Priscila & La manzana dorada

La locura empieza

Moshee

Con solo ver a mi amiga irse auto sin poder decirme adiós, decidí ir a su casa para entregarle su obsequio. Fui al estacionamiento para ciclos, desencadenando la mía, iba a montarme cuando alguien me detiene, al mirar al frente se trata del sobrino de la directora, el cual había detenido la bicicleta con el pie apenas ostentando sus manos en los bolsillos de la chaqueta.

—¿Vas a seguir a la chica que se fue con el hombre de bastón? —cuestiono.

—Sí, ¿la necesitas para algo? —respondí

—Se le callo esto—comento mostrándome la pieza de joyería plateada que llevaba en la mañana.

—Está bien, te llevare a su casa—dije comenzando a pedalear. —Puedes montarte si quieres...

—No gracias, iré caminando—contesto interrumpió.

—Okey si tú quieres—declare.

Lo bueno era que su dirección se había instalado en mi memoria por todas las tardes de juegos que pasaba con ella, no tan alejados de su tío, ese hombre me daba escalofríos; los brillantes cabellos de mi compañero casi me dejan ciego, me sorprende, a pesar de que yo tenga un vehículo el sea mas rápido, reconocí el vecindario y baje de la bici para empezar a andar, el impactarme contra la robusta espalda del rubio me disgusto, iba a reclamar, hasta que vi su dedo apuntar.
—Algo anda mal—me indico.

Observe mejor y tenía razón, la puerta está abierta me imagine lo peor, saque mi celular para llamar al 911.

—Mejor llamo a emergencias, creo que ella está en peligro—mencione.

—No servirá de nada—me interrumpió.

—¿Cuál es tu razón? —le cuestione con mala espina a su cometario.

—Ya revisé mi celular, no hay señal—me contesto.

Separamos la puerta e ingresamos de forma caudalosa. Nos metimos directo a la sala donde se podía percibir bulla y entre estos oí la voz de Priscila, lo que me hizo respirar sin problemas, vi que mantenía platica con un hombre lo bastante alto para ser un jugador de basquetbol, la distancia me negaba deslumbrar su rostro, pero tenía un taparrabos y unas pulseras de oro.

Petrof ya tenia la guardia alta, quise salir para encontrar ayuda en el exterior, mi mayor error no fue notar el jarrón, cuyo estruendo hizo reaccionar a el gigantesco hombre se volteara y sacara una especie de espada hecha de madera junto a un escudo.

—¿Quién anda ahí?, Muestra la cara cobarde—grito con enojo.

—Perdón señor por favor perdónenos la vida, haga lo que quiera con nosotros, pero por favor, no le haga daño a Priscila—exprese paranoico.

—Chicos tranquilos, solo es mi tío... solo que casi, en bermudas—aclaro Priscila tranquilizando la situación.

—¿Qué hacen ustedes aquí?, ¿Cómo han entrado a mi casa? — grito molesto el hombre. Lo entiendo nadie quiere que se metan en su casa sin su permiso.

—”Trranquilícese” señor, solo hemos venido a devolver esto—respondió petrof resaltando la “R”.

Del bolsillo derecho de su pantalón saco el collar de Priscila, contemple un brillo asomándose junto a una sonrisa de labios, agarro el collar y le agradeció a Petrof.

—Bueno, ahora que te lo devolvimos es hora de irnos así que, ¡Adiós!—dije para seguido correr a la sin notar de que esta ya estaba cerrada; ¿Cuándo paso?—Ay, mi hermosa cara—me queje por el dolor.

Priscila

Disimule mi risa ante lo sucedido con mi mejor amigo.

—Ustedes no van a ningún lado—dijo mi tío.

—¿Por qué razón?, usted no tiene ningún derecho para encerrarnos, si quiere pelea, pelea tendrá—exigió con los brazos cruzados.

—Ja, me agrada este chico; en todo caso, mis razones justifican mi negación a irse—aclaro mi tío.

—La razón que sea, no le contaremos a nadie solo no queremos morir—menciono Moshee lloriqueando.

—Se trata de algo más importantes chicos, algo que el destino escribió para ustedes—Menciono Adom en la habitación, ya que se estaba cambiando.

—¿A qué te refieres Adom y que haces aquí? —pregunto Moshee chillando en la última silaba.

Bueno digamos que nuestro gótico favorito tenia varias sorpresas.
Es obvio que alguien estará aterrado al ver que un adolescente tiene la mitad del rostro descubierto hasta verse su calavera.

El dueño de los ojos azules se desplomó con un golpe sordo, como si un saco de arena hubiera caído al suelo, el nativo euro-asiático mantenía la mirada firme y la mandíbula tensa.
—Bueno llevemos al chipili al sofá, cuando despierte comenzamos las explicaciones, para matar el tiempo vayamos a comer—dijo mi tío con total tranquilidad.

Fuimos al comedor a almorzar diferentes platillos que en la mayoría tenía chile, claro todo era rico y saludable, empecé a apartar un plato de verduras y legumbres; no ha podido superar su conmoción al comer cordero, no lo dejo muy bien.

El tiempo pasa muy rápido y mas para aquellos inconscientes; Le entrego el plato y mientras se llena el estomago, el mas longevo de nosotros tomo asiento en sillón individual.
Empezó a relatar.

— Adom esta aquí al ser conocedor de tu situación Priscila y para el que el resto me conozcan, soy Tezcatlipoca, deidad vinculada al inframundo, oscuridad y la noche—se presentó, mientras pisa fuerte el suelo haciendo que todo el cuarto fuera bañado en oscuridad.

Tezcatlipoca

—Fue hace 500 años antes que naciera Priscila—moví mi mano revelando las imágenes del suceso—Mi hermano, Quetzalcóatl, tu padre —
Empezó a sentir una exagerada cantidad de anomalías relacionadas con los dioses, dentro de estas las sequias, muertes inexplicables de personas jóvenes, destrucción de ciudades y el derramamiento de sangre de varios inocentes.

Muchas deidades encargadas de eso fueron culpadas, pero se demostró sus respectivas inocencia con acciones contrarias; sabia que solo las deidades podrían con esto, pero tras el tratado de cero contacto con los humanos, busco otra manera.

—Específicamente, ¿Tenia que ser yo? —



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En el texto hay: magia acción, fantasía ficción

Editado: 09.02.2025

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