Alistar se quedó atónito mirando a la persona frente él. De todos los que podrían haber ido a buscarle nunca espero que su padre delegara el trabajo en este individuo en particular. Porque no se engañaba, era obvio que no se trataba de una visita de cortesía. Al principio no lo había reconocido pues, después de casi 30 años sin verse, el cambio era sin duda notable. El cabello lo traía más corto y su look descuidado había desaparecido. Sin embargo no quedaba ninguna duda, era capaz de reconocer esos ojos cafés, que lo miraban divertido, en cualquier parte.
–Vaya... parece que alguien se ha dado un gran banquete por aquí –comentó Marcel observando el conejo desangrado en el suelo –nunca pensé que fuera tu estilo.
El gran lobo solo gruño en respuesta.
Tiene que ser una broma
–Pero bueno –siguió hablando el recién llegado con una sonrisa –¿es que piensas quedarte toda la noche así?
El lobo le lanzó una mirada asesina, pero, lejos de tirarse sobre él y atacarlo, como era su deseo, solo asintió y se alejó un poco. Ante los ojos del hombre, que observaba sin gota de sorpresa, empezó a levantarse una espesa bruma que cubrió por completo al animal mientras se erguía más y más, hasta que poco a poco comenzó a tomar su forma humana, la de un chico completamente desnudo.
Sin ningún tipo de pudor Alistar le plantó cara malhumorado.
–¿Qué hacéis aquí? –gruño.
Marcel lo ignoró y levanto una pequeña bolsa de tela que tiró a los pies de Alistar.
–Lo mejor será que te vistas –dijo mientras le miraba de arriba abajo –no me lo tomes a mal, pero no me apetece mucho hablar contigo tan... "al natural".
–Poco importa lo que prefieras –respondió este de malos modos mientras tomaba la bolsa y examinaba su contenido –Os hice una pregunta y espero una respuesta.
–Vaya... tan amigable como siempre –suspiro Marcel exasperado mientras levantaba los brazos en señal de rendición –Ya comenzaba a extrañar ese acento tan característico, se siente como en casa, hace siglos que…
–¿Y bien? –le increpó.
–Solo pasaba por aquí y creí educado llegar a saludar a un viejo camarada –se llevó la mano al pecho con dramatismo y prosiguió –pero mira como me tratas, me hieres...
–¿Me tomáis por tonto acaso? Apostaría lo que fuera a que el rey os envió a buscarme, pero dejadme deciros que... –Alistar hizo una pausa mientras terminaba de sacar el contenido del paquete –¿Se puede saber qué diablos me has traído? –preguntó con el ceño fruncido mientras observaba con recelo el pantalón negro y la camisa del mismo color que reposaban sobre la hierba.
–Ropa mi buen amigo, ropa de aquí para ser más exactos, por lo que veo vas a estar una temporada por este lugar y en tal caso tendrás que vestirte acorde.
–¿Quieres decir como tú? –ironizó él mientras comenzaba a vestirse.
La ropa no era del todo mala, de haber nacido en este extraño mundo podría hasta haberla apreciado, pero no se quejaba, al menos no era algo como lo que traía el que se la había dado. Sintió escalofríos solo de pensarlo.
Marcel iba vestido con un conjunto mucho más… “pintoresco” por llamarlo de alguna manera. Pantalones rotos en las rodillas como si hubiese salido mal parado de alguna pelea y de un material que, en opinión de Alistar, no se veía demasiado cómodo. Pero sin duda lo peor era la camisa, era irónico pensar que uno de los mejores espías del reino se presentara con esa cosa de flores rosas. Al menos esperaba que el rey no lo hubiese visto así. Aunque no sabía de que se sorprendía, Marcel era la correcta definición de la palabra “extravagancia”.
–Exactamente como yo, quizás hasta te deje que me copies el peinado.
–Preferiría que me clavasen una estaca en el corazón –a pesar del refunfuñar de Alistar ambos terminaron riendo divertidos.
–¿Sabes? Te echaba de menos –se sinceró Marcel.
–¿Entonces debo creer que es ese el motivo de tu repentina visita?
–Sabes que no...
–Eso quiere decir que tengo razón y mi querido padre te ha enviado –Alistar observó enojado como su amigo no lo negaba.
–¿Vas a volver?
–Pronto, aún tengo algunos asuntos que resolver aquí.
–¿Te refieres a esa chica humana? –Marcel hizo una mueca de evidente desagrado.
–¿Ahora te dedicas a espiarme? –se sentía indignado.
–No está mal –le dijo ignorándolo –reconozco que es bonita, pero aun así sigue sin ser nada especial, no deberías encapricharte con ella, tienes especímenes mejores en casa.
–No estoy encaprichado con nadie –Alistar apretaba los dientes –aunque me asalta la duda... ¿desde hace cuánto me sigues?
Marcel tenía una extraña habilidad que lo hacía pasar inadvertido para el resto de seres sobrenaturales. Siendo incapaces de reparar en su presencia como pasaría normalmente, al menos con alguien tan poderoso como Alistar. Por este peculiar don era el encargado de realizar los trabajos de espionaje más importantes y arriesgados, pero al parecer ahora lo habían delegado a la misión de niñera.
–Eso no importa ahora... –si le dijera todo el tiempo que lo había seguido, Alistar sin duda lo mataría –pero explícame algo, si no estás encaprichado con ella ¿entonces para que la quieres? ¿Por qué no solo volvemos y ya?
–Me resulta interesante nada más –Alistar se encogió de hombros – nunca había visto a los humanos de ese modo, tan... tan llenos de vida, es estimulante jugar con ellos, los de nuestro mundo son diferente...
–Créeme... he pasado mucho más tiempo en este mundo que tú y he visto humanos mucho peores que los de casa –Marcel hizo una mueca –se traicionan, se mienten, se engañan e incluso llegan al punto de matarse entre ellos...
–No son tan diferentes a nosotros en ese caso –afirmó.
–Si lo son, los conflictos en nuestro mundo se dan más bien por la obtención de poder e incluso nosotros tenemos reglas que nunca romperíamos, para ellos no existen límites, son egoístas por naturaleza ¿y sabes por qué? Por esto –Marcel se sacó del bolsillo un papel verde que Alistar observó asombrado.