–Erika…
Al ver sus ojos abiertos Alistar se incorporó sorprendido, como si esa hubiese sido la última cosa que esperase. En sus claros iris azules quedaba plasmada toda su confusión. Pero había algo más: parecía profundamente aliviado.
La joven cerró los ojos nuevamente, aunque solo un momento. Intentaba recordar, volver a reconectar con el mundo a su alrededor y, poco a poco, fue consiguiéndolo.
El monstruo.
Sangre.
Erik…
Nuevamente sus parpados se abrieron de golpe y, como un resorte, se incorporó en la cama casi instintivamente. Arrepintiéndose al momento dada la supuesta gravedad de sus heridas pero, tan solo una mirada rápida a su hombro bastó para que se diera cuenta de que ya estaba completamente sanado. Curiosa se abrazó el cuerpo con las manos buscando puntos de dolor pero no encontró ninguno: estaba como nueva.
Sin embargo en ese momento una fuerte punzada de dolor asaltó su vientre, uno tan intenso que la obligó a doblarse ligeramente sobre el mullido colchón mientras se llevaba las manos al lugar. Su respiración se aceleró en lo que intentaba calmarse y por un momento creyó que vomitaría.
–¿Os encontráis bien? –preguntó Alistar preocupado mientras que rápidamente se ponía en pie y la tomaba por los hombros.
Ella intentó responderle pero no era capaz de articular palabra alguna y el vampiro parecía seriamente desconcertado. La joven sintió como él intentaba recostarla para fijarse en aquello que le dolía pero, con toda la fuerza de la que era capaz, intentaba impedírselo. Era como si tuviera la plena certeza de que al cambiar de posición el dolor se haría incluso más fuerte.
–Respirad… –pidió el vampiro con calma manteniendo su posición y a ella se le saltaron las lágrimas.
Pero en ese momento, como si simplemente nunca hubiese existido, se detuvo por arte de magia. La joven, confundida, esperó unos segundos temiendo que fuera una trampa de su cuerpo para hacerle bajar la guardia pero, al ver que nada ocurría, fue incorporándose con calma. Todo se sentía como siempre, entonces… ¿Qué diablos había pasado?
–¿Os encontráis mejor? –preguntó el príncipe y por increíble que pareciera también se notaba confundido.
–¿Lo has hecho tú? –habló ella por primera vez con la voz rasposa y la vista clavada en aquellos electrizantes ojos azules, al notar que él parecía no entenderla decidió agregar –¿Tú lo has detenido?
–No –Alistar negó con la cabeza y se sentó en la cama con gesto pensativo –No entiendo que ha pasado pero deberíais estar bien, no se supone que os duela nada.
–Solo han sido unos segundos –ella negó restándole importancia –No es nada.
El vampiro asintió pero en su rostro era claramente notable que no estaba para nada convencido. Erika por su parte decidió ignorarlo y terminó por incorporarse correctamente contra el dosel de la cama en la que tantas veces había despertado.
La habitación se encontraba sumida entre tinieblas. Lo único que la iluminaba tenuemente eran las llamaradas casi apagadas que ardían en el hogar y que conformaba pequeñas sombras que parecían danzar sobre las sabanas y los cuerpos de los jóvenes.
Una extraña sensación inundaba el pecho de la joven, le resultaba imposible sacarse ese extraño sueño de la cabeza, sentía como si de repente le hubieran arrebatado algo importante. La verdad de aquello que creía y en lo que siempre había confiado se difuminaba por momentos y estaba en un punto de inflexión en el que no sabía que era real. Le costaba pensar como su vida pasada, esa en la que solo era una estudiante normal, tan solo parecía una lejana ilusión que nada tenía que ver su presente realidad ¿En verdad esa Erika que asaltaba sus memorias había existido siquiera? Solo de pensar en lo confusa que se sentía le entraban unas profundas ganas de echarse a llorar. Por alguna razón se sentía superada por la situación.
¿Y Erik? ¿En verdad Erik podría haber muerto creyendo que ella era la culpable de todo? No sería tan extraño. Al final de cuentas ella siempre lo forzó, en su egoísmo lo obligó a hacer más de lo que aconsejaban los médicos ¿Cómo había podido comportarse así?
Una solitaria lagrima resbalo por su mejilla y por un momento se sintió sola, dolorosamente sola y desesperada. Ahora que lo pensaba en realidad siempre lo había estado, pues la única persona capaz de acompañarla estaba muerta, y probablemente por su culpa.
–¿Os encontráis bien?
Sintió la suave voz del vampiro a su lado y como el colchón se hundía ante su peso, mas no volteo a mirarlo, su mirada siguió perdida en la nada infinita que le proporcionaba las oscuras paredes de la habitación.
Sin embargo Alistar, para nada satisfecho con esto, en un gesto extremadamente delicado la tomó del mentón y fue girando su rostro lentamente, sin encontrar mayor resistencia por parte de la joven. Sus miradas se encontraron y en ese momento los ojos azules del príncipe parecían más profundos y expresivos que nunca.
–Erika... –habló arrastrando las palabras, como buscando exactamente que decir –Hace algún tiempo, el día en que nos conocimos, os dije que sería imposible esconderos de mí, que sería imposible ocultarme vuestros sentimientos –de repente la joven sintió el tacto de la otra mano del vampiro sobre su pecho, justo en el corazón, el mismo que por alguna razón ahora sentía acelerarse –Puedo sentirlo ¿sabéis? La mayoría de las veces no deseo hacerlo pero es inevitable. Siento vuestro miedo, vuestro júbilo, vuestra tristeza... –su rostro se acercó aún más al de ella mientras que con sus largos dedos dibujaba caricias sobre la piel de la joven –El destino, en el cual no suelo creer, os ha cruzado en mi camino de manera inexplicable y desde el primer día decidí tomar posesión de vos ¿Sabéis lo que significa ser mía? Que yo seré el señor de vuestra vida y muerte, que mis manos guiarán el surco de vuestro futuro, que os someteréis a todos los deseos que designe mi mente... Pero también significa que nunca, al menos en mi presencia, volveréis a llorar. No os permito que volváis a mirarme con ojos tan vacíos como los que tenéis ahora.