Prioridades

21

Me quedé mirando a la persona que tenía frente a mí, lucia cerca de los 40 años y no recordaba haberlo conocido, aunque tenía un ligero parecido al chico que salió hace unos días con Alessandra.

—Hija, no te quedes ahí parada admirando como tonta. —Dijo mi madre.

—Perdón. —Salí de mi ensoñación— Mucho gusto.

—¿Cuál dijo que es su nombre?

—Me llamo Alberto. Es un placer conocerla, Cassandra. Mi esposa me ha hablado mucho de usted. —Reí por dentro, pues seguramente los planes de mi madre como cupido habían fallado.

—Sí, hija, su esposa me ha hablado maravillas de ti como profesionista. —Comentó mi madre emocionada.— Es más, está segura de que cuando termines tus estudios podrás trabajar con ellos en esta ciudad, ¿verdad, Alberto?

Aquí hay algo raro... Si mí madre sabe que es casado, ¿para qué quiere presentármelo?

—Hajajaja. Eres incorregible, Odette. Ya te expliqué que dependerá de los planes de tu hija. Ella será quién escoja a dónde quiere irse a trabajar.

Ya sé por dónde va el interés de mi madre.

—Y yo ya te pedí ayuda para traerla de regreso. Me hace mucha falta. —Mi madre me dio un fuerte abrazo.

—Yo también los extraño, madre, pero ya veré en su momento cuál será mi mejor opción. —Dije soltándome de su abrazo.

—Un placer saludarte de nuevo, Alberto. Iré a saludar a los demás invitados. Salúdame a tu esposa.

—Nos vemos más tarde. Gracias de nuevo por invitarnos a tu fiesta.

Mi madre se fue al ver que mi padre le hizo señas para que se acercara a saludar a unos amigos.

—¿Cómo es que mi madre y ustedes se conocieron? —Pregunté confundida.

—Nos conocimos en una presentación del curso de repostería al que asisten mi esposa y Odette. Esa noche cada una tuvo que hacer un pastel, el de tu madre fue el mejor pastel de chocolate que he comido en mi vida.

—No me imagino a mi madre en la cocina.

—Dice que está muy nerviosa por tu partida. No sabe en qué momento regresaras a casa embarazada. —Comenzamos a reír. Mi madre no cambiará nunca.

—Coqueteando con mi amiga. Sabía que no te podía dejar un momento a solas.

Volteé y vi a Danielle caminando hacia nosotros. Al llegar a dónde estábamos, no pude ocultar mi emoción y nos fundimos en un fuerte abrazo.

—Vamos a sentarnos a tomar una copa. —Propuse.

Caminamos hacia una mesa vacía y nos sentamos los tres a platicar.

—iQué gusto verte, Cassie!

—¿Cómo te va en tu nueva vida?

—Muy bien, Danielle, estoy muy contenta. Tal como me contaste, es una oportunidad única y estoy aprendiendo mucho. Nos comentaron que hay cambios en la organización, y pronto podemos aspirar a un puesto fijo.

—Lo sé. Y tienes junto a ti al encargado de esos cambios. —Señaló a su esposo— Estoy segura de que con un pastel de chocolate hecho por tu mamá podremos convencerlo de que seas la Directora General. —Reímos.

—No exageres. Ese pastel sólo te llevaría a ser la Directora de Recursos Humanos. —Bromeó Alberto.

—¿Acaso estás pensando en despedirme? —Preguntó Danielle indignada.

—Por Io pronto estoy buscando quién cubra tu baja de maternidad. —Puso su mano sobre su estómago y comprendí a qué se refería.

—iEstás embarazada! —Afirmé emocionada.

—¡Sí! Y esta vez es la niña.

—Voy por algo de beber. Las dejo solas para que platiquen. Por favor te dejo la consigna de convencerla para que deje de trabajar. —Alberto se levantó y caminó hacia la barra de las bebidas.

—Creo que esta vez le tomaré la palabra a mi marido. Con dos hijos me vuelvo loca, ahora imagínate con tres. Solo no se Io digas, por si cambio de opinión.

—Sabía que tu esposo era uno de los directivos, pero no de la familia de los dueños. ¿Supiste lo que me sucedió?

—Sí, y es una suerte que el primo de mi marido estuviera ahí para rescatarte. Cuando nos contó Io sucedido, nos asustamos mucho. Sabe que eres una amiga muy querida para mí, pues fui yo la que te recomendó para estudiar ahí.

—¿Cómo se llama el primo de tu marido? —Pregunté intrigada.

Danielle estaba por responder a mi pregunta cuando regresó su marido a la mesa con las bebidas.

—Cassie, ¿convenciste a mi mujer de que deje de trabajar? Estoy pensando seriamente en otorgarte ese puesto. Odette insiste en quererme comprar con pasteles de chocolate. —Comenzamos a reír y seguimos platicando de diferentes temas. Estar con ellos me hizo sentir tan bien que me olvidé por completo de la resaca.

Un par de horas más tarde se despidieron y me quedé sola nuevamente en aquella mesa donde estábamos platicando alejados de la fiesta.

Mi padre me vio a Io lejos y se acercó a la mesa donde estaba y se sentó junto a mí.

—¿Por qué tan sola, pequeña?

—Estoy algo cansada. Me acabo de despedir de unos amigos con los que estuve platicando y me quedé aquí pensando.

—¿Se puede saber en qué o quién? —Preguntó con picardía.

—No se te escapa nada, papá.

—Eres mi hija, solo me preocupo por ti. Además, tienes un brillo en los ojos, como si estuvieras enamorada. —Suspiré.

—Es complicado, papá.

—¿Complicado? ¿Me vas a decir que andas con un hombre casado?

—Divorciado y con una hija. —Cerré los ojos al decirlo.

—Entiendo. ¿Y estás segura de que está divorciado? —Preguntó con cautela.

—Él vive con su hija de 5 años; su ex esposa está próxima a contraer nupcias con su nuevo novio.

—Debe ser una buena persona. No cualquier padre acepta hacerse cargo de su hija.

—Lo es. —Seguí pensativa.

—¿Entonces? ¿Qué sucede?

—Es solo que no sé si estoy preparada para ser mamá. No es un embarazo por accidente, así que no tengo 9 meses para pensar qué hacer. ¿Y si fallo? ¿Y si me doy cuenta de que quiero seguir viviendo libre? No quiero romperle el corazón a una niña.

—La paternidad es un proceso muy difícil, no hay un instructivo sobre cómo ser un buen padre, todos tenemos errores en ese proceso, pero siempre podremos remediarlos. ¿Por qué tienes dudas sobre seguir queriendo ser libre? Amas a ese joven, ¿o no? No te voy a permitir que juegues con los sentimientos de ese muchacho.




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