Erika observó a su alrededor desorientada, no reconocía para nada el lugar. Aunque se alegraba mucho de no hacerlo, casi prefería el castillo oscuro a esta pocilga.
Parecía el interior de una cabaña de bosque, sucia y destartalada. El suelo había perdido el piso hacía mucho y solo lucía como una extensión del propio bosque, con tierra y hierba. Sobre su cabeza estaba lo que algún día fue el foco de luz, apagado y con un agujero enorme. No había mucho que ver en realidad, los escasos metros de la casa solo contenían una destartalada mesa de herramientas, cuatro sillas roídas que la joven dudaba pudieran sostener a una persona y la cama donde se encontraba en ese momento. Algunas de las tablas que debían constituir el cuerpo de la construcción se encontraban caídas, dejando entrar los suaves rayos del Sol.
Un momento ¿Sol?
—¿Cuánto tiempo he dormido? —preguntó preocupada abriendo los ojos a más no poder ¿Cuánto tiempo llevaba ya sin pasar por casa?
—Eso no importa —habló Alistar malhumorado parándose frente a ella —Os he preguntado quién es Arstan.
Erika tuvo que hacer un gran esfuerzo por contener las ganas de reír. Allí estaba él, el gran y poderoso príncipe vampiro, heredero de un imperio, con sus finos y caros ropajes en el centro de una casucha que muy pronto les caería encima preguntando por su relación con un niño pequeño al que acababa de conocer. Si lo pensaba era demasiado divertido.
—¿Se puede saber que os resulta tan gracioso? —gruñó aparentando los puños.
La joven estaba a punto de contestar cuando en ese momento la puerta de la cabaña se abrió con un fuerte golpe que casi la desmonta de la débil bisagra. Con aire ceremonioso entró el secuaz que faltaba, ya se estaba preguntando dónde se había metido.
—La dejasteis sola, ha hecho nuevos amigos, es normal que tenga otros "intereses". Además, vos estáis prometido —Jordan le guiñó un ojo a Alistar y avanzó hasta donde estaba Erika, tendiéndole una bolsa que olía increíblemente bien —Por la paz.
—¿Así que ahora eres su sirviente? —se rio la joven mientras tomaba lo que le tendía y comenzaba a revisarlo. Estaba famélica.
Casi chilla de alegría cuando ve las dos grandes donas de chocolate ocultas en el fondo del paquete. Su estómago crujió de anticipación cuando sacó la primera y la observó con reverencia, antes de darle un gran mordisco bajo la atenta mirada de los vampiros.
—¿Qué puedo decir? —Jordan se encogió de hombros con humor —Cuando el futuro rey viene a rogarme por favores es mi deber ayudar.
—Yo no os rogué —espetó Alistar molesto cruzándose de brazos al tiempo que se apoyaba en la carcomida pared al frente de la cama de Erika —Os di una orden.
—Bueno... —repuso Jordan con otro encogimiento de hombros —Cada cual lo recuerda diferente.
—Y vos —esta vez Alistar dirigió su mirada a Erika que tenía los cachetes inflados —Con lo que coméis no sé cómo seguís manteniéndoos delgada.
—Últimamente he tenido mucha hambre —explicó ella una vez desocupó su boca.
—¿Y eso por qu-...?
Alistar no consiguió terminar pues, casi tan rápido como una criatura sobrenatural, Erika se puso en pie haciendo chirrear los desgastados muelles y corrió al extremo más alejado de la cabaña. Sin poder mantenerse en pie se dejó caer presa del mareo y en un segundo se encontraba expulsando todo lo que acababa de comer.
—¿Os encontráis bien? —preguntó Alistar con el rostro teñido de preocupación llegando a su lado.
Erika, en lugar de responder se agarró a su camisa con tanta fuerza que temió romperla. Los nudillos se le pusieron blancos como el papel y las manos no dejaban de temblarle. Sin embargo el vampiro, a pesar de lo asqueroso de la situación, la envolvió en sus brazos y susurró con voz tranquilizadora:
—Respira... —con una de sus manos apartó el pelo que se le había metido en los ojos para dejarle el camino libre, pero por suerte no volvió a vomitar.
Cinco minutos tuvieron que pasar en esa posición hasta que la joven consiguió tranquilizarse y que sus ojos dejaran de llorar. Alistar por su parte no se movió un milímetro, fue un apoyo silencioso de todo el proceso.
—Gracias —expresó ella cuando consiguió hablar de nuevo intentando incorporarse con la ayuda de Alistar que no parecía dispuesto a soltarla.
Antes de que pudiera protestar, el vampiro la cargó en sus brazos y la llevó de vuelta a la cama. La cara de Erika estaba completamente roja por la vergüenza ¡menudo espectáculo! Después de esto no volvería a comer frente a nadie. Bueno, al menos no hasta que arreglara su "problemita".
—¿Estáis enferma? —inquirió Alistar con preocupación sentándose a su lado —Si es así yo puedo daros mi sangre. Os hará sentir mejor.
—No es eso —murmuró Erika sin saber cómo explicar la situación ¿le creería si le desea que esperaba un bebé suyo? Probablemente no.
—A las de nuestra especie les ocurre algo parecido —explicó Jordan divertido sentándose en una de las destartaladas sillas que para sorpresa de todos no se rompió —Ya sabéis... cuando engendran bebés.
—¿Estáis embaraza? —Alistar la miró horrorizado con los ojos más abiertos de lo que los había tenido nunca.
—Su buen amigo Arstan, tan presente en sus sueños, quizás tuvo algo que ver —continuó adivinando Jordan pero alzó las manos en son de paz ante las miradas asesinas que le dirigieron los otros dos.
—¿Es eso cierto? —preguntó Alistar aparentando los puños mientras se levantaba de la cama y se alejaba de ella.
—¡Claro que no! —gritó frustrada y ambos vampiros le clavaron la mirada —Arstan es un amigo y no estoy embarazada —suspiró sonoramente esperando que le creyeran —Solo me cayó mal algo que comí, es común en humanos y para nada grave —ambos asintieron no muy convencidos y ella deseo poder retorcerles el cuello —¡Además no tengo que darles explicaciones a ninguno de los dos!
—¡Por supuesto que sí! —tronó Alistar a su vez.