El grupo, sin necesidad de más aclaración, se lanzó a correr por las solitarias calles. La oscuridad era total y el calmado silencio solo era atravesado por el repiquetear de los tacones de Sara, las respiraciones jadeantes y los gruñidos de las bestias. Todos estaba agitados y avanzaban sin la menor coordinación, pero increíblemente el único que parecía genuinamente sorprendido era David, un dato que Erika no pasó por alto.
Los monstruos, disfrutando de la situación, los seguían de cerca, más no les daban alcance, era como si simplemente se mantuvieran jugando con la comida del plato, conscientes de que ellos no podrían escapar. Aunque claro, no era más que una teoría, en esos ojos amarillos no brillaba el menor rastro de inteligencia. Parecían títeres amaestrados siguiendo las indicaciones de su amo ¿Pero quién podría ser? Como incluso Leif mencionó esos seres pertenecían a Shadow ¿Acaso era él quien intentaba matarlos? Una mirada hacia el herido lobo le hizo descartar la idea, quería creer que él nunca le haría daño a su propio hermano ¿Entonces había sido una rebelión? Todo era demasiado confuso.
Luego de varios minutos de carrera, y con las fuerzas comenzando a fallar, los jóvenes no paraban de buscar algún buen escondite. Pero, para sorpresa de todos en la calle no había una sola alma por más que avanzaban ¿A dónde había ido toda la gente? Los gruñidos resonaron a sus espaldas cada vez más cerca y Erika decidió que era mejor no voltearse. Pero no sabía cuánto más aguantaría, estaba exhausta y el vientre comenzaba a dolerle.
Por favor ahora no, rogó a cualquier Dios o entidad invisible que la ayudara a mantenerse firme en una situación crítica. No podía darse el lujo de quedar fuera de combate.
Los irritantes chillidos de David eran peores que cualquier sonido de los monstruos y, desde hace rato, en la cara de Leif solo se vislumbraban las fantasías que tenía sobre callarlo. Ella, por su parte, intentó ser lo más compresiva posible, enterarte de la existencia de seres sobrenaturales con unos monstruos humanoides persiguiéndote para matarte no era la mejor manera sin duda.
Pero ya podría tomárselo como Camila.
Erika le dirigió una mirada de soslayo, intentando detallarla bien a pesar del sudor y el cansancio. Su semblante lucía preocupado, igual al de todos. Pero, a pesar de eso, no lucía histérica como el chico. Se atrevería a decir que, de todos, era incluso la más relajada ¿Lo había aceptado así de fácil o solo era producto del shock? Fuera como fuera esperaba tener tiempo de recibir todas las explicaciones.
—¡¿Qué diablos es esto?! —gritó David con lágrimas en los ojos presidiendo la marcha. Detrás de él iban Erika y Camila y, aún más atrás, Sara y Leif.
—Creo que este no es el mejor momento para explicaciones —respondió Camila con la respiración entrecortada.
Un gritó ensordecedor desgarró el aire y Erika detuvo su marcha abruptamente. Unos pasos por detrás de ella, yacía Sara tirada sobre el pavimento sobándose la pierna derecha. La joven no tenía demasiada visibilidad, pero probablemente se hubiese torcido el tobillo producto a los altos tacones.
—¡Sara! —exclamó preocupada corriendo a su lado al notar que todos parecían dispuestos a abandonarla. Incluso Leif, que era su guardián, había pasado veloz sin dedicarle una mirada.
—Pero qué demonios... —gruñó Leif con fastidio quien ya había adelantado bastante al ver como la rubia se devolvía en dirección a los monstruos —¡Maldita sea Erika, vuelve aquí!
Pero la joven no le hizo el más mínimo caso. David y Camila, de forma reticente, también detuvieron su carrera y observaron con premura a las rezagadas. Erika, por su parte, tragó fuertemente al ver que las criaturas estaban ahora a pocos metros y las miraban fijamente. Un escalofrío la recorrió. Los monstruos podían atacarlas de quererlo, pero solo esperaban ¿A qué? ¿Quizás era más divertido acabar con sus fuerzas primero? ¿Qué pretendían estos seres?
—¿Puedes pararte? —preguntó a una llorosa Sara que no paraba de hipar mientras se arrodillaba a su lado.
La joven de cabellos negros solo asintió con la cabeza y, ayudándose de los brazos de Erika, fue incorporándose. Pero, una vez el pie herido volvió a entrar en contacto con el suelo, perdió el equilibrio y se precipitó hacia atrás llevándose a Erika consigo. La rubia maldijo sonoramente al caer sobre su amiga mientras que la de abajo gemía de dolor.
Al ver la escena, Camila regresó también hacia ellas pero, justo cuando pretendía tomar a Erika de los hombros para ayudarla a levantar, una de las criaturas, harta de esperar, las alcanzó. El monstruo de mirada perdida se alzó frente a ellas y las chicas, sin lugar para correr y en una posición para nada favorecedora, cerraron los ojos con fuerza esperando el impacto de las garras.
Más este nunca llegó. En su lugar un nuevo gruñido resonó en el aire. Saltando por sobre las jóvenes un gran lobo gris caía sobre la bestia lanzándolo con él varios metros lejos de sus víctimas. Ante la mirada asombrada de todos, el animal le desgarró la garganta a su presa en un movimiento rápido y se quedó quieto, sirviendo de escudo entre las jóvenes y los seres que aún quedaban.
Recuperada del shock, Erika se dejó arrastrar por Camila y luego ambas levantaron a Sara, cada una por un hombro ¿Y ahora quién diablos era ese lobo? Pero, con un pequeño repaso a su alrededor, rápidamente notó quién faltaba y no fue difícil de adivinar.
Leif.
El lobo con el hocico ensangrentado y cojeando de una pata, levantó la mirada y realizó un asentimiento con la cabeza, incitándolas a marcharse al tiempo que se lanzaba sobre otra criatura y la sacudía. El nuevo monstruo aulló de dolor ante el ataque y clavó sus garras en la tierna carne del animal, provocando una nueva herida. Pronto ambos estuvieron enredados en una pelea llenos de sangre, sin poder adivinar cuál pertenecía a cada uno.