Príncipe Vladímir el Grande

5.2 Lazos familiares: lucha entre amor y odio

La luz del sol que entraba en la sala del príncipe a través de la ventana creaba en la pared de madera extraños patrones, recordándole a Vladímir aquellos momentos en que escuchaba con su hermano Yaropolk los cuentos de su madre junto al fuego. Ahora, esos recuerdos se asemejaban a heridas abiertas que le provocaban dolor y amargura. Cada pensamiento sobre su hermano resonaba en su corazón como un agudo puñal.

Vladímir se acercó a la ventana, contemplando Kiev extendiéndose abajo. La ciudad que alguna vez consideraron su hogar compartido se había convertido ahora en el escenario de su lucha. Sentía en ella la batalla de dos sentimientos opuestos: el amor por el hermano con quien compartió la infancia y el odio hacia el enemigo que amenazaba con arrebatarle todo. Esta dualidad lo desgarraba, haciéndole dudar de cada decisión.

Un consejero que entró en la habitación rompió el silencio. Vladímir escuchó sus pasos y sintió cierta inquietud. ¿Era este hombre un amigo o solo otro jugador en el juego por el poder? Cada vez más, Vladímir se hacía esta pregunta, incluso sobre las personas más cercanas.

La conversación con el consejero intensificó aún más el conflicto interno de Vladímir. Las palabras sobre la necesidad de severidad y que la misericordia podía percibirse como debilidad chocaban con su voz interior, que le recordaba los lazos familiares y la sangre compartida por ambos hermanos. Sentía su corazón dividido en dos: una parte clamaba por paz y comprensión, la otra insistía en fuerza y decisión.

Más tarde, ese mismo día, Vladímir salió a las murallas de la ciudad. El aire estaba impregnado del aroma de la tierra y de los bosques lejanos, pero él solo sentía la amargura de la desilusión. Recordando el rostro de Yaropolk, torcido por la ira durante el último enfrentamiento, se preguntó: ¿quedaba algo del hermano con quien alguna vez compartió sueños? ¿O la búsqueda de poder los había convertido a ambos en monstruos?

La noche trajo consigo nuevos pensamientos y dudas. Acostado en la oscuridad, escuchando los latidos de su corazón, Vladímir comprendió que este conflicto con su hermano era solo un reflejo de la lucha interna en su propia alma. El deseo de ser un líder fuerte chocaba con la aspiración de mantener su humanidad y no perderse a sí mismo en el torbellino de acontecimientos.

La mañana lo encontró aún en ese estado de lucha interior. Observaba el mapa de la Rus’ y veía no solo territorios, sino también los destinos de las personas que dependían de él. ¿Podía arriesgar la paz por sus sentimientos personales? ¿Tenía derecho a imponer su voluntad a quienes confiaban en él?

Estas preguntas permanecían sin respuesta, pero Vladímir sabía que pronto tendría que tomar una decisión. De esa elección dependía no solo el futuro de la Rus’, sino también la persona que sería: ¿un gobernante misericordioso o un guerrero implacable?

Al salir al aire fresco, los primeros rayos de sol tocaron la tierra. Vladímir sintió un impulso hacia la luz y la comprensión de que también sus propias sombras necesitaban luz y reconciliación.

Pero, ¿se hallaría esa luz en la oscuridad de las futuras batallas y decisiones? La respuesta a esa pregunta aún estaba por descubrirse.




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