La joven se dejó guiar azorada por la fuerte mano del príncipe a la pista de baile, con un extraño y agradable cosquilleo recorriendo sus palmas. Las furtivas miradas del resto de los invitados quedaban relegadas bajo la escasa intensidad de los focos y, a pesar de saber que estaban rodeados de gente, en su mundo particular no eran interrumpidos por ningún agente externo.
–Espero que sepáis bailar –comentó él divertido mientras se posicionaba delante de ella y le dirigía una galante reverencia.
–Seguramente mejor que vos –contraatacó ella imitando su acento al tiempo que también le dedicaba una ligera inclinación, demostrando que no estaba tan perdida como se pudiese esperar.
–Lo dudo –él, en un movimiento rápido, zanjó la distancia que había entre los dos y agarrando a la joven por la cintura, la apegó contra sí, haciendo que un casi inaudible gemido de sorpresa escapara de sus labios. Entonces, casi rozándole con los labios la oreja, agregó –He tenido siglos para practicar...
A Erika se le puso la piel de gallina ante su cercanía y llevada por la magia de la música fue levantando lentamente su mano izquierda hasta colocarla sobre el hombro derecho del vampiro. Este, por su parte, atrapó aquella que se le había quedado libre a la joven, apenas consiguiendo que sus dedos se rozasen, mientras que la otra reposaba firmemente en la cintura de la chica. Ambos se mantenían erguidos, mirándose fijamente.
Y entonces la danza empezó.
En completo silencio, dejándose llevar por la magia del momento, sus cuerpos giraron al son de la hechizante melodía que parecía envolverlos. El suave vaivén de la falda de la joven se fusionaba a la perfección con las largas y fuertes piernas de Alistar, con movimientos tan perfectos y simétricos que, más que dos, era como si se tratarse de un solo ser. No hacían falta palabras, sus miradas eran capaces de gritar lo absolutamente necesario, en un idioma solo entendible por aquellos que son participes de la ocasión.
–No lo hacéis nada mal –comentó el príncipe modulando la voz lo más bajo posible para evitar llamar la atención.
–Lo mismo digo su alteza –la joven sonrió y, dando una breve mirada sobre su hombro agregó –Aunque quizás su amiga no opina lo mismo.
En uno de los giros Erika fue consiente de como Alistar seguía el curso de su mirada hasta dar de lleno con el rostro enfadado de la princesa Alissea, quien los observaba a una distancia prudencial, pero con una tirria demasiado evidente. El vampiro negó con la cabeza restándole importancia.
–Olvidaos de ella –ordenó con voz suave.
–Es evidente que ustedes tienen una historia –volvió a comentar la joven con voz neutra, carente de emociones –Ahora que lo pienso bien esa fue la misma joven que te sanó aquella vez.
–Si... –Alistar asintió con el ceño fruncido –Es una bruja bastante talentosa, eso debo reconocerlo.
–¿Tuvieron problemas acaso? –preguntó ella y él la miró sin comprender. La joven bajó la cabeza sin atreverse a mirarlo –¿Por eso me has traído aquí? ¿Para darle celos? No es que me interesen mucho los motivos pero...
Sin darle tiempo a decir una palabra más, Alistar la tomó del montón y le alzó la barbilla, propiciando que sus miradas volvieran a encontrarse. La mano que permanecía envolviendo la cintura de la joven afianzó aún más su agarre.
–El motivo por el cual os he traído no tiene nada que ver con ella –le explicó en un ronco susurro –Querida... vos sois tan joven, tan pequeña, tan inexperta... y por consiguiente hay cosas que por más que os esforcéis seréis incapaz de comprender. No obstante siempre tened presente que cada acción que realizo es únicamente porque así me apetece, no necesito demostrar nada ¿Creéis en verdad que tengo la necesidad de darle celos a alguien? Imaginé que me conocíais mejor que eso.
–¿Entonces cuál es el motivo? –los ojos de ella chispearon, sus ganas de gritar eran grandes pero sabía que debía contenerse –No hay que ser un genio para darse cuenta de que no pertenezco aquí, es cosa solo de mirarme ¿Por qué me has traído?
–Vos perteneceréis a cualquier lugar en donde yo esté –aclaró él con decisión –No os permito pensar lo contrario.
–Eso no responde mi pregunta –insistió Erika mientras se removía algo incomoda contra el cuerpo del vampiro, habían dejado de bailar –¿Por qu-...?
Tuvo que callar abruptamente pues todas las luces se encendieron de golpe y de repente parecieron expuestos, demasiado expuestos. Era como si cada persona presente los observara. Alistar frunció el ceño mientras miraba con atención hacia algún punto lejano y la joven, curiosa, siguió el curso que le marcaban sus ojos. Allí, frente a ellos, había sido colocada una gran plataforma elevada con una mesa de blanco mantel, repleta de exquisitos manjares y, justo en el centro, permanecían de pie Lucio y Alhexias.
Erika estaba con la boca abierta ¿Cuándo habían montado algo así? ¿Y cómo habría podido no notarlo? Era como si simplemente hubiese aparecido por arte de magia. Sonrió un poco ante este pensamiento, se encontraban en un castillo de brujos después de todo.
–Alteza.
Erika pegó un respingo ante la voz femenina, había estado tan concentrada admirando la nueva decoración que ni siquiera la había escuchado acercarse. Por otro lado Alistar solo parecía observar a su interlocutora aburrido.
La princesa Alissea, quien permanecía con la cabeza baja en una ensayada reverencia, continuó hablando, sin prestarle la menor atención a Erika.