Príncipe Oscuro

Capitulo VIII

De nuevo aquí, en el claro del bosque que tan bien conocía. Ya era la segunda vez esta semana, el período más corto que había permanecido lejos de este lugar. Normalmente siempre dejaba pasar bastante tiempo entre visita y visita, necesitaba tomar valor para enfrentarse cada vez a sus temores.

Pero esta vez no venía por su hermano como tantas otras, esta vez estaba buscando a otra persona. No sabía en qué loca idea se le ocurrió que podría estar aquí, él no era como ella, él no tenía ataduras a este sitio. Pero a pesar de eso, algo en su interior le decía que estaba en el lugar correcto, algo le decía que aquí iba a encontrarlo. De todos modos tampoco es que tuviera otro sitio en el que buscar, recién ahora se daba cuenta de lo poco que sabía de él.

Quizás después de todo el hombre que le aparecía sueños tuviera razón y lo mejor para ella seria simplemente mantenerse alejada como él sugirió. Pero... ¿por qué habría de creer en las palabras de un extraño? Eso intentaba decirse a sí misma cada segundo, eso es lo que le ayudaba a olvidarse de esa sensación que le decía a gritos que ya se habían visto antes ¿pero cómo sería eso posible? Sentía como si todas las respuestas estuvieran al alcance de su mano, pero cada vez que intentaba tomarlas simplemente se desvanecían, era extremadamente frustrante.

Todo es su culpa, todos los problemas de Erika se desencadenaron desde el momento en que lo conoció. No sabía por qué le interesaba. No sabía que vio ese maldito vampiro en ella y por qué no dejaba de atormentarla. No sabía por qué diablos se sentía tan condenadamente atraída hacia él… Era como una especie de magnetismo que no lograba comprender y tampoco quería hacerlo. Quería de vuelta la vida que tenía antes, como si los problemas no fueran suficientes ya. Daría lo que fuera por retroceder el tiempo al menos un mes atrás, donde aún vivía pacíficamente con su vida de mentiras y su novio falso. Sabía que lo mejor que le pudo haber pasado es que todo se descubriera al fin, pero no podía evitar pensar que antes todo era más fácil.

–¡Alistar! ¡Alistar! –lo llamo Erika a voz de grito sin recibir respuesta –¿Estás ahí?

El silencio era el único que respondía a sus constantes llamados, él no estaba aquí. Llevaba unas dos horas buscándolo sin descanso por todo el lugar y no había ni el menor rastro de él. Debió haber sabido que todo esto sería inútil, ni siquiera se le ocurría en que cabeza podía caber que él fuera a vivir aquí... en medio del bosque... sin duda una tontería. Que fuera un vampiro no quería decir que fuera estúpido, seguramente tenía una cómoda casa en la ciudad donde se dedicaba a hacer lo que sea que hicieran los de su especie.

Ahora que lo pensaba se daba cuenta de que no sabía absolutamente nada acerca de los vampiros, solo lo que ponía en alguno que otro libro que se había leído de pequeña y que evidentemente no aplicaban con él. Como por ejemplo, se supone que los vampiros se queman con el Sol y recordaba que la última vez que lo había visto era de día y además... definitivamente no parecía una especie de muerto viviente flaco y sin vida o alguno de los bichos extraños que había visto en las pelis, él era... diferente.

Pero había algo en lo que si se parecía a los que ella conocía... ambos eran monstruos. Alistar era hermoso, hablaba bien, te hipnotizaba... y precisamente por eso era el más peligroso de todos, porque no sabías que estabas en peligro hasta que fuera tarde. Es como una planta carnívora, que desprende una sustancia adictiva para los insectos que van como hechizados hacia ella y cuando menos se lo imaginan ella los devora sin compasión. Quizás eso fue lo que pasó con Sara ¿pero por qué? ¿Qué objetivo tendría que ese ser le hiciera daño?

Erika suelta un largo suspiro y se detiene al fin, se negaba a seguir haciendo el papel de tonta, era hora de regresar a casa. Ahora que estaba más calmada veía las cosas de otro modo ¿qué diablos pretendía al venir aquí? ¿Acaso correr el mismo destino que Sara? ¿Cómo había siquiera imaginado que ella podría vencer a ese ser despiadado? Todo lo hizo en un impulso... ni siquiera hubiese sabido que decirle si en verdad lo hubiese encontrado. Además... Sara no se merecía su preocupación. Seguramente Camila tenía razón y solo estaba pasando la mona en casa de algún chico por ahí, nada de qué preocuparse.

–¿Os vais tan pronto? –Erika escucha una voz burlona a sus espaldas y ni siquiera tiene que voltearse para saber de quién se trata.

–A-Alistar... –se voltea y tartamudea al ser tomada por sorpresa, pero enseguida recupera el control –¿Qué haces aquí?

–Me llamasteis –afirma y luego su voz cambia a un tono más ronco, seductor, que parece resonarle en los oídos a pesar del metro y medio que los separa –Siempre que me llames vendré...

–¿P-pero cómo? –pregunta la chica confundida.

–No os preocupéis, tengo mis métodos –le dedica una sonrisa –ahora... ¿para qué me buscabais?

–¿No se te ocurre nada? –espeta ella molesta mientras se cruza de brazos –¿no tienes ni la menor idea de que puede ser?

–Querida –le rebate él, burlón –sé que tengo varios dones especiales pero desgraciadamente entre ellos no se encuentra la adivinación... una lástima si me lo preguntan, me habría venido de maravilla.

–No te hagas el gracioso –le dice Erika, que no se crea que va a tomarle el pelo –sabes bien por qué estoy aquí.

–La verdad es que no... Iluminadme...

–¡Por Sara! –Grita de una vez exasperada –¡Quiero saber qué diablos le hiciste!

–¿Sara? –el vampiro la mira confundido –No sé de qué habláis...

–¡Oh por favor! ¡No te hagas el tonto! –lo acusa ella –¡Incluso la amenazaste cuando estabas conmigo y ahora está desaparecida ¡evidentemente tu tuviste algo que ver!

–Ahhh... así que es esa chica... desconocía su nombre...

–¿Entonces lo admites? ¿Admites que le hiciste algo?

–Espera, espera muñeca –levanta las manos divertido –yo nunca dije tal cosa, no te voy a negar que hubiese disfrutado muchísimo desgarrándole la garganta a esa chica pero evidentemente alguien se me adelantó.




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