La habitación estaba sumida en completa oscuridad y el frío gélido de la noche penetraba por las paredes sin impedimento. Hacia rato ya que la luna roja había dejado de brillar y la joven observaba en derredor bastante incomoda. Finalmente, sin ser capaz de aguantarlo más, se puso en pie y caminó decidida hasta el hogar.
El hombre tirado en la cama observó sus movimientos curioso, pero en completo silencio.
–¿Qué hacéis? –cuestionó él con voz rasposa.
–Nos doy algo de luz –explicó al tiempo que movía ligeramente la mano derecha y al instante los leños secos comenzaron a arder, iluminando toda la estancia con más fuerza que de costumbre y ella asintió complacida –Mucho mejor.
–Odio el fuego –Alistar hizo una mueca de desagrado y se reacomodó sobre las suaves almohadas –Apagadlo.
Alissea, con una sonrisa en el rostro, se volteó a observarlo pero, en lugar de darle una respuesta, solo avanzó segura en su dirección. Una vez estuvo a su lado nuevamente, tomó asiento en la cama, consiguiendo que el contacto visual fuera aún más fuerte.
–¿De qué habláis amor? –expresó con voz extremadamente suave mientras estiraba una mano para acariciarle el cabello. El vampiro no se apartó –¿Acaso lo habéis olvidado? Dijisteis que haríais lo que fuera por mí. Vos mismo comenzasteis a pedirme que lo encendiera e incluso os habéis deshecho de esos molestos guantes... –acercó su rostro al de él hasta que sus narices prácticamente se tocaron –Y todo eso lo hicisteis en honor a lo mucho que me amáis...
El vampiro frunció el ceño confundido, como si no se acordara plenamente de aquello que decía la bruja y bajo la mirada hasta sus manos. Con horror pareció ser consiente por primera vez de aquello que faltaba.
–Y-yo... –tartamudeó perdido, algo totalmente impropio de él.
Alissea en un movimiento rápido, tomó el rostro de Alistar en sus manos y, con delicadeza, lo obligó a mirarla.
–Recordadlo Alistar... –repitió con voz monótona –Recordad cuanto me amáis y la devoción que sentís por mi... –ante sus palabras esta vez el vampiro asintió lentamente mucho más convencido –Solo estáis cansado y por eso vuestra confusión. Pero tranquilo, yo os cuidaré...
Sin que él ofreciera la menor resistencia, la joven lo obligó a enterrar el rostro en su regazo y comenzó a acariciarlo distraídamente, haciéndolo sentir bastante somnoliento. Estuvieron en esa posición un par de minutos hasta que ella rompió el silencio nuevamente:
–¿Cómo os sentís? –preguntó en tono bajo.
–Gracias a vos ya me encuentro mucho mejor –manifestó él agradecido –No sé qué habéis hecho, pero alejasteis de mi todo el dolor.
–Maldita humana –siseó ella con rabia –No sé cómo ha sido capaz de haceros daño. Debí encargarme de ella yo misma.
Ante su voz fuerte, cargada de desdén, Alistar alzó la cabeza y se apartó un poco del cuerpo de la bruja, quedando frente a frente con ella.
–Aun no entiendo que fue lo que pasó... –se removió el cabello con confusión.
–Yo os lo diré mi querido... –Alissea sonrió mientras se ponía en pie nuevamente y comenzaba a dar vueltas alrededor de la cama, como si meditara el tema –La maldita humana os ha traicionado ¿Aunque de que os sorprendéis? Las pruebas siempre han estado al alcance de vuestra mano –de repente detuvo su andar y clavó sus ojos en él –¿Lo habéis sentido verdad? Ese fuerte olor a lobo que emana por cada poro de su piel... es obvio que trabaja con ellos y que han creado un plan para deshacerse de vos. –entonces suavizando su tono agregó: –Pero mientras me tengáis a mi nada malo os pasará.
Alistar se quedó en silencio ante el discurso de la bruja, procesando cada una de sus palabras. Ella tenía razón, lo había sentido, era bastante obvio ese olor penetrante que salía de ella y eso solo quería decir que Erika estaba en contacto con los lobos, que lo traicionó. El único ser en el mundo en quien podía confiar era en su amada Alissea, bien había demostrado ella lo leal que le era.
Aún recordaba el dolor en sus ojos cuando llegó herido por culpa de la arpía humana. Él se sintió como el más inútil de los guerreros por no haber sido capaz de hacer algo tan simple como quitarle la vida, por no haber sido capaz de cumplir con aquello que le había mandado la persona a la que amaba tanto. Pero su dulce Alissea, en lugar de reprocharle nada, había corrido a asegurar su bienestar. No sabía que hizo para merecerla.
–Tenéis razón –concordó el vampiro con una mueca –Ciertamente la humana desprendía el aroma de esas bestias. Desearía haber logrado acabar con su vida.
–No os torturéis con eso mi querido –Alissea se acercó a él y recorrió el mentón del vampiro con sus finos dedos –Ya habrá alguna oportunidad para despedazar a esa molestia. Lo importante es que ahora estáis conmigo...
Alistar respondió brevemente a sus insinuaciones pero, segundos más tarde, alzó la cabeza de forma abrupta y clavó su mirada penetrante en algún punto especifico del cuarto. A pesar de los nuevos intentos de la bruja por llamar su atención él ya no parecía para la labor, sólo observaba la nada pensativo. Ella no lucia nada contenta.
–¿Os preocupa algo mi querido? –preguntó conteniendo el enfado.
–No es nada –el vampiro negó con la cabeza regresando a la realidad –Es una tontería tal que ni siquiera vale la pena compartirla.
–Alistar mi amor –repitió ella con efusividad obligándolo a mirarla y los ojos rojos del vampiro resplandecieron –Sabéis que podéis contarme lo que sea ¿verdad?
Él asintió y ella sonrió victoriosa.
–Es sobre la humana –explicó y la bruja se tensó visiblemente, pero Alistar no pareció notarlo –Cuando estuve cerca de ella si bien el olor a lobo era fuerte, conseguí sentir algo más...
–¿A qué os referís? –espetó la joven con impaciencia.
–No estoy demasiado seguro pero... –Alistar se llevó ambas manos al cabello como si le costara recordar –Había un tercer olor, uno que era incapaz de identificar pero que no sale de mi cabeza –levantó la mirada hacia ella y le dedicó una amarga sonrisa –Creo que me estoy volviendo loco.