La princesa Stacia Sherverpot lucia impecable al igual que siempre. Esta vez se encontraba ataviada con un hermoso y largo vestido rojo, de estilo imperial que le daba un aire atrevido y seductor. Su pelo color ébano le caía en ondas por la espalda perfectamente arreglado. Podría ser confundida con una bella muñeca de porcelana de no ser por su ceño fruncido y los ojos avellana echando chispas.
–Suéltame de una vez –siseó Erika por lo bajo al vampiro, la situación no podría ser más embarazosa.
–No es necesario que susurréis –Stacia sonrió altanera –Veo que no perdéis el tiempo pequeña espía, mi hermano debería agradecerme, un poco más y os hubierais aprovechado de él...
–Os daré una oportunidad mas –repitió Alistar irritado sin perder su posición –¿Qué queréis aquí?
–Si estáis intentando que me sienta incómoda perdéis el tiempo, ya no soy una cría, aunque claro… hubiera apreciado el detalle de no haberos tirado sobre vuestra esclava al escucharme llegar –la vampira hizo una mueca de desagrado y avanzó por la habitación con gracia, ahora que podía verla mejor Erika notó que traía un sobre en las manos –Padre me ha pedido que os entregue esto.
Mascullando mil maldiciones Alistar comenzó a separarse lentamente de Erika quien, al verse libre del escudo protector que representaba el vampiro, se cubrió hasta el cuello con la sábana, la cual se había corrido mostrando más de lo que debía ¿Por qué siempre tenía que despertar con esos camisones tan reveladores? Y ahora que caía en el tema le encantaría saber quién se los ponía.
–¿Qué es? –preguntó el príncipe de malos modos al llegar junto a su hermana y tomar el sobre que le tendía, mirándolo curioso, mas pasados unos segundos levantó la vista al no recibir respuesta por parte de la vampira –¿Vais a decirme o es-…?
Alistar calló ante la mirada de horror de Stacia que lo observaba petrificada. El príncipe la miró confuso sin comprender a que se debía ese cambio. Curioso siguió el camino que marcaba la vista de la princesa hasta que sus propios ojos se posaron sobre el origen del desconcierto: sus manos.
Con la intromisión había olvidado colocarse nuevamente los guantes y era la primera vez en siglos que se mostraba a algún miembro de su familia con las manos desnudas, o a alguien en general. Al darse cuenta de semejante detalle corrió a la cama sobre la cual aún permanecían tirados y tomándolos bruscamente, se los colocó al instante. Sin embargo el daño ya estaba hecho, su hermana lo había visto.
–Y-yo no… digo… yo nunca… –balbuceó la princesa y Erika se sorprendió pues no pensaba que alguien como ella pudiese avergonzarse.
–No digáis nada –ordenó Alistar con los dientes apretados –Solo dadme eso y marchaos lo más rápido posible.
Con un movimiento rápido le arrebató el sobre a la aun aturdida Stacia y, abriéndolo, comenzó a leer la carta. Con cada línea que sus ojos bajaban en el papel su mirada se iba tornando cada vez más fría y dura.
–¿Se puede saber qué diablos significa esto? –espetó arrugando el papel fuertemente.
–Por favor hermano no me hagáis dudar de vuestra inteligencia –se mofó Stacia recuperando la compostura, era obvio que no pretendía seguir ahondando en el otro tema –Ahí lo explican claramente.
–En ese caso podéis ir olvidándoos de esta basura –Alistar rasgó la carta trozo por trozo ante los ojos abiertos de la princesa, que ahora lucia seriamente enojada –Mi respuesta es no.
–¡No podéis hacer eso! –exclamó la vampira con los ojos chispeantes –¡Es una orden!
–¿Estáis cuestionándome acaso?–Alistar sonrió con cinismo y se acercó más a Stacia levantándole la barbilla amenazante –Las ordenes las doy yo querida hermana.
–Esta vez no “alteza” –la princesa se alejó irritada –Ni vos podéis contradecir al rey, además sinceramente no sé qué le veis de malo, Claus dice que servirá para afianzar las relaciones entre nuestros reinos y…
–¿Claus dice? –Alistar encarnó una ceja con burla –Ahora lo entiendo todo, era evidente que el autor de esto no podía ser nadie más que vuestro “noviecito”.
–Prometido, y os equivocáis –corrigió Stacia –Claus no posee el poder de planear algo así, fue un acuerdo entre reyes, así que en todo caso al que deberíais culpar es a vuestro queridísimo padre, aunque vuelvo y repito ¿por qué le ponéis tantos problemas? A mí en lo personal me parece una idea estupenda ¡pero claro! Al príncipe más huraño de todos los tiempos nada puede parecerle bien, nunca habéis pen-…
–Iros –ordenó el vampiro en voz baja, conteniendo la furia.
–¿Cómo decís? –repuso la princesa fingiendo haber escuchado mal.
–Por favor hermanita no me hagáis dudar de vuestra inteligencia –repitió Alistar con burla y señalo la puerta –Salid de mi habitación en este momento, este tema lo trataremos padre y yo, vos no tenéis nada más que hacer aquí.
–Oh ya entiendo –una sonrisa pícara se dibujó en los labios de la vampira –¿Deseáis que me marche para así proseguir desde donde lo dejasteis con vuestra esclava? Espero que esta al menos os deje lo suficiente satisfecho.
Erika abrió los ojos ofendida ante la clara insinuación ¿Quién se creía esa estirada para hablarle así? Había cosas que podía pasar pero esto no pensaba tolerarlo, todo tenía un límite y ella había llegado al suyo ¿Qué le pasaba? ¿En qué momento se había vuelto esta chica sumisa que tanto empezaba a odiar? Es cierto que contra un vampiro tenía poco que hacer pero no pensaba dejarse pisotear.
–No os preocupéis alteza –Erika se irguió y Alistar frunció el ceño, algo se olía y al parecer no estaba para nada de acuerdo con el tonito empleado por ella –Yo si soy perfectamente capaz de dejar satisfecho a cualquier hombre, sin embargo vos... –la miró de arriba abajo con gesto despectivo –Bueno... no me extrañaría que vuestro amado buscase refugio en otros brazos de vez en cuando.
–¡Como os atrevéis! –la princesa estaba roja de ira y sus ojos refulgían de un intenso carmesí –¡Maldita humana! A mí nadie me habla así.