Erika no se reconocía a sí misma. Mientras sentía como las manos del vampiro recorrían ávidas su cuerpo y profundizaban un beso que ella misma había empezado, algo en su interior le decía que no estaba bien, que debía pararlo. Pero su cuerpo no queria obedecerla, se encontraba totalmente entregado a los designios de él. La mente se le nublaba y no podía pensar con claridad. Parecían como atrapados en una dimensión alterna donde solo existía la oscura habitación y donde solo había una cosa importante: ellos, y el infinito mar de sensaciones en el cual se encontraban inmersos.
Sin poder aguantarlo más la joven, en el momento en punto que el príncipe rozó su piel desnuda con sus largos y hábiles dedos, dejó escapar un gemido placentero, deseoso, que parecía gritar sin palabras cuanto lo necesitaba en ese momento. Sin embargo él al escucharla levantó la cabeza como salido de un trance y sus ojos se encontraron por primera vez. La joven le devolvió una mirada llena de confusión al notar como había detenido de forma abrupta sus caricias y, antes de que pudiera hacer la pregunta, el vampiro se apartó veloz de ella, como si su solo tacto lo quemase.
–¿A-Alistar? ¿Te encuentras bien? –le preguntó ella a su espalda mientras también se incorporaba hasta quedar sentada contra el dosel ¿Acaso había hecho algo mal?
El vampiro permanecía sentado en el borde de la cama, lo más lejos de ella posible y en completo silencio. Su mirada perdida en la nada e, increíblemente, sus músculos se vislumbraban tensos, sudorosos. Sus ojos, ni azules, ni rojos, presentaban una tonalidad intermedia, casi como un violeta, que la joven pudo apreciar en su totalidad cuando él por fin decidió girar el rostro y la miró.
–Disculpadme… –dijo al fin con voz neutra y arrastrando las palabras –Pero no creo que queráis esto.
Erika abrió y cerró la boca mientras sentía sus mejillas arder producto a la vergüenza y la frustración que sentía en esos momentos a partes iguales. Si supiera que iba a dolerle no dudaría en golpearlo.
–Creo que ya soy mayorcita para saber lo que quiero y lo que no –dijo con los dientes apretados roja de ira ¿Cómo se atrevía él a pensar por ella de esa manera?
–¿Es eso cierto? –Alistar sonrió socarrón y antes de que ella pudiese hacer algo por detenerlo le levantó la barbilla con fuerza, sus ojos había regresado a su común azul –¿Estarías dispuesta a iros a la cama con alguien a quien supuestamente odias?
La chica se quedó muda de repente ¿Qué diablos pasaba con ella? ¿En verdad estaba molesta con el vampiro por haberse detenido? ¿Qué había esperado entonces? Su cabeza era un nido de información y ni ella misma sabía que quería ya. Pero si de algo estaba segura es que deseaba intensamente sentir los labios del vampiro sobre los suyos. Aunque eso era algo que jamás admitiría en voz alta.
El príncipe no paraba de mirarla fijamente con esos ojos que no parecían parpadear jamás, como si esperara una respuesta que en realidad ella no tenía. La joven se sorprendió al comprobar como sus negras pupilas se dilataban, dándole a entender que él sentía el mismo deseo carnal que ella.
Erika entreabrió sus labios en una súplica silenciosa, aceptando ser arrastrada con él al mismo abismo de ser necesario. Y justo ahí, cuando sus bocas estaban a punto de volver a encontrarse, el hechizo volvió a romperse con el sonoro tirón de la puerta principal de la habitación.
–Vaya… espero no haber interrumpido nada importante –dijo la voz irónica de Jordan mientras se apoyaba contra el marco de la puerta abierta de par en par.
Alistar se levantó de la cama con aparente calma pero sus puños apretados y la rojez de sus ojos denotaban lo realmente molesto que estaba. Sin embargo el segundo príncipe, lejos de amedrentarse por la mirada llena de ira que le dedicaba su hermano, se incorporó igual de enojado.
–¿Se puede saber qué diablos queréis aquí? –exigió Alistar de malos modos mientras hacia una mueca dejando entrever sus blancos colmillos.
–Disculpe usted alteza –Jordan hizo una reverencia burlona para seguidamente levantar la cabeza y encararse a su hermano con los ojos igual de rojos –Pero resulta que mientras vos estáis aquí perdiendo el tiempo entre las piernas de una inútil esclava nuestra hermana se está pudriendo en una maldita celda en la que no debería estar…
Erika se quedó de piedra ante el modo en que se había referido a ella, cosa que se hubiese podido esperar de cualquiera menos del buen Jordan. Aquel chico que parecía el único vampiro con algo de humanidad y diferente a los otros. Sin embargo ahora se veía diferente, ya no se apreciaba vulnerable o sumiso, al contrario, su aura asesina era sin duda aterradora. Aun así estaba dispuesta a defenderse pero no fue necesario, el segundo príncipe ni siquiera había terminado su frase cuando Alistar lo lanzaba con violencia contra la pared y comenzaba a acercarse a él amenazante.
–Decid eso una vez más y juro que os mataré –gruñó con una fuerza tal que incluso Erika tembló en su lugar.
–¿Por qué? ¿He dicho algo que no sea cierto? –espetó Jordan mientras se ponía en pie nada dolido, era impresionante ver la resistencia que podían llegar a tener los vampiros.
–Maldito mocoso no juguéis con mi paciencia –Alistar llegó nuevamente a su lado y, levantándolo en vilo, lo volvió a chocar contra la pared agarrándolo fuertemente de la camisa –Stacia ha sido culpable de su propia suerte y os lo advierto, si no queréis terminar como ella más vale que salgáis de mi presencia en este mismo instante.
Diciendo estas palabras el príncipe heredero soltó a su hermano y le dio la espalda esperando que, como siempre, cumpliese su orden sin dudar temeroso al castigo. Pero, lejos de eso, Jordan, muchísimo mas calmando, le puso la mano sobre el hombro insistente.
–Esto es un tema de familia –su mirada se dirigió con desdén hasta la chica que lo observaba todo nerviosa desde la cama –Hablemos fuera.