El comentario de Mateo me dejó desconcertada, mañana intentaré hablar muy seriamente con Alessandra. Después de todo, Mateo conoce mejor a este chico que nosotras.
—¿A dónde iremos? Tal vez deba ir a comprar algo de ropa. No puedo ir a la casa a cambiarme porque se supone que salí a una noche de chicas con mis amigas. —Pregunté mientras Mateo conducía en un rumbo desconocido para mí.
—Sabes, no es bueno que en tu primera cita me presentes tus tretas para escaparte y salir con otro chico. —Volteó a verme serio.
—Yo no planeé nada, solo soy una víctima de las circunstancias.
—Seguro eres más diabla que tu amiga. —Comenzó a reír.
—¡Oye, más respeto! Yo soy un ángel. No me has dicho a donde iremos.
—A donde vamos no necesitas cambiarte de ropa.
—No pensarás encerrarme en tu casa, ¿o sí?
—Confiesa que te mueres por hacerme tuyo, y marcar tu territorio. —Comenzamos a reír.
Llegamos a un restaurante muy pequeño y pintoresco, las mesas eran redondas, estaban decoradas con un mantel de cuadros blancos con rojo.
—Mmm, un restaurante italiano.
—Vas a probar las mejores pizzas de la ciudad.
Pedimos vino y una Pizza quattro formaggi (Pizza de cuatro quesos). Tenían música italiana de fondo, muy al estilo de "La Dama y el Vagabundo".
—Me encantaría aprender a hablar italiano. Se escucha bellísimo.
—¿Y qué te detiene?
—No sé... La desidia tal vez. ¿Para qué aprender un idioma que nunca utilizaré.
—¿Sabías que aprender varios idiomas te ayuda a prevenir el Alzheimer? Deberías aprender por placer, no por obligación. Además, siempre puedes comprarte un boleto a Italia solo para practicar. —Comencé a reír.
—¿Y qué me dices de ti? ¿Hablas algún otro idioma?
—¡Claro! Hablo Inglés y Francés. Sobre todo por el negocio. He tenido cocineros japoneses, chinos y polacos, así que también sé un par de palabras en esos idiomas.
Lo veía embelesada, aún no podía creer que estuviera en una cita con este chico tan maravilloso.
—Bueno, ya me has contado sobre tus virtudes, ¿qué hay de tus defectos?
—Perdón, pero esa palabra no existe en mi diccionario. —Me sonrió cínicamente.
—Disculpa si te espanto en nuestra primera cita, pero yo sí tengo defectos y no tengo ningún problema en decirlos.
—¿Y cuáles son tus defectos?
—No sé cocinar, se me quema el agua. No reacciono por las mañanas si no me tomo un café macchiato. Suelo ser muy obsesiva con mi pareja, le reviso el teléfono a cada rato y debe gestionar un permiso con 48 hrs. De antelación si quiere salir con sus amigos. Además de que debe tener instalado un rastreador en su teléfono para que yo sepa dónde está todo el tiempo. —Dije en broma.
—Esos no son defectos, son cosas de psicópatas. —Nos reímos de nuevo.
Después de la cena fuimos a su departamento, me pidió ayuda para terminar de instalar las cosas en el cuarto que ocuparía Victoria.
Su recámara era de mariposas, estaba decorada en tonos lilas y rosas. El armario era blanco y dentro había toda clase de ropa que una niña pudiera soñar: vestidos de princesas, disfraces, tiaras y zapatos.
—Deberás organizar mejor tu tiempo. De nada servirán tantas cosas si la niña no te tiene a su lado. —Dije mientras colocaba unos peluches y muñecas en su juguetero.
—Eso he pensado. Habilité una recámara en el restaurante para ella. No tengo intención de que pase mucho tiempo ahí, por Io que estoy pensando traer aquí el trabajo de oficina. Ya veré cómo me organizo a su llegada.
Terminamos de guardar las cosas, salía de la habitación rumbo a la sala cuando sentí que me abrazó por la espalda y comenzó a depositar besos en mi cuello, cerré los ojos para disfrutar el momento.
Mi teléfono comenzó a sonar interrumpiendo este encuentro, quise ignorarlo pero fue tan insistente que no tuve más remedio que atender la llamada.
—Cassie, ¿dónde estás?
—¿Por qué me llamas del teléfono de Alessandra, Hugo? ¿Está todo bien?
—Llegó hace un momento y está encerrada en su cuarto llorando. No me deja entrar y no me dijo nada. ¿Dónde estás? Se supone que andaban juntas.
—Voy para allá. —Colgué, no quería dar una versión de los hechos hasta hablar con Alessandra.
Guardé mi teléfono en el bolso, Mateo vio mi cara de preocupación y se ofreció a llevarme al departamento.
—Cassie, prométeme que me vas a decir si Toño le hizo algo. —Habló Mateo mientras manejaba a casa.
—¿Por qué le haría daño? —Pregunté alarmada.
—Digamos que siempre le gusta salirse con la suya.
—¿De dónde Io conoces?
—Del colegio donde estudiamos.
Al llegar al departamento me dirigí a la habitación de Alessandra, mientras Mateo se quedó con Hugo en la sala.
Mi amiga se encontraba llorando acostada en la cama en posición fetal, al verme se sentó y estiró Io brazos en señal de que me acercara a ella y la abrazara. La abracé y continuó llorando, esperé un momento a que se tranquilizara y se quedó dormida en mis brazos.
La acosté con cuidado y salí de la habitación, al llegar a la sala noté que Mateo y Hugo estaban hablando bajo, como si fueran viejos conocidos, me escondí detrás de una pared a escuchar su plática.
—Yo vi cuando Toño salió a recibirla. —Dijo Mateo.
—Ese cabrón me las va a pagar, le dije que se mantuviera tejos de las chicas. —Se quejó Hugo.
—Le diré a papá sobre este asunto, Toño no debería estar aquí. Se supone que debe estar trabajando en el extranjero.
—Debiste asumir la presidencia.
Al escuchar eso me asusté y tropecé cayendo sentada. Por suerte no me golpeé la cabeza.
Al escuchar el estruendo los chicos se pusieron de pie y corrieron hacia mí, el sonido que emití fue tan fuerte que Alessandra también salió de su habitación y fue hasta dónde me encontraba.
—¿Estás bien? —Preguntaron mis amigos.