Prioridades

9

—Mucho gusto, Cassie. —Extendió su mano en modo de saludo— Es un placer conocerte.

—Mucho gusto. —Me limité a contestar, y extendí mi mano. Supuse que no quería demostrar que nos conocíamos.

—¿Qué les pareció la cena? ¿Todo fue de su agrado?

—Todo estuvo exquisito. Muchas gracias por conseguirme un lugar, amigo. Fue la ocasión perfecta para que Cassie aceptara ser mi novia.

Yo no he dicho que sí, pensé. Solo me limité a sonreír.

—Me despido. Fue un gusto conocerte, Cassie. Nos vemos en el partido del martes, Elías.

—Hasta el martes. De nuevo, gracias por tus atenciones.

Mateo se retiró de la mesa, para seguir visitando a los comensales. Al parecer era un ritual que tenía el restaurante.

—Elías, siento decepcionarte, pero yo no he aceptado ser tu novia.

—¿Y qué, o quién te lo impide? Tenemos un mes saliendo juntos, creo que ya debemos dar el siguiente paso.

—Y según tú, ¿cuál es el siguiente paso?

—Ser novios, y tener intimidad. —Dijo de manera seductora, mientras colaba una de sus manos por debajo de mi vestido para acariciar mi pierna.

Me sentí incómoda ante su tacto. No había bebido tanto como para agarrar valor y plantarle un zurdazo en la cara. Su actitud estaba creando pánico en mi interior.

—Siento que es muy pronto. Aún me cuesta trabajo confiar en las personas. Tengo muy presente lo que me hizo mi ex. Solo te pido un poco más de tiempo. —Le retiré la mano de mi pierna.

—No me dirás que eres virgencita, seguro tuviste vasta experiencia con tu ex. Tanta que no quieres arruinarla conmigo. —Dijo con tono sarcástico.

—Ya te dije que no estoy lista, debes respetar mi decisión. —Dije con seguridad.

—No acepto un no por respuesta. Te deseé desde el primer momento en que te vi, y muero por perderme dentro de ti. Con el tiempo aprenderás a confiar en mí. —Puso su mano detrás de mi cabeza e intentó acercar mi cara a la suya para besarme.

Me asustó mucho su actitud, y comencé a forcejear con él. Me negaba a ser besada a la fuerza.

—¡Suéltame! No quiero ser tuya a la fuerza.

Un mesero se acercó a la mesa ante la escena que estábamos haciendo.

—¿Todo va bien, señores? —Preguntó el mesero, buscando una señal de alarma de mi parte.

—Sí, todo va excelente. ¿Verdad, amor?

—Sí. —Me limité a responder con la mirada baja.

—¿Algo más que les pueda ofrecer?

—No. Ahora retírate.

—Claro, señor. Con su permiso. —El mesero se dio la vuelta para retirarse de la mesa.

—¿Disculpe, señor? —El mesero volteó a verme—. ¿Podría decirme dónde se encuentran los sanitarios? —Elías apretó mi muslo con fuerza en modo de reproche por haber hecho esa pregunta.

—Será un placer escoltarla hacia los sanitarios.

Me puse de pie para seguir al mesero. Intenté tomar mi bolso, pero Elías no lo permitió, tomó mi mano y acercó su cara a mi oído.

—No tardes mucho, muñeca; estoy ansioso de que lleguemos a casa. —Me susurró y depositó un beso en mi mejilla.

Me asusté mucho por lo que dijo. Seguí al mesero rumbo a los sanitarios. Del miedo que me estaba causando Elías, olvidé mi teléfono en la mesa, por lo que no tenía manera de llamar a Hugo o Alessandra para que me rescataran.

Al entrar al baño comencé a llorar, no podía creer que la vida me tendiera otra trampa. Elías no estaba jugando, vi en sus ojos la firme idea de querer cambiarme. La sumisión no va conmigo, aún no éramos novios y ya quería manejarme a su antojo.

El nombre de Mateo vino a mi mente, tal vez él podría ayudarme. Salí del sanitario buscando a alguien que pudiera decirme cómo contactar con el Chef, pero no fue necesario, ya que de nuevo choqué con él.

—¿Estás bien? Te vi incómoda por las cámaras. —Limpió una lágrima que caía por mi mejilla.

—¿Me estás vigilando?

—Parte de mi trabajo es estar pendiente del restaurante. Ahora responde, ¿va todo bien?

—La verdad es que no. —Bajé la mirada— No quiero regresar a la mesa con él. —Comencé a llorar de nuevo.

Mateo me abrazó y besó mi frente.

—¿Te ha hecho algo?

—No. Solo que he descubierto que no me gusta su actitud. Yo no he aceptado ser su novia, y me dijo que no acepta un "no" por respuesta; quiere presionarme para tener relaciones, pero yo no quiero. Ni con él, ni con nadie.

—Tranquila, te voy a ayudar. Sígueme.

Llamó a un mesero y le dio un par de instrucciones al oído.

Me tomó de la mano y me dirigió a través de la cocina, hasta llegar a la parte de atrás del restaurante. Subimos unas escaleras hasta llegar a una oficina. Ahí podía observar todas las cámaras del restaurante, y había una en especial que mostraba nuestra mesa.




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