Con extrema suavidad, cuidando de no despertarla, Alistar deposita a Erika sobre las blancas sábanas de la cama en la que será su habitación a partir de ahora. Sabe que es del todo inútil pues, gracias a lo que hizo hace un rato, sus ojos no se abrirían en un buen tiempo, sin embargo deseaba hacerlo.
La observa dormir y no puede más que aceptar que se ve hermosa. Su cabello rubio se encuentra desparramado sobre el colchón y eso, sumado al sutil y acompasado ritmo de su respiración le daban un aspecto sumamente tranquilo, incluso tierno...
Alistar ríe interiormente de su propia afirmación. Esa pequeña arpía que se encontraba ante sí tenía tanto de tierna como él de amable. Reconocía que por un momento esa fachada de niña buena había logrado engañarlo, aunque rápidamente descubrió la verdad, no era diferente al resto de las chicas que conocía, no era diferente a él mismo.
Estaba llegando a creer realmente que haber dejado vivir a esta pequeña criatura no había sido un desperdicio después de todo. Era molesta, sí, eso no lo negaba y tenía una cualidad casi sobrehumana de llevar su escasa paciencia al límite. Sin embargo no podía dejar de admitir cuanto lo divertía su nueva adquisición: su mirada altiva, su pose retadora… incluso cuando supo lo que era no retrocedió un milímetro y lograba esconder su miedo tan bien que, de no haber sido él mismo un experto en el tema, hasta juraría que no lo había tenido. Iba a ser un verdadero placer romperla, ver hasta donde llegaba su resistencia, cuanto aguantaba antes de someterse a él.
Aunque no estaba de más de decir que se había sentido incluso decepcionado por lo fácil que había sido convencerla de traerla con él. Por un momento creyó que no se dejaría envolver con cosas tan simples como un puñado de riqueza y pensó que quizás necesitaría recurrir a otros métodos. Para beneficio de ella y aburrimiento de Alistar eso no fue necesario. No sabía en que estaba pensando, las criaturas, en especial las humanas, eran codiciosas por naturaleza y, tal como advirtió Marcel, hacían lo que fuera por dinero, así que una chica acostumbrada a gustos caros como ella no sería diferente.
Ah pero si pensaba que aquí se las iba a dar de gran reina no sabía lo equivocada que estaba. Alistar se encargaría de que su estancia en el castillo fuera un total infierno, sería divertido ver cómo se las arreglaba esa niña estirada para cumplir con los requisitos que aquí se exigían. Así que no podía decir que no le agradase la situación, al contrario, no podía esperar para empezar…
–No os quedéis parada en la puerta, entrad si vais a hacerlo –dice Alistar de malos modos al verse interrumpido –odio que me espíen.
–P-perdonadme señor... –trastabilló avergonzada y el vampiro sonrió interiormente.
Quizás ella no lo supiera pero Alistar la había oído desde que venía por el pasillo y le parecía una total falta de respeto que se hubiera atrevido a quedarse observando, a observarlo… cuando esa era la primera regla que se les grababa a fuego a todos los sirvientes del castillo: vista abajo. Inconscientemente pensó divertido en como Erika se las arreglaría con dicha regla.
Desechando esos pensamientos se voltea irritado para encararse con la humana y, tal como imagino, no la conocía. Que fuera nueva explicaba su descuido, pero eso no quería decir que fuera a tolerarlo, ninguna infracción debía quedar sin castigo y menos una afrenta al príncipe. Mandaría a que hablasen con su superior más tarde.
–Que no se vuelva a repetir algo como esto –le informa con voz dura y la chica se encogió mas si cabía, su miedo era palpable –o si no habrá consecuencias ¿he sido claro?
La sirvienta lo observa con nerviosismo y asiente, pero no se va. Alistar suspira fastidiado, es obvio que a pesar del terror que le produce también se encuentra encandilada por él. En caso normal solo se divertiría con las atenciones que ella parecía dispuesta a ofrecerle, pero hoy no se encontraba de humor para tales fines y tanto escrutinio comenzaba a ponerlo nervioso, y eso no era bueno… para ella. Tendría que dejar claro algunos puntos importantes.
El vampiro encarna una ceja esperando la respuesta que no llega y la criada parece despertar de su letargo.
–P-perfectamente mi señor... –dice rápidamente –es solo que... bueno... ya he terminado el trabajo y venía a descansar... lo siento... –se disculpa nuevamente –no sabía que estabais aquí... y con compañía.
–Esta chica que veis aquí se llama Erika –le explica el príncipe haciendo alusión a la "compañía" que mencionó –y por lo que podéis apreciar será vuestra nueva compañera de habitación.
–¿Mi compañera? –abre los ojos sorprendida, al parecer esperaba cualquier cosa menos eso –Pero ella... ella parece...
–¿Si? –inquiere Alistar exhortándola a continuar, aunque ya puede imaginar que va a decir–Ella parece tan diferente a nosotros –suspira –tan hermosa, tan delicada... no creo que el trabajo duro le haga bien, a simple vista podría decir que no está acostumbrada a él.
–Que este o no acostumbrada no es mi asunto... ni el vuestro ya que estamos –le dice él con reproche y a la joven se le ponen los pelos de punta, pero lo ignora –lo que necesite saber lo aprenderá y con respecto a lo otro os equivocáis, ella no es en nada diferente a vosotros, ya podréis comprobarlo más adelante.
–¡Le pido disculpas! –agacha la cabeza y retrocede un poco, la pobre debe haber pensado que lo había enfadado, ilusa... por su bien esperaba que nunca lo viera así –He sido demasiado impertinente con usted majestad, por favor olvide todo lo que he dicho, siento haberlo importunado.
–Da igual... –dice el aludido solo por salir del paso –Tengo cosas que hacer así que me retiro ¿crees que podré dejar a la nueva sin que haya problemas?
–Absolutamente señor, usted manda, puede designar lo que crea conveniente –le dice y Alistar la mira con molestia, era una pregunta retórica, él es el príncipe, de todos modos haría lo que le diera la gana, como ella misma aclaró su opinión carecía de importancia.