Príncipe Oscuro

Capítulo XX

–¿Puedes estarte quieta de una vez? –le dijo Nathalie fastidiada –Si lo llego a saber no te traigo, nos miran raro…

–¿Ah no? –Erika encarnó una ceja –En ese caso no se quien se hubiera encargado de comprar las cosas, ya que tú no pareces muy dispuesta a la labor.

–¡Es que vamos! –La morena se cruzó de brazos –No sé qué te parece tan interesante, no hay nada digno de ver por aquí.

Erika hizo silencio, aunque no le sería difícil contradecir esa afirmación. Nunca había visto un lugar así, fuera de alguna que otra película claro. Nathalie tenía razón, ni siquiera era bonito, pero tenía algo que la maravillaba, probablemente la impresión de lo nuevo.

Era una especie de mercadillo que se encontraba rodeando una colina justo al salir por la parte trasera del castillo, prácticamente chocando con un bosque para nada agradable y al que esperaba no tener que ir nunca.

Cuando Margaret le había ordenado ir con su compañera a comprar Ilargia, un tipo específico de hierba que necesitaba para la cena se había sorprendido, mucho. No sabía que le estuviera permitido salir del castillo y su mente sopesó la idea de aprovechar un descuido para escapar. Sin embargo algo era cierto, no tenía lugar al que ir y debía recordar todo lo que le había enseñado Nathalie sobre este mundo y lo peligroso que era. No cumplía ningún objetivo morir devorada por algún monstruo. Quería irse sí, pero debía ser paciente. Mientras tanto no era mala idea intentar disfrutar del paseo.

El mercadillo en si no tenía nada llamativo o que le hiciera resaltar. Solo eran un puñado de puestos de comida, la mayoría bastante rara, sobre una pequeña explanada de tierra ¡Y ni hablar de los vendedores! Para sorpresa de Erika, todos, absolutamente todos, eran humanos, bueno… si es que podían llegar a definirse así. Personas sucias, malolientes y con ropas roídas y parchadas eran los que llamaban presentando productos, casi rogando con sus dientes amarillentos que alguien les comprara algo.

Sin embargo a pesar de la apariencia pobre, de los olores y del mal aspecto general, Erika no podía dejar de encontrarse fascinada. Corría de aquí para allá mirando, tocando y comprando, tarea que en otro tiempo le hubiese resultado sencillamente repugnante ahora no le producía más que curiosidad.

–Nathalie –llamó a su amiga mientras tachaba otra cosa de la lista y la echaba en la canasta –¿Por qué no hay vampiros?

–Que pregunta tan tonta –la morena resopló pagando al comerciarte, quien musitó un apenas audible “gracias” –¿Cómo se te ocurre que un vampiro se rebajaría a venir a un sitio como este?

–Es que bueno… pensé que esto era algo como el pueblo de este lugar –Erika sonrió apenada –Donde vivían todos, ya sabes…

–¡Pues claro que no! –Nathalie retorció los ojos –Los vampiros viven en la ciudad y créeme que no es nada parecido a esto ¡Deberías verlo! ¡Es todo un espectáculo! No tengo palabras para describir cuán hermoso es… esto no… este lugar es reservado únicamente para humanos y como vez hay solamente lo imprescindible y poco más, tenemos estrictamente prohibido ir a algún otro lugar y sería tonto hacerlo de igual modo porque mientras más lejos permanezcamos de los vampiros mejor.

–¿Alguna vez has ido a esa ciudad de la que hablas?

–Si –afirmo soñadora, para luego desviar la mirada pareciendo molesta de repente –Una vez acompañe a la princesa Stacia a casa de una amiga, yo fui el almuerzo por así decirlo.

–Oh dios… –Erika abrió los ojos con espanto –Eso es horrible…

–Lo es, pero tranquila llegas a acostumbrarte –la morena se encogió de hombros –Por lo menos me permitió ver un lugar tan hermoso, lugar que, espero por tu bien, nunca tengas que conocer…

Erika la observo con una mezcla de lastima y admiración. Al parecer Nathalie había tenido una vida más difícil de lo que pensaba, aunque hablara poco de eso. Y no solo ella, casi todos los humanos de este lugar habían pasado o estaban por pasar situaciones similares. Era sencillamente horrible. Vivían bajo el yugo de un puñado de vampiros que eran los encargados de decidir quien vivía o moría. Ella misma casi muere una vez bajo las fauces del príncipe, ese ser despreciable e inhumano que por alguna razón desconocida no conseguía odiar del todo. Al contrario, habían pasado dos días desde la última vez que lo había visto y a pesar de ella misma solo conseguía pensar en si estaría bien. Pero tenía que tener cuidado, no podía dejarse envolver por ese ser que solo pretendía manipularla y divertirse a su costa. Para él, ella no significaba nada y debía tenerlo presente.

–¿Sabes? –le dice a su amiga –Si alguna vez consigo escapar de este lugar te llevaré conmigo, el mundo del que vengo es mucho mejor.

–¿En serio harías eso? –los ojos de Nathalie brillaron de la emoción –Escapar de aquí siempre fue mi gran sueño, solo que aunque lo consiguiera no tendría a donde ir, cuenta con mi ayuda.

–Y… ¿conoces algún modo de hacerlo?

Nathalie le puso los dedos en los labios para que hiciese silencio y la agarró de la mano, alejándola lo más posible de las miradas indiscretas, no era conveniente que nadie las oyera hablar de esos temas. A pesar de ser humanos todos los presentes sería un gravísimo error confiar en ellos.

–Conozco un modo de ir a tu mundo… –susurró –Pero solamente uno y es casi imposible.

–No importa –insistió Erika esperanzada –Dime de que se trata, intentaré lo que sea.

–En cada reino existe una puerta mágica que funciona como portal entre mundos –explica –Estas puertas se encuentran escondidas en cada uno de los castillos…

–Entonces solo debemos encontrar la puerta que se encuentra en el castillo de los vampiros –concluyo la rubia –Nunca hubiera imaginado que mi vía de escape se encontrara tan cerca.

–No es tan simple –la morena niega –La puerta está escondida, nadie sabe dónde, supuestamente solo la familia real conoce su paradero, pero nunca se ha usado, al menos que yo recuerde, llegó un momento en que hasta pensé que no existía, pero tú eres la prueba viva de que estaba equivocada.




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