Príncipe Oscuro 2

Capítulo 16

Silencio.

Era la única palabra que se le ocurría para describir su situación actual. El hechizo del que se encontraba presa no parecía dispuesto a romperse y ella no pensaba insistir. La sensación de la mano callosa del vampiro sobre su mentón era demasiado satisfactoria como para obviarla y sus ojos, esos penetrantes ojos azul eléctrico que calaban en su alma.

Azules, no rojos.

No sabía por qué prestaba atención a ese insignificante detalle cuando había mucho más de lo que ocuparse. Como por ejemplo el hecho de que la hubiera estado siguiendo ¿Cómo la había encontrado? ¿Venía a terminar el trabajo inconcluso? Probablemente, pero a pesar de tener casi esa certeza, seguía sin poder correr.

-¿El gato os ha comido la lengua? -repitió con el mismo tono jocoso, haciéndola estremecer con su suave pero firme voz.

-¿Me estabas espiando? -preguntó ella al fin, y se felicitó internamente por lo firme que salió su voz, con el vampiro tan extremadamente cerca era difícil concentrarse.

Al menos está bien.

Repitió aquella voz en su cabeza. Después que él intentar matarla ella no se atrevió a sentirse culpable por abandonarlo mientras agonizaba. Pero ahora se veía completamente repuesto y esperaba que eso no significara algo malo para ella.

-Hay que mantener en pie las viejas costumbres ¿No lo creéis?

Erika hizo una mueca, recordando aquella primera vez cuando se conocieron, donde él hizo prácticamente lo mismo. Parecía increíble que el vampiro lo recordara. Estaba a punto de responder pero, sin previo aviso, la mano libre de Alistar rodeó su estrecha cintura y la apegó contra su pecho, haciéndola sentir el latido desbocado de su corazón.

No, es el mío, se repitió.

-Suéltame -siseó entre dientes mientras se removía inútilmente, los brazos del vampiro parecían cadenas de hierro.

La mano en su barbilla comenzó a deslizarse lentamente por toda la longitud de su cuello, hasta posarse en el pulso que latía bajo su arteria carótida. Ella contuvo la respiración.

-No tengáis miedo -aseguró Alistar con un deje amargo en la voz -No voy a haceros daño, no esta vez.

Confirmado, era bipolar.

-Contigo nunca se sabe -lo miró directo a los ojos y lo retó con rabia -¿Qué pasa, mi señor? ¿Ya no quiere jugar al escondite?

En lugar de parecer enojado por su tono irrespetuoso, una sonrisa curvo los labios de Alistar. Sin embargo la emoción no llegó a sus ojos, haciéndolo parecer más escalofriante que divertido.

-No -repuso simplemente y, pasando los labios con delicadeza sobre su oreja, agregó en un tono peligrosamente bajo: -Hay juegos más interesantes a los que me apetece jugar con vos, Erika.

-No te atrevas -masculló ella con los dientes apretados, de repente ya no hacía frío, sino calor.

-No sé qué queréis decir... -volvió a susurrar él en tono inocente, haciendo que su piel hormigueara.

La joven cerró los ojos con fuerza, intentando resistirse sin éxito al torbellino de sensaciones que la atrapaban cada vez que se encontraba cerca del vampiro. Debía odiarlo: la había usado, herido y lastimado; y a pesar de eso el único pensamiento que cruzaba su mente era la necesidad de sentirlo más cerca.

Aunque algo tenía claro, este Alistar no era el mismo que intentó matarla la última vez. No, era el otro. Era el Alistar que la protegió, el que la llevó al baile, el que discutió y río con ella, quien le mostró sus cicatrices, aquel que le enseñó como un mundo sumido en las sombras también podía ser mágico y maravilloso.

El padre de su hijo.

Y entonces, tomándola por la barbilla, giró su rostro y la besó.

Fue un beso suave, delicado, casi como si el vampiro le estuviera pidiendo permiso para penetrar más hondo, sin forzarla. Y ella, como cada vez, se sintió arrastrada hacia él como una polilla en busca de luz, aunque bien sabía que Alistar era exactamente lo contrario.

Al no notar resistencia por su parte, el beso se hizo más profundo y anhelante, como si fuera lo único que ambos necesitaron durante tanto tiempo y a la joven le fallaron las fuerzas para alejarlo. Con ímpetu, enredó las manos en su negro cabello y lo atrajo más hacia si, necesitaba empaparse con su esencia una vez más. Era la única muestra de debilidad que estaba dispuesta a permitirse.

Pero, tan rápido como empezó, el vampiro separó sus bocas, dejándola jadeante y con las rodillas temblorosas. Siempre la misma maldita sensación.

-Por todos los dioses, moría por probaros.

-Suéltame -repitió ella únicamente como un mantra. Con Alistar tan cerca le era imposible concentrarse.

Ignorándola, Alistar bajó la cabeza hasta situarla en el hueco de su cuello. Un sudor frío bajó por su espina dorsal y sintió cada músculo de su cuerpo tensarse. Él dijo que no le haría daño ¿pero acaso podía creerle?

Sin embargo para su sorpresa el vampiro no la mordió, sino que hundió la cabeza en su pelo y aspiró fuertemente, dejándola extremadamente confundida ¿Qué diablos le pasaba? La situación era sin duda incómoda pero, por más que intentaba alejarse, poco era lo que podía hacer.

-¿Se puede saber qué haces? -espetó molesta -Porque para odiar a los perros te comportas como uno.

-Vuestro olor es diferente.

-Claro -asintió ella de mala gana -Ya me lo habías dicho, sé que "apesto" a lobo -hizo comillas con los dedos y agregó en tono burlón -Me habría bañado, pero como nunca se cuándo vendrás a matarme... Avisa la próxima vez.

-No -rebatió en tono seco, mientras seguía aspirando de forma lenta -Es un olor nuevo, diferente de esa horrible peste. Cuando nos vimos por primera vez lo sentí, pero ahora es más fuerte.

-¿Te refieres a la vez en la que casi me matas? -ella alzó los ojos al cielo.

-Más bien yo lo recuerdo al revés.

Erika frunció el ceño, aún no lograba resolver el misterio de por qué su sangre se había vuelto tan tóxica para Alistar. La única razón que le venía a la mente era su embarazo, pero eso era ridículo, no entendía en qué podía afectar eso. De todos modos esa era una teoría que no podía compartir con él. Tal vez hacerlo creer que no era el único con poderes sobrenaturales no fuera tan descabellado.




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