—Entonces... ¿La has dejado marchar así de fácil?
Shadow apartó la vista de la ventana por la que había observado a Erika marcharse hacia un par de horas, y se volteó para encontrarse con la mirada inquisidora de su hermano.
—Odio hacerle daño —admitió con un encogimiento de hombros —No puedo retenerla contra su voluntad. Nuestro trato será la mejor manera de que confíe en mí.
—¿Crees en serio que cumplirá? —bufó Leif con desconfianza —Nunca habíamos estado tan cerca, has dejado pasar una gran oportunidad.
—¿Una oportunidad de que me odie más de lo que hace ahora? —Shadow se pasó la mano por el cabello con irritación y observó la máscara tirada en el piso. El mismo lugar al que la lanzó a penas se fue Erika.
Leif se despegó de la puerta y entró en la habitación de los padres de Sara, que desde la "pequeña mudanza" ahora pertenecía a Shadow. Sin pizca de cuidado se lanzó en la cama, dejándose absorber por el suave colchón. Su hermano encarnó una ceja.
—Me gustaría estar solo —anunció Shadow con molestia.
—¿Para seguir retorciéndote en tu miseria? —se rio Leif —Te recuerdo que tienes cosas más importantes en las que pensar, tu obsesión por la humana está yendo demasiado lejos.
—No he descuidado ninguna de mis obligaciones —masculló con los dientes apretados.
—¿Ah no? —Leif se sentó de un salto y levantó un dedo para enumerar —Llevas días sin controlar a Amaia y bien sabes lo loca que está —otro dedo —Has descuidado el trato con nuestro informante vampiro, Darius está solo y sin nuestra supervisión en el castillo...
—Ese no es un problema —lo interrumpió Shadow cerrando los puños hasta que los nudillos se pusieron blancos —Amaia hizo un gran trabajo con él, está de nuestro lado.
—¿Puedes asegurarlo? —el mayor se encogió de hombros —Todas las chicas de Orkhon están locas y ella no es la excepción —fingió un exagerado estremecimiento —Nunca sé que está pensando, me da escalofríos.
—De Amaia me encargo yo —espetó el alfa molesto mientras se acercaba a la cama para encararse con su hermano.
—¿Así como te has encargado de la linda pareja que tenemos en el sótano? —Una sardónica sonrisa bailó en los labios de Leif.
—¡Eso fue cosa tuya! —se desesperó Shadow y comenzó a caminar en círculos —Tanto la chica como sus padres son tu responsabilidad.
—¿Eso significa que me das permiso para jugar con ellos? —los ojos de Leif brillaron de emoción.
—Haz lo que te dé la gana, Erika es la única que está fuera de los límites.
—Si soy sincero entiendo tu obsesión —Leif bostezó con aburrimiento —Mi querida hermanita es realmente hermosa —sonrió malicioso —No sabes cómo me gustaría tenerla en-...
La frase se cortó al momento pues Shadow, con una velocidad sobrehumana, se lanzó contra Leif y lo alzó por el cuello. Sus ojos abandonaron el verde natural y pasaron a un dorado brillante, señal de lo enojado que estaba.
—Ni siquiera te atrevas a terminar esa frase —siseó con la voz distorsionada mientras sus manos se convertían en afiladas garras que arañaban la piel de su hermano.
—Una bonita demostración sin duda —habló Leif con la respiración pesada debido a la falta de oxígeno pero sin inmutarse en lo más mínimo —Lástima que eso sea lo único que sepas hacer.
—¡Te lo advierto! —tronó Shadow apretando aún más sus garras en torno al cuello de Leif hasta que un pequeño hilo de sangre corrió, manchando la camisa —Mi paciencia hoy está al límite.
—Aún no se cómo papá pudo dejarte a cargo a ti —siguió pinchando el hermano mayor con la mirada cargada de odio —Un cobarde que no es capaz de enfrentar sus problemas, que huye de una humana y que ni siquiera puede transformarse.
—Y quien era una mejor opción ¿Tú? —esta vez fue el turno de Shadow para burlarse.
—¡Si! —admitió Leif, como si con esa declaración se quitara un gran peso de encima —Soy el mayor, el más fuerte ¡Soy mejor que tú!
Shadow se quedó callado un momento, sopesando las palabras de su hermano. La tensión en el ambiente era tan densa que podía que ser cortada con un cuchillo. Por unos cortos segundos que parecieron horas, en la habitación solo se escuchó las respiraciones agitadas de ambos.
Y de repente, como si un botón hubiese sido prendiendo en la cabeza del alfa, sonrió ampliamente. Una sonrisa más característica de alguien sumido en la locura que de una persona cuerda adornó su rostro. Lentamente atrajo a Leif hacia sí y le susurró al oído en el más bajo de los tonos:
—Y a pesar de todo eso yo soy el rey y tú el sirviente —la sonrisa se hizo más ancha aún al ver la cara de su hermano roja de furia —Que no se te olvide quien manda y lo que puedo hacerte si me desobedeces.
Y, como si se deshiciera de una molesta alimaña, Shadow soltó su cuello y lo lanzó a un lado. Mientras que el hermano menor se limpiaba con esmero unas pequeñas gotas de sangre adheridas a su piel, el mayor tosía en el suelo.
El lugar que le corresponde, analizó Shadow.
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El cielo era gris y pequeños copos de nieve caían por doquier, intentando cubrir lo extenso del paisaje. El horrible olor del humo con partículas de cenizas flotaba hasta su nariz, tan fuerte que Erika dudó de que no fuera real.
Pero no, era otro sueño.
Eso lo tenía claro, hacía más de cinco minutos que lo sabía. Casi el mismo tiempo que había observado a la chica llorar de forma desconsolada, arrodillada frente a unos escombros.
El cabello negro y sedoso de Quinella se encontraba revuelto y desparramado por sus hombros y su vestido, que antes pudo ser hermoso, se hallaba sucio y roto. Unas manchas que se quedarían para siempre, así como el dolor que debía sentir. Pensando en la última línea de acontecimientos en los sueños que había tenido, no era necesario ser un genio para saber lo que había pasado.
Alais.
No había cuerpo, solo un montículo de cenizas y restos de carbón y Erika se alegró internamente. No creía haber soportado ver el cuerpo quemado y sin vida de alguien. Quizás se la hubieran llevado, o quizás se hubiera consumido por completo. Pasara lo que pasara fue hace varias horas, las suficientes para que las piedras que antes habían ardido ahora se encontraran casi congeladas.