—Me alegra que me halláis llamado —la joven sonrió —Hace mucho no pasamos tiempo juntos.
Claus se apartó la taza de té de los labios y la colocó con delicadeza sobre la mesa. Su mirada se clavó en la de su bella prometida y se esforzó en devolverle la sonrisa.
—Una fatalidad mi querida —admitió con pesar —Sabéis que sois la luz de mis ojos, pero he tenido demasiado trabajo.
La princesa frunció el ceño poco convencida pero terminó por asentir conforme, como Claus predijo que haría. Manejar a Stacia era tan fácil como respirar, cosa que lo complacía profundamente.
Sin embargo, lord Vreeland se encontraba nervioso y tenía que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para aparentar normalidad e ir de forma discreta al punto que quería. A fin de cuentas no era casualidad que hubiese invitado a la princesa a merendar en su lugar favorito del jardín, rodeado de hermosas flores hijas de la noche, que conferían a la velada el más romántico de los velos.
El vampiro sintió ganas de vomitar, no tenía idea de cómo las mujeres disfrutaban eso. El olor penetrante se colaba por su sensible nariz mareándolo, las espinas rasgaban su fino traje y el polvo empañaba sus lustrosas botas. Pero debía aguantar, esta tarde estaba dedicada por entero a Stacia, era ella quien debía quedar presa de todas esas tonterías románticas. Aunque... si lo analizaba con detenimiento, llevaban más de 15 minutos de charla trivial que a él se le habían hecho eternos.
Quizás fuera hora de empezar a preguntar.
—Vuestro hermano montó un buen número en la reunión de ayer —comentó como si nada.
—¿Alistar? —preguntó la princesa con confusión y al ver el asentimiento de su prometido siguió —Ya sabéis como es, le encanta llamar la atención.
—Lo curioso es que poco después de hacerlo desapareció —aseguró y vio como Stacia se tensaba —Nadie lo ha visto en el castillo y claro, no es la primera vez que ocurre. Últimamente el príncipe heredero apenas pasa tiempo en su corte ¿Vos no sabréis nada al respecto?
Claus estudió con detenimiento a la joven frente a él, cada movimiento, cada expresión, cada gesto. Al igual que él, ella era vieja y a pesar de su increíble capacidad de manipularla sabía que no era tonta, al menos no del todo. Tendría que estar muy atento.
—¿Cómo podría? —la princesa se encogió de hombros tranquila y dio otro pequeño sorbo a su taza —Bien sabéis de la nula relación que tengo con mi hermano. Quizás deberíais preguntarle a su prometida.
—Oh si... —Claus asintió con una sonrisa diabólica —Nuestra querida huésped, esa encantadora bruja... —se divirtió internamente al ver la mirada chispeante de Stacia cuando alagó a otra —Resulta querida mía que es justo ella quien me ha preguntado. Debéis entender, está lejos de su casa en una corte hostil y su prometido no para de desaparecer. Es normal que tenga dudas.
—¿Y entonces acudió a vos? —aseveró ella mosqueada, apretando la taza con más fuerza de la que quizás debería y a punto estuvo de hacer trizas la porcelana bajo sus delicadas manos.
—En efecto —reconoció Claus simplemente —Así que cualquier información que tengáis de vuestro hermano deberíais proporcionármela, no es bueno que la bruja esté aburrida.
—Creo amor mío que esta conversación ya la hemos tenido en otra ocasión —dijo la princesa, volviendo a su habitual tranquilidad y su novio quiso gritar de frustración —Y como entonces, debo deciros que estoy igual de extrañada que vos. Sabéis que a mí no suelen consultarme las cosas.
—¿De los otros tampoco? —repuso con brusquedad, olvidándose del té.
—¿A qué os referís?
—A que no solo Alistar ha estado actuando raro con sus idas y venidas —se levantó de su silla dorada y rodeó la mesa para acercarse a ella, la joven no se movió —¿O acaso no echáis en falta a vuestros otros hermanos? —le alzó la barbilla y la obligó a mirarlo —Hace días que no se sabe nada de Jordan o Maximilian ¿tampoco tenéis idea de que ha sido de ellos?
—No... —susurró ella, pero Claus pudo sentir como volvía a ponerse tensa.
Me está mintiendo. Lo hizo antes y vuelve a hacerlo ahora.
Preso de la rabia, deslizó su mano hasta posarla en el delicado cuello de la joven y, con los ojos rojos, comenzó a apretar. Stacia lo miró sorprendida e intentó alejarse, pero él era un vampiro mucho más fuerte.
—Decid aquello que me ocultáis Stacia —ordenó con voz dura pero, al ver el miedo reflejado en los ojos de la princesa suavizó el semblante y aflojó en parte su agarre, hasta convertirlo en una leve caricia —¿O es que acaso no confiáis en mí?
—No sé nada de ellos... —musitó ella en voz baja, o era muy tonta o decía la verdad, pero Claus temió que fuera la primera opción —Os juro que no.
—¿Estáis conspirando contra mi acaso? —bajó la cabeza hasta rozar la oreja de la joven con sus fríos labios —Decidme querida ¿que han hecho vuestros hermanos por vos? Os han marginado durante siglos. No olvidéis que sois de mí equipo, que soy el único que ha estado a vuestro lado... —mordió ligeramente su piel y un sutil punto de sangre se hizo visible —Vos compartiréis mi destino, sea cual sea. Os habéis odiado durante siglos por una razón, no cometáis el error de uniros a ellos.
Stacia abrió los labios, lista para responder, pero una nueva presencia la hizo callar.
De mala gana, Claus soltó a su presa y se encaminó a su lado de la mesa, pero no se sentó, estaba demasiado irritado para ello. Con la paciencia pendiendo de un hilo observó como la criada humana de largos cabellos castaños colocaba más te sobre el mantel. La pobre chica no pudo más que agachar la cabeza ante la hostilidad que se respiraba y él ya no aguantó más.
—Iros —ordenó apretando los dientes y ambas féminas lo miraron sin comprender. Entonces señaló a la princesa —Sino sois capaz de ser sincera con el que será vuestro marido entonces no quiero veros. Me habéis decepcionado Stacia.
Ante las duras palabras a la vampira se le llenaron los ojos de lágrimas y Claus esperaba que en cualquier momento comenzara a suplicar y pedirle perdón. Más ella no hizo nada de eso. Con congoja se levantó de su silla y lo observó dolida.