Príncipe Oscuro

Capítulo XL

–¡¿Se puede saber qué diablos te pasa?! –exclamó Erika indignada mientras era arrastrada fuertemente por el vampiro a lo largo de los solitarios pasillos del castillo.

Al no obtener respuesta alguna de su parte la joven, muy enojada, comenzó a debatirse contra su agarre, sin conseguir nada lamentablemente. Pero, después de unos escasos minutos intentado soltarse y recitándole todo tipo de improperios, el príncipe finalmente se detuvo al borde de la escalera. Soltándola se dio la vuelta y la encaró con los ojos chispeantes. Erika, por su parte, solo atinó a masajearse la dolorida muñeca y mirar al vampiro de malos modos.

–¿Qué hacíais a solas con esa mujer? –soltó él al parecer muy enojado y extrañamente alterado.

–¡Solo hablamos maldita sea! –le gritó ella ofuscada y el vampiro pareció gruñir ante su tono pero poco le importaba, aquí él no era el único que podía alzar la voz.

–¡¿Es que no habéis aprendido nada?! –Alistar se acercó a ella para tomarla del brazo pero, en el último segundo, se contuvo y se alejó un poco –Imaginé que luego de lo Max, Stacia e incluso Jordan habríais entendido que de mi familia es mejor mantener cierta distancia ¿Es que no tenéis la mas mínima noción del peligro? ¡Son vampiros por todos los demonios! –el príncipe daba vueltas intranquilo y se pasaba las manos por su negro cabello –¿Es que acaso no entendéis que significa el termino?

Erika lo miraba atónita, ya no se encontraba enfadada, simplemente confundida. Al terminar su discurso Alistar apoyó ambas manos en la baranda que se encontraba justo antes del primer escalón y, dándole la espalda, parecía inspirar fuertemente intentando serenarse. Jamás lo había visto así, tan fuera de control, y sabía que no podía ser solo por su encuentro con Amberley, porque ni cuando estuvo con Claus, su supuesta persona más odiada, se había puesto así ¿Qué le ocurría? ¿Acaso había pasado algo en ese tiempo que habían estado separados?

Con pasos vacilantes Erika se acercó a él y, lentamente, colocó una mano sobre su hombro. El vampiro se puso tenso ante el contacto mas no se movió e, increíblemente, pareció tranquilizarse un poco. Luego de unos segundos y como Alistar aun permanecía completamente estático, la joven fue quien habló:

–Alistar… –arrastró las palabras insegura –¿Te ocurre algo?

Se hizo el silencio ante la pregunta y el príncipe, en lugar de responder, solo agachó la cabeza y la cubrió con sus manos. La joven, a pesar de encontrarse algo nerviosa, no se movió, esperaba que su contacto pudiese ayudarlo de alguna manera. No sabía que le ocurría pero tenía la certeza que, de ser a la inversa, a ella le gustaría recibir el apoyo de alguien. Aunque por supuesto, ella y él eran dos polos totalmente opuestos: la noche y el día.

–Lo siento –dijo él por fin e incorporándose, se volteó a mirarla –Solo digamos que no he tenido el mejor de los días y al final he terminado pagándolo con vos. Disculpadme.

Los ojos del vampiro se veían lánguidos, grises y por alguna razón parecía estar increíblemente cansado. Ya no lucia tan alterado como antes, sino simplemente carente de emoción alguna. Erika le dedicó una media sonrisa y se cruzó de brazos en actitud bromista.

–Vaya… te estas disculpando… sí que debes encontrarte mal…

Alistar la miró extrañado por unos segundos y para sorpresa de ella, sus labios se curvaron en una mueca que pretendía ser un mal intento de sonrisa. Claro estaba que el comentario de la joven parecía haberlo divertido de alguna manera.

–Vos siempre tenéis una respuesta para todo ¿verdad?

–Lo intento –ella le guiñó un ojo cómplice.

El príncipe la observó pensativo, como meditando sus siguientes pasos y, de repente y sin poder contenerse, tuvo que llevarse una de sus manos enguantadas a los labios pues empezó a reír, como quien ha estado aguantándose con un chiste por mucho rato.

Erika no entendía nada, estaba atónita ante aquel cambio de actitud. Por alguna razón el día de hoy las emociones de Alistar estaban totalmente descontroladas: primero una rabia intensa, luego esa tristeza y falta de cualquier emoción, y finalmente reía divertido ¿Qué le ocurría? Por un momento deseó que él pudiera abrirse con ella, que le contara sus problemas. No hacía mucho lo había considerado un monstruo, un ser carente de sentimientos u empatía. Pero se había equivocado. Hacia un tiempo ya, se había dado cuenta de su gran error. Alistar sentía, quizás con demasiada fuerza, y sabía que eso le causaba un intenso pavor.

–No quiero permanecer aquí –dijo de repente cuando paró de reír y ella frunció el ceño sin comprender.

–¿Q-que quieres decir?

–Odio este lugar… –admitió él arrugando el entrecejo mientras recorría con la vista la estancia –A veces puedo incluso sentir como me controla… –Alistar hablaba pero ella tenía la sensación de que esas palabras no iban dirigidas hacia ella, él parecía estar concentrando su energía en algún tipo de entidad invisible. Entonces centró toda su atención en ella y agregó –¿Vendréis conmigo? Necesito tomar aire.

–¿A-a dónde? –preguntó ella algo confundida puesto que el vampiro no parecía tener una idea clara, al contrario, se veía como si tan solo divagase sobre alguna posible idea y a medida que pasaba el tiempo ella entendía menos la situación y sus verdaderas intenciones. Aunque, de lo que si estaba completamente segura es de que iría con él a donde sea que le pidiese.

–Seguidme –Alistar, como gesto absolutamente raro en él, le guiñó un ojo y comenzó a bajar a pasos rápidos la escalera, aunque lo suficientemente lento como para que ella fuera capaz de seguirlo.

Erika apuraba el paso lo más que podía totalmente concentrada en su espalda para no perderlo y apenas prestaba atención al camino que tomaban. Sin embargo antes de darse cuenta ya se encontraban frente a las grandes puertas de madera del establo. Ella ya se había imaginado algo así, por lo que se sorprendió grandemente cuando, en lugar de entrar, el príncipe la tomó suavemente de la mano y la guió por un costado ¿A dónde iba? ¿Acaso no necesitaban un caballo?




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