Alistar apartó la silla en silencio mientras los labios de Erika salivaban con todos los deliciosos manjares sobre la mesa. Ahora que estaba ni siquiera recordaba cuando había comido por última vez, quizás por eso se sentía tan débil. Así que aceptando la galantería del vampiro tomó asiento frente a él y dejó que sus fosas nasales se embriagasen con el fresco aroma del pescado ahumado y el pollo rostizado. Las velas iluminaban el espacio de forma tenue y ella, impaciente, esperaba a que él diera la orden de empezar la comida no queriendo parecer grosera, pero tal visión le representaba una total tortura ¡Y ni hablar del resto!: Patatas, frutos secos, pan, queso, mantequilla, vegetales, jamón, tocino y extensa variedad de exquisitos dulces ¿Acaso había sido ese el motivo de su tardanza?
Tan concentrada estaba admirando la comida que apenas se percató de la sutil risa que manaba de los labios del vampiro. En ese momento levantó la vista y sus ojos se encontraron con los divertidos de él.
–Vais a babear todo el mantel como sigáis así –dijo risueño cerrando un puño sobre su boca.
–Lo siento… –se disculpó ella algo avergonzada –Creo que llevo demasiado tiempo sin comer.
–Tranquila, solo me pareció divertido, eso es todo –el príncipe tomó una de las botella sobre la mesa y se sirvió un líquido rojizo en una copa de cristal –No conocía vuestros gustos así que he traído un poco de todo. Comed cuanto queráis.
Sin embargo Erika no comenzó. Observaba embobada como Alistar se llevaba la copa a los labios y degustaba lentamente el espeso contenido. Entonces se fijó que absolutamente toda la comida estaba amontonada más hacia ella y que el vampiro no parecía dispuesto a tomar nada ¿Era posible que toda esa maravillosa cena hubiese sido preparada solo para ella? Tal posibilidad parecía sin duda increíble pero cada vez estaba más convencida de ello.
–¿No comes? –le preguntó deseando que aceptara acompañarla, de lo contrario se sentiría sumamente incómoda.
–Los alimentos humanos no son de mi agrado –comentó frunciendo el ceño con desgano –Prefiero mantenerlos lejos.
–Pero Nathalie me explicó que los vampiros si podían comer nuestras comidas –explicó ella rememorando a la morena sin entender por qué el príncipe tomaba tal postura –Además de que todos los días se cocinan cosas así para el resto de los miembros de tu familia.
–Podemos hacerlo pero no lo necesitamos para vivir –Alistar se encogió de hombros –Mi familia lo hace por mero capricho y a mi sinceramente me parece una total pérdida de tiempo.
–Te equivocas –Erika negó divertida ante los pensamientos del vampiro y alargó su mano tomando uno de los esponjosos bollos –Mira esto por ejemplo –lo levantó y él la observó curioso –No lo necesito para vivir, de hecho es un consumo de azúcar innecesario que a largo plazo podría hacerme incluso mal ¿y sabes por qué lo cómo entonces? Pues porque me da placer y es delicioso. No existe nada mejor que poder disfrutar de una buena comida.
Erika, para darle fuerza a sus palabras, mordió con fuerza el bollo dejando que los músculos de su boca se contrajeran de placer. Después del primer bocado vino el segundo y luego el tercero, hasta que terminó chupándose los dedos complacida olvidándose por completo de la presencia del vampiro. Alistar, por su parte, parecía incapaz de creerse lo que estaba viendo y comenzó a reír sumamente divertido.
–Sois en verdad increíble –dijo al borde de las lágrimas y la joven frunció el ceño sin entender que rayos le haría tanta gracia. Después de unos segundos paró y clavó su electrizante mirada en ella –Creo que el sabor de la comida nunca seria comparable al placer de veros a vos haciéndolo. Así que de momento seguiré con la sencillez de mi dieta.
Alistar levantó su copa hacia ella en un improvisado brindis y la joven se sonrojó visiblemente por sus palabras. Cortada de repente tragó casi en seco el ultimo fragmento del dulce que se había quedado atorado en su garganta y desvió la mirada de los ojos inquisidores del vampiro.
–¿Cómo sigue tu hombro? –preguntó incómoda de repente con la intención de cambiar de tema y Alistar sonrió dándole a entender que sabía a la perfección lo que pretendía –¿Te duele?
–Soy un vampiro querida –señaló exasperado –Nuestros huesos no son tan frágiles como los vuestros y, de herirnos, sanaríamos al momento. Por otra parte alguien como Jordan sería incapaz de hacerme daño, al menos no uno real.
–Creo que lo subestimas demasiado –Erika hizo una mueca ¿Cómo era posible que los hermanos se llevaran tan mal? –Un día podrías arrepentirte de ello, hay un límite de lo que cualquier persona, o ser, puede llegar a soportar.
–Creedme, se perfectamente cómo tratar con él, llevó haciéndolo siglos –Alistar sonaba irascible de repente y ella entendió que había hablado demasiado.
No era cosa de tentar la suerte, al fin y al cabo sus problemas no tenían por qué incumbirla. Como él mismo había dicho llevaba muchísimo tiempo resolviéndose solo la vida y, si no quería aceptar sus consejos pues peor para él. Así que solo se encogió de hombros y siguió comiendo como si el vampiro gruñón no existiera. Tenía demasiada hambre como para molestarse por su mal carácter. Al final de cuentas de no ser así, no sería Alistar.
Sin embargo, después de unos minutos de completo silencio, en los que ella se había dedicado a degustar la exquisita carne, fue el propio príncipe quien decidió hablar. Esta vez de forma mucho más amable que antes.
–¿Puedo preguntaros algo? –pidió y Erika levantó la cabeza de su plato sorprendida.
–¿Acabas de pedir algo en lugar de ordenarlo? –se rio de él divertida y el vampiro resopló hacia un lado.
–¿Algún problema? –él alzó una ceja ofuscado y Erika rio aún más pues ese gesto le recordaba a un niño pequeño cuando no obtenía lo pedido –No sé qué os hace tanta gracia, si lo preferís siempre preguntaos de otra manera…
–¡No, no es necesario! –la joven negó levantando ambas manos divertida y haciendo grandes esfuerzos por contener la risa. Sin embargo el rostro serio de Alistar la hicieron desistir de sus bromas y algo más calmada añadió –Tú dirás.