Príncipe Oscuro

Capítulo XII

–¡¿Se puede saber que hacen aquí perdiendo el tiempo?!

El inesperado grito sobresalta a las chicas, estaban tan concentradas en su diálogo que no se percataron del chirrido de la puerta al ser abierta. Tanto Nathalie como Erika se voltean sorprendidas, concentrando su atención en la mujer mayor que las observaba con cara de pocos amigos.

Erika miró a su compañera, buscando algún tipo de reconocimiento por su parte ante la inesperada visita, pensaba que al menos le dirigiría algunas palabras de reproche por haber interrumpido de forma tan grosera una conversación privada sin ni siquiera haber tocado la puerta. Pero lejos de eso, Nathalie apenas respiraba y su rostro estaba tan blanco como quien acaba de ver un fantasma.

–S-señora Ma-Margaret... este... yo... –comenzó a excusarse la castaña pero fue cortada de malos modos por la anciana.

–¡Ni una palabra Nathalie! –la pobre chica dio un brinco al escuchar la rudeza en la voz de la mujer –Te he perdonado muchas y no pienso tolerar una más, te pasas el bendito día holgazaneando y haces lo que sea por librarte de un poco de trabajo ¡pero hasta aquí! Como esto no mejore pienso tomar medidas realmente serias.

–Juro que esto no es lo que parece –habló rápidamente –El mismísimo príncipe heredero me encomendó la tarea de atender y asistir a la nueva en lo que pudiera necesitar mientras se acomodaba.

Erika abre los ojos como platos ante tal afirmación y no puede más que sonarle como una estudiada mentira, dudaba mucho que Alistar se hubiera tomando semejante molestia, más cuando la relación con ella no era la mejor. Además su conversación con Nathalie había fluido de forma tan natural que dudaba que hubiese sido preparada, aunque quien sabe… aún no la conocía bien, nada quitaba que fuera una estupenda actriz.

–¿Es eso cierto? –preguntó nuevamente la mujer, esta vez dirigiendo su inquisidora mirada en dirección de Erika.

–Oh así que al fin nota que estoy aquí –exclama la rubia algo ofendida al haber sido ignorada.

–No seas insolente muchacha –Margaret le dedica una siniestra sonrisa que no parecía deparar nada bueno –No hagas que tenga que desquitarme contigo, ahora responde la pregunta.

–Este... pues... yo… –tartamudea la chica sin saber que responder ¿Cómo iba a saberlo? ¡Estaba inconsciente!

–¡Pues claro que es verdad! –se adelantó Nathalie nerviosa y Erika voltea la cabeza ofuscada, era increíble que la estuviera usando como excusa.

–Querida niña... no sé qué voy a hacer contigo... –la señora Margaret se pasa la mano por su arrugada frente con gesto cansado –más tarde hablaremos... ahora vete, tengo cosas que arreglar con la nueva.

–Suerte –susurra la morena bajito mientras sale a toda prisa de la habitación.

La señora Margaret observa fijamente a Erika y frunce el ceño, haciendo sentir realmente incómoda a la chica, al parecer no le ha caído bien, cosa imposible teniendo en cuenta que a penas había abierto la boca. Pasan largos segundos que a la joven le parecen horas y siente la imperiosa necesidad de romper el silencio.

–Señora yo...

–No digas nada –la corta en voz baja pero firme –Antes que nada debo aclarar unas cosas contigo. Desde el principio cuando su majestad me habló de ti tuve mis dudas y esas solo se incrementaron al verte, si fuera por mí ni siquiera estarías aquí, pero órdenes son órdenes y el príncipe te dejó a mi cargo –Increíble... hablaba como si a ella le gustara estar allí –Por consiguiente no me queda más remedio que hacerme responsable de ti, pero quiero que te quede claro que no aceptaré a ninguna holgazana, ya Nathalie me da suficientes problemas como para sumar uno más.

–Descuide, no pretendo ser una carga –le dice Erika apretando los dientes ¿y esta que se cree? Aunque en el fondo la comprendía, dado el caso de Nathalie era lógico que desconfiara, sin embargo ella no podía presumir de ser muy diferente que digamos.

–Más te vale –le advierte haciendo una mueca ¿es que esta mujer no sonreía nunca? Debería saber que ser tan amargada no hace bien –De no ser así habrá severas consecuencia para ti, a pesar de todo a Nathalie le tengo aprecio y puedo pasarle una que otra cosa, pero contigo no habrá tales concesiones ¿he sido clara?

La rubia abre los ojos desmesuradamente ante sus palabras ¿acaso había escuchado bien? ¿Estaría pendiente a su más mínimo error mientras que con su compañera haría la vista gorda? ¡Como podía ser tan injusta! Lo que más quería en este momento era cantarle unas cuentas verdades, solo no lo hacía porque ya parecía odiarla bastante como para empeorarlo, sin embargo en el rostro de la chica era más que evidente lo que pensaba al respecto.

–Perfectamente... –suelta a regañadientes.

–Bien –asiente satisfecha la mujer –ahora hablaremos de cuáles serán tus obligaciones a partir de ahora, obligaciones que el príncipe me ha ordenado comunicarte personalmente, no aceptando que te encomiende ninguna otra. A partir de este minuto pasas a ser su sirvienta personal; te encargaras de todo lo referente a él, remendarás su ropa, le servirás las comidas, prepararas su baño y cualquier otra cosa que te ordene, sea cual sea, pero lo más importante es que siempre debes estar disponible para él...

Ella seguía hablando sobre todo lo que tendría que encargarse pero Erika a duras penas la seguía, su cabeza aún estaba acostumbrándose a la idea de lo que se le vendría encima. Por un momento pensó que al trabajar en el castillo no tendría que volver a verlo, probablemente ni siquiera se cruzaran, lo que le daría la libertad de movimiento necesaria para pensar en un buen plan y regresar con su familia lo antes posible. Pero resulta ahora que su trabajo consistiría en atenderlo y complacer cualquier capricho y antojo de ese príncipe mimado. Seguramente esa fue su idea desde el principio, disfrutar teniéndola a sus órdenes a toda hora. Aunque si pensaba que las cosas serían tan fáciles no sabe cuánto se equivocaba, se las iba a pagar una a una…




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