Erika se queda observándolo como si le hubieran salido tres cabezas ¿acaso escuchó bien? ¿Quería que lo atendiera? ¿Tenía al menos una idea de la hora? Aún debía lavar nuevamente toda la ropa, para cuando terminase seguro seria de mañana, no iba a poder dormir nada y aún así a él se le ocurría la maravillosa idea de ordenarle más cosas. Él, que había estado fuera el día entero y que básicamente todo lo que tuvo que hacer era por su culpa. Margaret le había dicho que no tendría que verlo hasta el día siguiente ¿Por qué no puede esperar? ¿Para qué cosa tan importante puede necesitarla justo ahora?
–Bueno verás... –la joven toma un largo suspiro e intenta explicárselo de la mejor manera que puede, seguro en el fondo no era tan nazi como parecía –el caso es que ahora mismo estoy súper ocupada ¿no puede esperar a mañana? Aún tengo que regresar al río y...
–Me da igual lo que tengáis que hacer –en menos de un segundo Erika se vio atrapada contra la pared mientras Alistar susurraba en su oído, a pesar del tono bajo y calmado su enfado era claramente palpable ¿y a este que le pasaba? –Recordad que estáis aquí para servirme a mí, no a ningún otro ¿Acaso estáis insinuando que un cesto de ropa tiene más importancia que yo, vuestro amo? Cuando coqueteabais con mi hermano no parecía preocuparos demasiado el tiempo…
–No estaba coqueteando con nadie –se defiende la chica.
–¿Y esperáis que os crea? –Alistar sonrió irónico –Aunque dejadme deciros que si esperáis algún tipo de ayuda por su parte os equivocáis, él no es lo que parece…
–¡Al menos es mucho más amable que tú!
–Pasaré por alto este pequeño arrebato en vista a todo el trabajo que tenéis por delante, después no digáis que no soy piadoso –los dedos enguantados del vampiro se deslizaban por su cuello –Sin embargo recordad siempre a quien pertenecéis, debéis hacer lo que yo os mande sin rechistar, así que si yo quiero algo, lo que sea, vuestro papel es venir corriendo a satisfacerme ¿he sido claro?
La joven levanta la cabeza, encarándolo con los ojos brillantes de ira y él simplemente sonrió. No había que ser un genio para darse cuenta de que estaba disfrutando de lo lindo. Planeaba hacérselo pasar mal, pero que ni creyera que iba a conseguirlo, ella había aceptado su desafío, había que ver quien caía primero. Si esperaba que le gritase y montara una escena por el trato recibido iba listo, no pensaba darle esa satisfacción. Si quería obediencia eso iba a tener, quizás así lograra mantenerlo lo suficientemente alejado de ella.
Recordando las clases de teatro intentó formar la sonrisa más dulce de la que fue capaz y respondió con voz melosa:
–Perfectamente Alis-...
–Señor –la corta tajante aun con esa sonrisa socarrona en su cara –Como os dije soy vuestro amo, así que me tratareis de señor ¿habéis entendido?
–Si mi señor –habló la chica en voz baja apretando los dientes hasta tal punto que pensó que podrían llegar a romperse, pero para él fue suficiente y soltándola, se encaminó por el oscuro pasillo hacia una dirección desconocida.
–¿No vienes? –increpó levantando una ceja al ver que ella no lo seguía y rápidamente la joven se colocó a su lado –Tenéis trabajo, así que dejad de holgazanear de una vez.
–No holgazaneaba –protesta, pero una mirada asesina de parte del vampiro le hace saber que lo mejor sería mantenerse en silencio, alguien estaba de muy malas pulgas hoy.
Erika caminó junto a él, observando curiosa cada cosa a su alrededor. De noche el castillo tomaba un aspecto sumamente aterrador, retiraba eso de que quizás en otras circunstancias vivir aquí no estuviera tan mal. Es que a ver… básicamente había retrocedido en el tiempo a la edad media, al menos así lo veía ella… el punto es que gracias a todas las películas que había visto sabía que los castillos se mantenían toda la noche iluminados por antorchas. Aquí no, no había un solo punto de luz en ninguna parte, la oscuridad era total y ella era casi incapaz de ver nada. De haber estado sola probablemente se hubiera echado a llorar, no es que tuviera miedo, pero los extremos son malos y estar en un lugar desconocido que se viera así tampoco es que la entusiasmase demasiado. Aunque a decir verdad prefería estar sola antes que con Alistar, así correría menos peligro, con él no estaba del todo segura.
–¿Ocurre algo? –inquiere el vampiro en tono frio sin siquiera voltear a mirarla, se ve que la buena educación no es exactamente su fuerte –Puedo sentir el latir de vuestro corazón desde aquí, estáis agitada.
–No, no es nada –le responde en voz baja –solo me preguntaba porque estaba tan oscuro por aquí.
–¿Por qué no habría de estarlo? –pregunta confundido como si fuera lo más normal del mundo –los vampiros no necesitamos la luz, podemos ver perfectamente este iluminado o no.
–Si... –asiente ella dubitativamente aun sabiendo que él no la observa –Pero si no me equivoco en este castillo no viven solo vampiros, también hay humanos y créeme, para un humano esta inmensa oscuridad es toda una tortura.
–¿Habláis por vos? –indaga risueño –supongo que los humanos que viven aquí ya estarán acostumbrados y pronto lo haréis vos también.
–Nadie podría acostumbrarse a esto –afirma convencida –no veo que les puede costar iluminar un poco el lugar y así hacerle la vida más fácil a todos.
–¿Más fácil a quién? ¿A los humanos? –se burla él –ellos no están aquí para tener una vida fácil, ellos están aquí para darnos una vida fácil a nosotros, recordad eso.
–¡Pero es injusto! ¡¿Sabes lo sencillo que sería tener un accidente por aquí?! –le grita Erika y él se voltea molesto, vaya... quizás se pasó un poco.
–¿Os parece injusto? –alza una ceja mientras se coloca a solo milímetros de ella y le levanta la barbilla –Y decidme “humana”… –recalca la palabra con desprecio –¿Qué sería lo justo para vos?
–Y-yo... –la joven traga saliva sonoramente y las palabras se le atoran en la garganta, su cercanía la asfixia y el corazón le late a mil por segundo, como si pretendiera salírsele del pecho y sabe que él puede sentirlo.