Prioridades

27

Me quedé estática al escuchar la noticia, mis compañeros se acercaron emocionados a felicitarme, y yo me limitaba a fingir que estaba feliz con una sonrisa falsa en mi rostro. A Io lejos, vi como Antonio me hizo un ademán para que me acercara a él.

—¡Felicidades, Cassie! Esta será una gran experiencia para ti.- —Comentó en un tono muy convincente.

—Gracias. —Dije temblorosa— No estoy segura de poder trabajar contigo, esta mañana me ofrecieron trabajo y acepté.

Vi que cambió su semblante, se mostraba inconforme con mi rechazo.

—No debes tomar una decisión tan apresurada, ten. —Me tendió una tarjeta— Te espero mañana en mi oficina para platicar.

—Gracias, pero debo irme. — Intenté sonar apresurada.

—No faltes a nuestra cita de mañana. —Se despidió depositando un beso en mi mejilla.

Me alejé de Antonio y caminé por los pasillos en búsqueda de Hugo y Alessandra.

—¡Esta noticia hay que celebrarla, pioja! Vamos a la taberna. —Comentó Hugo emocionado.

—Celebren ustedes, en realidad tengo dolor de cabeza. Esta noticia me ha tomado por sorpresa y no tengo idea si debo aceptar o no. —Dije angustiada.

—Pues vamos a casa y celebramos mañana. —Dijo Alessandra ignorando la invitación de Hugo para salir.

 

No pude conciliar el sueño durante toda la noche, en mi mente no dejaba de pensar sobre las posibilidades laborales que se me estaban presentando.

 

A la mañana siguiente le llamé a Gina para avisarle que llegaría un poco más tarde y me dirigí hacia la dirección que me había proporcionado.

Llegué a un edificio ubicado en una de las zonas comerciales más exclusivas de la ciudad.

Era uno de los rascacielos más hermoso y moderno que había visto, decorado en su totalidad con cristales.

—iHola, Cassie! —Me sobresalté al escucharlo. Colocó su mano en mi espalda y me giró para que lo saludara— No esperaba verte tan temprano, debes estar ansiosa por iniciar.

Sonreí, negarme a este empleo será Io más difícil que he tenido que hacer últimamente.

—¡Hola, Antonio! En realidad vine para agradecer nuevamente la oportunidad, pero creo que es mejor que se la ofrezcas a otra persona.

—La calle no es un buen lugar para hablar de trabajo, ven conmigo. —Como un caballero me tomó de la cintura y me dirigió hacia la entrada del edificio.

Una vez dentro, pasamos los controles de seguridad y aproveché para alejarme disimuladamente de él, por más que Io intentaba no lograba confiar en ese chico. Lo seguí hacia los elevadores y al entrar me camuflé con las personas para no quedar a su lado.

Conforme el elevador iba subiendo y la gente iba saliendo del lugar, Antonio aprovechaba para acercarse y situarse junto a mí, yo pretendía no darme cuenta de su intención mientras miraba el celular.

Al llegar al piso donde estaba su oficina, volvió a tomarme de la cintura para dirigirme a su oficina. Antes de cruzar las puertas de caoba, le pidió a Raquel, su secretaria que nadie lo molestara.

Su despacho era muy elegante, decorado con muebles antiguos de madera, predominaba el color negro en la decoración, era Io opuesto a la fachada y el resto del lugar que estaba decorado en tonos blancos y grises.

—¿Quieres tomar algo, Cassie? —Preguntó al mismo tiempo que me invitaba a sentarme en una pequeña sala.

—No, gracias, no pretendo tardar mucho, debo volver a mi trabajo. —Respondí con seriedad. Se sentó junto a mí.

—No entiendo esa resistencia tuya a trabajar conmigo. A mi lado vas a viajar, cenar en restaurantes elegantes, tendrás acceso a Io que toda chica de tu edad desea. Serás la sensación en Instagram cuando publiques todos tus logros. —Al hablar Io hacía con un poder de convencimiento tan asombroso que me hizo dudar.

—¡Wow, eso suena asombroso! ¿Y qué tendré que hacer? —Siendo honesta me emocionaba este empleo.

—Serás mi asistente personal, llevarás mi agenda, me ayudarás con los vuelos, revisarás informes y sobre todo ayudar a Raquel, como puedes ver, es una herencia de mi abuelo. —Ambos reímos ante su comentario— Cuando viajemos me acompañarás a algunas reuniones de trabajo, fiestas y sobre todo tendrás tiempo para pasear e ir de compras.

Se me iluminaron los ojos y me emocioné mucho al escuchar la descripción del trabajo. Viajes, compras, fiestas, en definitiva todo Io que una chica puede desear.

Continuamos hablando sobre el trabajo, los lugares a los que tiene que ir próximamente, algunas fiestas a la que está invitado y prometió que me llevaría. Poco a poco se fue rompiendo el hielo entre nosotros y comencé a sentirme cómoda platicando con él.

De repente comencé a incomodarme, Antonio actuaba muy cariñoso conmigo, colocaba su mano en mi muslo, tomaba mis manos, se acercaba a mí, y recordé los comentarios de Hugo y Mateo.

—Creo que es hora de que me retire. La verdad suena muy interesante el trabajo, pero me temo que no debo aceptarlo. —Vi que cambió su semblante.

—Es por Mateo, ¿verdad? —Lo miré intrigada.

—¿Qué tiene que ver Mateo en todo esto? —Contesté con otra pregunta, porque no tenía idea de Io que hablaba.

—Olvídalo. —Se abalanzó sobre mí acorralándome en el sofá intentando robarme un beso. Sentí mucho miedo, intenté gritar y colocó su mano sobre mi boca— No grites, relájate, vamos a pasar un rato agradable. —Abrí mis ojos asustada y comencé a llorar.

Traté de golpearlo, arañarlo, pero me era imposible, su cuerpo aplastaba el mío. No sé si eran mis nervios pero comencé a escuchar ruidos fuera de su oficina.

—Don Mateo, ya le dije que no puede entrar, Don Antonio se encuentra ocupado. —Era la voz de Raquel.

Sentí un rayo de esperanza, Antonio me liberó de su agarre y volteó hacia la puerta. Mateo entró a la oficina y al verme con lágrimas en los ojos se abalanzó hacia Antonio dándole un puñetazo en la cara. Antonio se cayó al suelo y comenzó a brotar sangre de su nariz.




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