—¿Y bien? —preguntó Shadow irritado cruzándose de brazos.
Todos se encogieron de hombros y Camila desvió la mirada, por alguna razón parecían asustados de tratar con él. Aunque no era para menos, Erika casi podía asegurar que si alguien le quitase la máscara en este momento se encontraría con un rostro totalmente rojo. Incluso, aunque la diana de tamaña molestia no fuera ella misma, se sentía incómoda al presenciar un cambio tan evidente en un hombre de naturaleza amable y apacible.
Shadow, después de rescatarlos de los monstruos que querían matarlos y de haberse asegurado que ella no se encontraba herida, simplemente se había alejado con los puños apretados y sin pronunciar palabra. El callejón transmitía una grotesca imagen con sangre y cuerpos desmembrados por todas partes pero, al parecer, eso no le preocupaba a nadie.
El regreso a casa de Sara lo habían hecho en completo silencio, cada uno por su cuenta en su propio auto. Excepto Erika claro. Ella había tenido que volver en el Audi negro último modelo de Shadow, sentada como copiloto a su lado. Otra sorpresa para agregar a la noche, ni siquiera sabía que tendría un vehículo así o, que un ser de otro mundo como él, pudiera conducir.
—¿Qué pasó con Leif? —fue la contra pregunta que hizo Erika al ver que nadie más parecía dispuesto a hablar.
Shadow bufó y, como si se olvidara que usaba una máscara, se llevó los dedos a la cien. No era la primera vez que le hacía esa pregunta. En todo el viaje de regreso era de lo único que había hablado todo el tiempo, expresando su preocupación de todas las maneras posibles. Pero la sombra, sumido en su propia mente, no le había respondido una sola vez a sus cuestionantes. Y ella temía que eso pudiera significar algo bien malo.
Un escalofrío la recorrió al solo imaginar a Leif muerto.
—Él está bien —explicó Shadow al fin y ella dejó escapar el aire que no sabía que estaba conteniendo.
—Menos mal —se llevó una mano al pecho con alivio y todos la observaron curiosos.
Shadow asintió despacio y volvió a dirigir su penetrante mirada hacia Sara y Camila.
Los lobos que los habían ayudado, luego de hacer su trabajo se habían quedado en el lugar del altercado, sin seguirlos, y Erika intuyó que ahora su labor sería deshacer la evidencia. De los demás no había sabido nada. Solo al cruzar el umbral de la casa se encontró esperando en la sala a Sara y Camila paseándose con nerviosismo y, a penas vieron a Shadow, se sentaron con velocidad en los asientos como si esperaran una importante reunión. La rubia, sin tener mucha idea de que estaba pasando, las imitó, más por no saber que hacer que por miedo.
Sus amigas eran un verdadero desastre y se preguntó el motivo por el cual no hablaban de lo sea que necesitaran luego de una relajante ducha. El cabello lo traían enmarañado, los brazos con rayones rojizos, la cara sucia y la ropa desgarrada y llena de sangre. Erika hizo una mueca al pensar que ella debía verse exactamente igual.
—No sabemos qué ha pasado —habló Camila al fin —Nos emboscaron.
Erika frunció el ceño y le dirigió una mirada mordaz que la morena ignoró. Aún recordaba la forma en la que la había salvado y, a pesar de que lo agradecía, no paraba de preguntarse qué diablos escondía ni por qué le había mentido todo el tiempo ¿Acaso había sido obligada como Sara? Si, esa parecía ser la opción más acertada. Solo esperaba poder tenerla a solas para confirmar sus sospechas y, como fueran ciertas y Shadow hubiera utilizado a otra de las personas a su alrededor como marioneta, se las iba a ver con ella.
—Las emboscaron... Entiendo —repitió el enmascarado con una calma que daba miedo y una risa seca se le escapó —Ahora ¿alguien puede explicarme por qué nuestros aliados los atacaron?
—Eso deberías saberlo tú hermanito —dijo una voz socarrona a espaldas de Erika y ella se volteó al momento, reconociéndola —A fin de cuentas esos monstruos están a tu cargo.
Allí, entrando por la puerta y perfectamente sano, se encontraba Leif con su característica sonrisa. La camisa la había perdido y todo su torso estaba vendado pero, después de tan brutal pelea, era sorprendente que siquiera estuviera vivo.
—¡Y ella estaba a tú cargo! —gritó Shadow a su vez señalando a Erika, haciendo que las chicas brincaran en su lugar por lo agresivo del tono —Te ordené que la protegieras y casi la matan ¡Debería arrancarte la cabeza por incompetente!
Leif, sin hacer demasiado caso, se encogió de hombros con firmeza y penetro en la habitación, hasta quedar al lado de su hermano y frente a las asustadas jóvenes. Al parecer la irritación de Shadow solo era una experiencia divertida para él. Sin embargo Erika notó que, a pesar de su postura y actitud relajada, no se encontraba bien como quería hacer ver. El lento caminar y las casi imperceptibles muecas ante cualquier gesto, delataban el dolor que debía estar sintiendo.
—Hice lo que pude, está viva —repuso a su vez señalando a la rubia —No me culpes sino eres capaz de controlar a tus mascotas. Lo que ha pasado es solo tu responsabilidad y de nadie más.
Shadow gritó y pateó con toda su fuerza el sillón que tenía más cercano, haciéndolo volar por los aires y romperse contra la pared. Con irritación, comenzó a pasearse en repetitivos círculos por el lugar. Al parecer no había tomado nada bien las palabras de su hermano.
—No sé cómo ha podido pasar —masculló con los dientes apretados, aceptando su parte de la culpa —Ni siquiera fui yo quien los trajo a este mundo.
—No seas tonto, es obvio lo que ha pasado —expuso Leif con simpleza y Shadow se paró para observarlo. Las chicas también le dirigieron toda su atención —Solo hay una persona a parte de ti que controla a esos monstruos. La que debería estarlos cuidando en este momento, por cierto.
—¿Dices que esto ha sido preparado por Amaia? —a pesar de no poder verle la expresión, su voz reflejaba la clara incredulidad que sentía.