La Rus de Kiev atravesaba un período de profundos cambios tras el bautismo, que se convirtió en un hito en su historia. La ciudad estaba dividida en dos partes, como un viejo roble alcanzado por un rayo: en unas calles resonaban oraciones y salmos desde las nuevas iglesias, mientras que en otras se escuchaban gritos de ira y blasfemias de quienes no querían renunciar a la fe de sus antepasados. Vladímir el Grande se encontraba en el palacio principesco, observando esta división, y sentía el peso de la elección que recaía sobre sus hombros.
Entre la nobleza tampoco había unidad. Ancianos y boyardos se reunían en consejos secretos en habitaciones oscuras, sus rostros iluminados por el crepitar del fuego mostraban duda e indignación. Veían en la nueva fe un movimiento político de Vladímir, un intento de consolidar su poder mediante la alianza con Bizancio. Sus susurros estaban llenos de conspiraciones y planes de resistencia.
El pueblo llano reaccionaba con aún más emoción. Muchos percibieron el bautismo como una violencia contra sus tradiciones. Se reunían cerca de antiguos santuarios y realizaban rituales en secreto, considerando a los nuevos sacerdotes como extranjeros. Las madres enseñaban a sus hijos antiguas oraciones en voz baja, temiendo represalias.
Sin embargo, hubo quienes apoyaron los cambios. La juventud y los comerciantes veían en el cristianismo un camino hacia el progreso y la unión con poderosos vecinos. Recibían con entusiasmo la nueva escritura y las artes. Para ellos, Vladímir era un iluminador.
Vladímir comprendía esta tensión. Veía cómo su decisión dividía a la sociedad en partes. A veces, por la noche, soñaba con los rostros de quienes resistían. Escuchaba en su interior la voz de su madre Malusha y la voz de su padre Sviatoslav.
La tensión entre el conservadurismo y el progreso alcanzó su punto máximo cuando un grupo de antiguos creyentes intentó levantar un levantamiento en uno de los suburbios de Kiev. Vladímir enfrentó esta amenaza con fuerza y palabra.
Este conflicto se convirtió en el desencadenante de los acontecimientos posteriores. Vladímir entendió que la unidad no era posible sin compromisos.
Al final de este período, Vladímir se encontraba en una colina contemplando Kiev. La ciudad estaba dividida, pero ya no de manera tan hostil.