecho le dolía por el esfuerzo y a duras penas era consciente de aquello que pasaba a su alrededor, solo concentrada en respirar.