Sentada en el borde del suave colchón Erika se comía las uñas inquieta, sin perder de vista ni por un segundo aquella solitaria ventana.
–¿Dónde diablos está? –murmuró para sí misma con irritación y por enésima vez se pasó las manos por el enredado cabello.
Hacia aproximadamente una hora que el dichoso gato se había marchado y aún no daba señales de vida ¿Qué estaría haciendo? ¿En verdad pensaba que iba a ayudarla?
–¡Es un simple animal por dios! –se regañó en voz alta, dejándose caer como peso muerto sobre las sábanas.
Sin más que hacer se dedicó a observar un punto fijo en el techo, deseando que allí estuvieran grabadas las respuestas. A pesar de sus palabras ella lo sabía, ese gato no era común. Hacía mucho le quedó claro.
El ruido de la cerradura abriéndose la sacó de su ensoñación y se alzó en la cama como un resorte, observando preocupada ¿Acaso Shadow había vuelto? De ser así cualquier posible plan de escape se dificultaba muchísimo. Y a fin de cuentas ¿para qué rayos la querían ahí?
Malditos enfermos.
–Te he traído comida –comentó Sara de forma aburrida apareciendo en el umbral con una bandeja en la mano. Erika la miró desconfiada por la rara amabilidad y la morena se encogió de hombros –No quiero que Shadow me regañe al volver porque no estas bien atendida –y con los dientes apretados agregó: –A veces puede ser un maldito grano en el trasero. Si no fuera por Leif...
Sara dejó la frase en el aire pero no era necesario que continuara, el mensaje estaba claro: el enmascarado no le caía para nada bien. La rubia sonrió interiormente al darse cuenta de ello. Quizás pudiera usarlo a su favor.
–Gracias –dijo Erika agradecida cuando su ex amiga depositó la bandeja sobre la cama a falta de más lugar. Sara no respondió.
Al contrario que hace rato cuando ocurrió su anterior pelea, la morena parecía mucho más tranquila y, aunque aún se mostraba hostil, ya no podía apreciar ese odio mortal en su mirada ¿A qué se debería el cambio? Tal vez, después de todo, sólo había necesitado desahogarse. La rubia se moría por mencionar algo al respecto, quizás repetirle una vez más que hacerle daño no fue su intención, pero sabía perfectamente que eso no mejoraría nada. La otra chica no parecía dispuesta a hablar sobre lo ocurrido y ella decidió hacer lo mismo. Probablemente en este momento lo mejor fuera olvidarlo.
Erika observó curiosa lo que le habían llevado: un poco de pollo hervido, un jugo de naranja y una suculenta ensalada de verduras. No le extrañaba que fuera obra de Sara, algo tan extremadamente sano tenía su sello personal y eso la hizo sonreír por los recuerdos. Sin embargo y a pesar de que la comida no se veía para nada mal, no tenía ni gota de hambre.
–¿No comerás? –la morena se cruzó de brazos frente a ella mirándola acusadoramente –Si tu plan es desmayarte apropósito para que me regañen déjame decirte que-...
–¿Por qué lo detestas tanto? –la cortó la rubia estableciendo un firme contacto visual.
Sara se quedó callada unos segundos, era obvio que sabía por quién le estaban preguntando. Su boca se abrió, balbuceando algo inaudible, como queriendo decir algo que no acababa por salir. Pero finalmente, cuando Erika pensó que tendría algún tipo de confesión, solo la vio negar con la cabeza y caminar a la puerta.
–Vendré más tarde a recoger eso –señaló la bandeja sobre la cama –Más vale que cuando regrese este vacía.
Estaba a punto de irse, pero la voz de la rubia la detuvo:
–¿No vas a decirme? –repitió alzando una ceja y la otra la observó mal.
–Hay muchas razones que me hacen no soportar a quien llamas Shadow –Sara se volteó hacia ella con la mirada chispeante –Sería difícil escoger sólo una.
–¿Entonces por qué trabajas con él? –pinchó Erika.
–Porque es el hermano de la persona que amo –aclaró segura.
Erika quiso carcajearse ante la confesión, era obvio que no lo amaba y Leif, por su parte, muchísimo menos. De hecho, dudaba que ese ser pudiera sentir algo por nadie que no fuera el mismo. David tenía razón, algo raro había entre ellos, solo tenía que descubrir qué. Aunque sin duda la respuesta más simple es que la morena estuviera sometida bajo alguna especie de hechizo ¿pero con que motivo?
–¿Estas segura de que lo amas? –preguntó Erika en tono suave, intentando sacar más información.
–Por supuesto –afirmó la otra sin dudar un segundo.
–¿Cómo se conocieron?
Esta vez el rostro de Sara se apreció vacilante y comenzó a retorcerse las manos nerviosa. Bingo, al parecer había dado en el clavo.
–Y-yo... –trastabilló luego de algunos segundos, la confusión en su mirada era evidente –No lo recuerdo bien.
–¿No lo sabes? –se atrevió a corregir la rubia con una sonrisa satisfecha mientras se llevaba por primera vez un pequeño trozo de pollo a la boca.
–¡Por supuesto que sí! –exclamó la morena molesta –Simplemente no es tu asunto.
Erika se puso en pie hasta quedar a su altura y se acercó a ella, al momento la otra adoptó una postura defensiva. Ambas se debatieron en una guerra de frías miradas.
–Sea lo que sea que te esté haciendo debes luchar contra eso –dijo en tono bajo mientras acercaba su mano para tomar distraídamente una de las hebras del cabello de Sara y, con saña, agregó: –Pensé que eras más fuerte.
–¡Tú que diablos sabes! –la morena, con la cara roja de ira, apartó a la rubia de un manotazo y se alejó unos pasos –¡No tienes derecho a meterte en mi vida!
Erika, con una mueca de dolor, se masajeó la muñeca que le había golpeado. No era mucho, pero la piel se apreciaba enrojecida y vaya que escocia ¿Desde cuándo esa delicada chica de 40 kg era tan fuerte?
–Por supuesto –la rubia asintió sosteniéndose una mano con la otra –Supongo que si te apetece ser una simple y manipulable muñeca de trapo es tu problema –se encogió de hombros –¿Quién soy yo para juzgar?
–¡Cállate! –gritó la morena histérica tapándose los oídos.