Príncipe Oscuro

Capítulo XXXVIII

Los seis vampiros permanecían quietos, expectantes, con todos sus sentidos alerta a aquel séptimo que parecía haber hecho algún pacto de silencio pues, desde que llegó, no había dicho más de tres palabras. El jolgorio inicial había sido grande pero, cada uno de los presentes, era plenamente consciente de que solo fue de dientes para afuera. La realidad era que estaban más preocupados que contentos y la falta de información no era que ayudase mucho a calmar sus mentes.

–Bien, creo que hablo por todos cuando digo que, pese a la satisfacción de tener a nuestro querido lord Draven de vuelta con nosotros, algo raro se cuece –expresó Claus rompiendo el hielo de primero con soltura y expresando aquello que a pesar de ser el pensamiento general nadie, ni el propio rey, se atrevía a decir. El resto de vampiros asintió de acuerdo.

Alistar, ignorando deliberadamente las palabras de Claus, se dedicó a observar con mirada inquisidora a Darius, gesto del que al parecer los demás eran incapaces. El vampiro permanecía en su lugar de siempre, sentando cómodamente a la izquierda del pasillo, al lado de Claus y frente al trono de Jordan. A primera vista todo se veía normal: su pose relajada, el porte altivo con el que se enfrentaba a la sala al saberse punto del día. Pero aunque le costara admitirlo debía concordar con su enemigo esta vez, había algo raro.

–Cualquiera diría que nos os hace ilusión verme lord Vreeland –habló Darius con deje irónico y todas las miradas sorprendidas se dirigieron a él.

–Nada más lejos de la realidad mí querido amigo –el aludido sonrió pero para nadie pasó inadvertida su clara molestia –De hecho, estaba deseando veros y escuchar esas interesantes historias que debéis traer con vos ¿o me equivoco?

–Claus tiene razón –concordó el rey con voz dura. Dirigió su vista al nuevo vampiro y agregó –Lord Draven, nos congratula teneros de vuelta pero creo que ha llegado el momento de explicar el motivo por el cual esos seres os han liberado.

–Sí, decidnos ahora que trato habéis hecho –pinchó Jordan y el propio Alistar lo miró incrédulo, su hermano jamás se posicionaba contra nadie –¿O esperáis que nos creamos que os han dejado marchar así porque si?

–En mi opinión está más que claro quién es el traidor –Illinois, como pocas veces, se apreciaba serio –La verdad es que esta reunión me ha parecido del todo innecesaria, o por lo menos deberíamos haberla tenido en el calabozo y no aquí.

–Darius lleva siglos sirviendo a la nación vampírica, incluso antes de que vos nacierais –Marcus le dirigió una severa mirada de reproche a su hijo –Y nunca, en todo ese tiempo, nos ha dado un solo motivo para desconfiar de él. Así que lo menos que se merece es el beneficio de la duda.

–Es cierto –el rey asintió nuevamente –lord Draven tendrá el privilegio de explicarse pero, seamos claros, estamos ante un hecho difícil de justificar.

Darius, completamente ajeno a los murmullos, permanecía con gesto sereno e imperturbable. Finalmente, cuando todos callaron y dejaron de exponer sus diversos criterios, él, con actitud solemne y altiva, se puso en pie.

–Comprendo que penséis que si estoy aquí es porque he debido traicionaros –habló con voz pausada y monótona –Pero, ante nada, sabed que preferiría morir antes de hacer algo así. A lo largo de innumerables noches esos malditos perros se dedicaron a torturarme de disimiles formas, buscando obtener informaciones que no estaba dispuesto a entregarles. Me había preparado para morir, lo confieso, mas sin embargo ese dulce consuelo jamás llegó…

–Y fue entonces, luego de unos insignificantes días, que decidisteis colaborar con ellos –terminó Illinois con un suspiro desganado, para él las cosas estaban claras.

–Jamás haría tal cosa –se defendió Darius con gesto duro –Un día, al ver que todos sus intentos de conseguir algo de mi eran del todo inútiles, simplemente me dejaron marchar…

–¡Esto debe ser una broma! –exclamó Claus poniéndose en pie también y luciendo extrañamente nervioso e irritado –¿En verdad esperáis que nos creamos semejante sandez? ¿Nos tomáis por tontos acaso?

–Mi futuro cuñado tiene razón –se sumó Jordan a la protesta aunque mucho más relajado –Es difícil de creer por donde sea que se mire. Los lobos han asesinado ya a muchos de los nuestros y ahora venís vos a decir que luego de un tiempo secuestrado y sin haberles dado lo que os pedían ¿simplemente os dejaron marchar? Disculpad pero quizás deberíais inventar algo mejor.

–No estoy mintiendo–aseguró Darius comenzando a parecer ofuscado –La verdad no tengo recuerdos de mi cautiverio, solo algún que otro flashback de esa ultima noche. El olor nauseabundo, el chirrido de las cadenas colgantes, el dolor insoportable… luego la nada total. Lo último que se es que desperté solo en medio del bosque y mi primer pensamiento claro fue el de regresar a casa.

–Vuestra historia se torna cada vez más interesante –contraatacó Illinois de manera irónica sosteniéndose el mentón con una mano –Primero decís que os han torturado intentado sacaros algún tipo de información y ahora que no tenéis recuerdos de vuestro cautiverio ¿Por qué no os aclaráis?

–Eso sin contar con que os veis demasiado bien para haber sufrido las crueles torturas de las que habláis… –continuó Claus con saña.

–Señores, está claro que hemos malinterpretado a nuestros queridos lobos –se mofó Jordan –Como veis han sido tan considerados no solo dejando con vida a un importante miembro del Consejo, sino también cediéndole ropa nueva e impoluta para que regresara a casa ¿No os parece? Porque según tengo entendido esa vestimenta que presenta ahora lord Draven fue con la misma que llegó al castillo…

–¡Silencio! –el severo grito del rey resonó por toda la habitación y cada uno de los vampiros calló al instante.

Una risa involuntaria y silenciosa escapó de los labios de Alistar quien hasta el momento se había mantenido como un mero espectador. Al pensar en lo ridículo de la situación simplemente no podía evitarlo. Más que una sala de Consejo con antiguos vampiros, el lugar parecía el campo de batalla de unos niños pequeños que no conseguían ponerse de acuerdo.




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