El cielo oscuro y gris se cernía sobre el castillo a pesar de ser plena mañana y un tenue resplandor rojizo iluminaba malamente las afueras. El viento invernal, cada vez más gélido, soplaba potente, no tardaría demasiado en ponerse a nevar. Sin embargo las tres personas posicionadas frente a la gran puerta principal no parecían sucumbir a los efectos naturales. Dos de ellos montaban caballos tan blancos como la nevada próxima y el tercero se erguía sobre un pura sangre negro, imponente. Los pobres animales si parecían darse cuenta del frio atroz pero permanecían bien controlados por sus amos.
El silencio sepulcral en el que habían permanecido los individuos es roto finalmente por el sonido de nuevos cascos acercándose a gran velocidad y no pasó mucho tiempo antes de que los nuevos jinetes se reunieran con el resto.
–Ya era hora –habló el del caballo negro con molestia.
–Pido mil disculpas alteza –Darius realizó una mueca torcida –Mi acompañante se había retrasado un poco...
–Que ya que lo decís no recuerdo haberlo invitado –Alistar le dirigió una mirada crítica al otro jinete –Tenía entendido que seriamos solo cuatro y, hasta donde yo sé, sigo dando las órdenes.
–Venga mi queridísimo amigo, no seas amargado –Marcel sonrió –Sabes que sin mí tu plan sería inútil.
–Difiero –habló rápidamente el príncipe –Y recordad que debéis tratarme con más respeto.
–Sí, si, como digáis alteza –respondió Marcel con algo de burla oculta que Alistar decidió pasar por alto –¿Puedo preguntar quienes nos acompañan? Tenía entendido que serían Illinois y Claus.
–Si me hubierais preguntado yo podría habéroslo explicado de camino –le hizo ver Darius irritado, él nunca fue un gran fan de Marcel –Illinois está demasiado ocupado con sus investigaciones y...
–Yo no confió en Claus –terminó Alistar por él.
–Oh si –a Marcel le brillaron los ojos –Escuche que serán parientes pronto.
–Sobre mi cadáver –siseo el príncipe.
–Permitid que nos presentemos –dijo uno de los desconocidos espoleando su caballo blanco hacia el trio, mientras su compañero permanecía al margen aparentando total indiferencia en su rostro aburrido –Mi nombre es Johansen y ese de ahí es mi hermano Casio, formamos parte del ejército y nuestro desempeño es más que admirable, es un placer conocerlo lord Kraig, vos sois toda una leyenda por estos lares.
–Esperemos ver que tan cierto es eso –asiente Marcel para nada convencido, cuando la situación lo requería podía volverse realmente serio y autoritario, era una de las razones por las que a Alistar no le había desagradado su presencia, aunque jamás lo admitiría.
La silenciosa comitiva avanzó a paso lento por el oscuro y peligroso bosque, con los grandes ramajes que parecían querer tragárselos y les cerraban el paso, dificultando el avance de los caballos. A pesar de todo el camino se encontraba despejado, sin las usuales criaturas normalmente presentes, aunque no era de extrañar, esos animales sabían distinguir a quien podían atacar y a quien no, instinto de supervivencia lo llamaban.
Cada uno iba completamente sumido en sus pensamientos, con los sentidos totalmente alerta, eran más que conscientes de la posible trampa y debían ser precavidos.
–Alto –ordena Alistar y la comitiva se detiene al instante –Estamos cerca.
–Lo mejor será dejar aquí los caballos y seguir a pie –propone Darius con lógica y el príncipe se muestra de acuerdo.
–Mirad eso –Casio señala por encima de los ramajes un casi imperceptible halo de humo –Parece un campamento.
–Lobos sin duda –advierte Johansen y el resto no puede estar más de acuerdo.
–Marcel –llama Alistar serio de repente.
–Que se te ofrece –responde el mencionado rápidamente, colocándose junto al príncipe.
–Necesito que hagáis algo...
–Lo sé –le corta y esta vez Alistar no se enoja, le agradaba que pudiera entenderlo así de bien y no lo obligara a explicarse frente a los demás –Déjamelo a mí.
–Cuento con vos.
Ante la mirada confundida del resto de los presentes, Marcel, en menos de un segundo, ya había desaparecido con destino desconocido, dejando su caballo en el lugar. Darius alza las cejas esperando una explicación que evidentemente no va a llegar y baja de su alazán ofuscado, odiaba que le ocultasen cosas. Sin embargo Johansen y Casio a penas le mostraron interés, había cosas que les preocupaban más que los asuntos personales del príncipe.
El follaje se iba haciendo más espeso con cada avance, incomodando a los vampiros. Sin duda ese campamento pertenecía a los licántropos pues ninguna otra criatura, excepto las originarias del bosque, se atrevería a vivir en tales condiciones.
–Mirad lo que tenemos ahí –la voz socarrona de Darius resonó en la mente de todos.
–Esto no podía ser más fácil –le siguió Johansen –Parece que después de todo la información era cierta.
–No os confiéis –advirtió Alistar –Estas criaturas son más listas de lo que parecen.
El resto de vampiros asistieron no muy convencidos ante las palabras del príncipe, aunque era comprensible. Unos guerreros tan bien entrenados como ellos no veían el peligro posible en ese único hombre sentado frente a los restos humeantes de una antigua fogata. No necesitaban mucho para advertir su naturaleza, solo había que verlo: esas ropas roídas y de mal gusto, el pelo alborotado y excesivamente largo, la apariencia desaliñada, pero sobre todo el hecho de que se encontrara solo en un lugar tan peligroso sin siquiera inmutarse y el fuerte olor a perro que desprendía.
–Señor –llamó Casio –Esperamos vuestra orden.
Alistar chasqueo la lengua ante la impaciencia de su comitiva y estudio la situación más detenidamente: los lobos nunca se encontraban solos, siempre iban en manada. Lo que quería decir que los compañeros de ese no debían andar muy lejos, mas sin embargo no lograba distinguir ninguna otra presencia