Prioridades

7

¡Ay no! Lo primero que me advirtió mi madre que no hiciera lo hice, andar de libertina. ¡Y ni siquiera lo recuerdo!

Me levanté, me puse un pijama y busqué algún rastro de que alguien más hubiese estado en mi habitación.

No encontré nada, y tampoco la ropa que llevaba la noche anterior. La puerta se abrió y mis compañeros de piso entraron a la habitación.

—Vaya manera de integrarnos como roomies. Yo pensaba que Alessandra sería la primera a la que tendría que cuidar después de una noche de copas, jamás pensé que serías tú. —Se recostó en mi cama.

—¡Basta Hugo, deja de molestarla! —Le dio un golpe en el brazo, y se sentó en la cama junto a él—. ¿Cómo te siente Cassie? ¿Quieres unas aspirinas?

—Intento recordar lo que sucedió anoche. —Dije con cierto temor— Lo último que me viene a la mente es que estaba hablando con un chico y luego me besó.

—¡Corrección! Estabas hablando con un chico y luego llegó otro y te besó.

—¡Ay no! ¿Tan mal me vi?

—No queremos asustarte, pero al parecer intentaron drogarte. —Alessandra le dio una mirada de reproche a Hugo.

—¿Cómo? ¿Quién? ¿En qué momento?

—No sabemos. Te levantaste de la mesa en dirección a la barra, en ningún momento te quitamos la vista de encima, ya que estabas mareada. Se te acercó un chavo que lucía un poco extraño y te quedaste platicando con él. ¡Le estabas coqueteando! Un chico fue a tu rescate diciendo que era tu novio, te besó y te llevó de regreso a nuestra mesa. Al llegar no podías sostenerte, así que te trajimos al departamento, te ayudamos a que vomitaras y te metimos a bañar. Intentamos ponerte algo de ropa, pero no quisiste, y te metiste a tu cama para dormir.

—¿Ustedes dos me bañaron? ¡Qué pena! —Escondí mi rostro detrás de mis manos.

—Tranquila, muñeca, traté de no ver mucho. —Ahora fui yo quien le dio un golpe a Hugo en el brazo.

—¿Quién fue el chico que me rescató?

—Esa misma pregunta ronda por nuestras cabezas. No supimos su nombre y tampoco lo reconocimos, no era de nuestro grupo. Pero tú sí parecías conocerlo, o lo confundiste. Balbuceabas un nombre que nunca entendimos.

Las alarmas saltaron en mi cabeza, comencé a buscar mi teléfono por toda la habitación. Cuando lo encontré, vi que tenía mensajes de mis amigas y uno de Mateo, el cual abrí primero presa de mi curiosidad.

Mateo

Hola, hermosa. ¿Cómo va tu día? ¿Saliste a celebrar?

¡Eso es todo! No hay nada más. No tengo idea de con quien me besé anoche.

Sonó mi teléfono y recibí un nuevo mensaje.

Señorito Castro

¡Buenos días! Señorita Casandra, recuerde que usted se encuentra becada y tiene una reputación que mantener. Espero que lo sucedido anoche no se vuelva a repetir. No puedo estar de su niñero cada vez que usted decida salir y tomarse unas copas.

—¡Me muero, trágame tierra y escúpeme en China! —Comencé a gritar.

—¿Qué sucede?

—Me envió un mensaje el Sr. Castro, mencionando lo de anoche. —Les mostré el mensaje, y me miraron asombrados— ¿Él fue quien me rescató?

—No sé, yo también estaba algo borracha. —Confesó Alessandra— No se parecía al chico guapo que conocí en la entrevista. Vamos a Google, él nos lo enseñará.

Estuvimos buscando en Google, pero no apareció ni una foto del señorito Castro, es como si no existiera. También revisamos la página web de la compañía y la única foto que hacía falta era la de él.

Para evitar ser expulsada, intenté hacer una cita con su secretaria para ofrecerle una disculpa, lamentablemente no me pudo atender porque se encontraba fuera de la ciudad. Le envié un mensaje agradeciéndole su ayuda y asegurándole que no repetiría ese comportamiento; no obtuve respuesta.

¿Qué esconderá el señorito Castro?

Dos semanas después de aquella noche de fiesta, la rutina se hizo presente. Por las mañanas me dediqué al trabajo, asistía a la maestría dos veces por semana y el resto de los días los utilizaba para hacer ejercicio.

Una parte importante de mi rutina diaria eran los mensajes de Mateo, me mandaba cuando menos uno cada noche, me contaba de su día y refrendaba la esperanza de volver a verme. Según él, pronto vendría a buscarme.

En casa cocinaba Hugo, quien nos tenía comiendo cosas sanas y deliciosas. De otro modo, Alessandra y yo viviríamos a base de hot dog's, sopas instantáneas y pizzas. A cambio, nosotras hacíamos la limpieza.

—¿Qué opinan de Elías, chicos? —Alessandra y Hugo casi se atragantan con la comida.

—Es un chico muy guapo. ¿Por qué preguntas?




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