–Tú también te aburres ¿cierto?
Magnus, que se encontraba bebiendo tranquilamente en el borde del lago, levantó la cabeza ante la voz de la chica y la observó con ojos curiosos. Pero, luego de poco segundos, simplemente bufó y se fue dándole la espalda. Erika suspiró indignada e internamente maldijo al animal.
–Ojalá se pierda… –masculló con los dientes apretados mientras, sosteniendo sus rodillas, se balanceaba hacia delante y atrás para matar el tiempo.
Llevaba casi hora sentada en esa roca justo delante del lago y su único entretenimiento había sido contar las hojas que caían de forma monótona ¿Dónde estaba la diversión que le había prometido el vampiro? Bueno… técnicamente él si parecía estarlo pasando bien. Aunque hacia unos minutos lo había perdido de vista y solo Dios sabía dónde se encontraría ahora.
De repente el agua que se encontraba casi rozándole los dedos de los pies comenzó a removerse de una forma bastante extraña. La joven, imaginando que pasaría, intentó apartarse rápidamente, pero fue demasiado tarde. La cabeza de Alistar emergió de las profundidades con tal fuerza que claras quedaban sus intenciones de mojarla y efectivamente, al menos unas gotas fueron a parar al vestido y brazo de la chica.
–¿Os divertís? –preguntó guasón mientras se sacudía el cabello empapado.
–No tanto como tú por lo que veo –contestó ella ofuscada mientras apartaba la vista, ignorando el espectáculo que representaba tener a Alistar semidesnudo ante ella con las gotas de agua recorriendo su trabajado torso.
–Os dije que podíais uniros a mí –el vampiro se encogió de hombros como si no fuera su culpa –Si estáis ahí es solo porque vos queréis.
Erika deseó poder gritar de impotencia ante sus palabras ¡Claro que quería darse un baño! En la última hora no había hecho más que imaginarse zambulléndose en esas tersas y deliciosas aguas, pero era obvio que no podía. Para empezar como no había sido avisada con antelación no trajo nada más para ponerse, por lo que solo tenía dos opciones y cada una peor que la anterior: la primera, se metía con toda la ropa puesta y se arriesgaba a pescar un resfriado; y la segunda, lo hacía completamente desnuda. Además estaba el otro punto importante: Alistar.
Él, sin ningún tipo de pudor, había terminado por sacarse toda la ropa y ahora braceaba de aquí para allá como Dios, o el bicho que lo haya creado, lo trajo al mundo. Puede que parecieran algo irónicos sus reparos teniendo en cuenta todo lo que había pasado entre ellos hasta el momento, pero no era lo mismo ¡Diablos que no! Esto se sentía más íntimo, más personal… y a ella le daba un corte horrible. Así que la opción de nadar junto a él estaba definitivamente descartada.
Pero a pesar de haber tomado una decisión no podía dejar de reconocer que ver al vampiro disfrutar solo de los placeres de lago había sido duro. La verdad es que en el fondo estaba muerta de envidia y, por tan solo un momento, deseó que la relación que los unía fuera otra y pudiera acompañarlo sin tapujos.
–Estoy bien aquí, gracias… –terminó por responder de malos modos.
–Vos misma… –el vampiro volvió a encogerse de hombros divertido como si hubiera hecho todo lo que estaba en su mano.
Por un segundo Erika creyó que volvería a alejarse para continuar nadando por tiempo indefinido pero, para su sorpresa, él no se movió. Al contrario, estaba quieto en su lugar, mirándola fijamente. De repente sus labios se curvaron con una siniestra sonrisa y sus ojos chispearon. La joven se tensó sin querer siquiera imaginar que habría pasado por la mente de ese ser diabólico. Pero, para su mala o buena suerte, no tardó en descubrirlo.
Estaba tan concentrada en el rostro del vampiro que, tontamente, había perdido de vista sus manos. Grave error. Lo primero que sintió fueron unos fríos y húmedos dedos rozando sus tobillos, que consiguieron erizarle la piel. A penas tuvo tiempo de gritar. En el momento en punto que bajó la cabeza para ver qué pasaba aquellas manos aprovecharon y se cerraron como garras alrededor de sus pies y, sin ningún tipo de contemplaciones, se vio precipitada al agua en menos de una fracción de segundo.
El repentino choque de su cuerpo contra el frio líquido la descoló por momento y, en un acto reflejo, no pudo más que abrir la boca en busca de aire, consiguiendo únicamente tragar cierta cantidad de agua. Desesperada intentó patalear en todas direcciones para conseguir salir a la superficie pero el peso del vestido, completamente empapado y con demasiada tela, no hacía más que arrastrarla cual piedra al fondo, sin contar con el hecho de que se enredaba en sus piernas y le restaba gran movilidad. Pero lo peor sin duda es que el lago no era tan bajo como había imaginado y pudo comprobar con horror como sus pies no conseguían palpar el final. Al contrario, solo tenía la sensación de seguir cayendo lentamente sin que pudiese hacer nada para evitarlo.
De repente fue alzada desde el fondo por algún tipo de fuerza invisible que hacia presión desde su espalda y la arrastraba hacia la superficie. Pronto, para su gran alivio, fue capaz de respirar el aire puro nuevamente y sin poder contenerse comenzó a toser con fuerza y botar de sus labios grandes cantidades del agua que había tragado. En ese momento la misma fuerza que parecía haberla sacado volvió a moverla y terminó chocando contra el húmedo pecho del vampiro, quien la atrajo hacia sí y la envolvió con sus fuertes brazos. Fue entonces cuando se percató de que aquella entidad misteriosa no había sido otra que él.
–Shh… tranquila… –susurró en voz baja mientras daba ligeros golpecitos en su espalda para ayudarla a expulsar toda el agua que había tragado –Ya está… cuanto lo siento…
–¡¿P-pero tú de q-que vas?! –intentó gritar en lo que parecía ser un reclamo indignado y amenazante pero, con su continua tos, solo consiguió el efecto opuesto.
–Siempre olvido lo delicados que sois los humanos –rio Alistar con humor pero sin dejar de sostenerla contra su cuerpo –Además creí que sabríais nadar.