Me había levantado temprano para visualizar los alrededores, el aliento podrá verse al salir de mi boca, pues al parecer alguien nos está espiando nuestro escondite, y no estaba equivocada: había una especie de puma o pantera; estaba acompañado del resto de su especie, pero algo me llamaba la atención: no dejaban huellas y tanto su tamaño como apariencia me daban un horrible escalofrío.
Lo que pude apreciar a continuación fue que parecían rastrear algo; después, el que parecía ser el líder rugió, revelando una línea de verde fosforescente, que apuntaba a mí.
Salí lo más rápido de ese lugar para notificar el problema.
—Chicos, tenemos invitados no deseados —murmulle en pánico.
Comencé a sacudir a los muchachos para que reaccionen y defendernos; en cambio de eso, mis manos los traspasaron.
El macuahuitl brotó de mi mano, un juramento de defensa para mis compañeros. Las bestias se lanzaron a la carga, y por cada golpe que asestaba, colmillos y garras amenazaban, uno a uno.
Sus ojos inyectados en sangre ansiaban el derrumbamiento de mi cuerpo, las uñas perforaron parte de mi carne y mi sangre no tenía piedad en detenerse.
El fuerte impacto arremetió contra mi espalda… Eso pensé yo…
Emergí del sopor, helado por el sudor y un silencio mortal en mi pecho.
Estaba en unos fuertes brazos, no solo el frio me atormentaba, lo acompañaba unas fuertes ganas de expulsar todo de mi estómago. Mi borrosa visión solo pudo reconocer la sudadera de Adom; Sus palabras sonaban en ecos y el entendimiento era débil, solo la gran luz fue prueba de un hechizo antes de cruzarlo.
El gélido ambiente cambio con el golpe de los rayos de la enorme estrella del día, el oído me estaba regresando y escuche… Olas.
Me recuperaba poco a poco con ayuda de quien me tenía en sus brazos, ¿Quién más que Anubis?
—Wow, este lugar es hermoso —argumenté con admiración.
—Es el puerto Civitavecchia, mayormente aquí se aparcan cruceros; si mi mente no me engaña, creo que aquí fue una ruta comercial —afirmó Moshee.
—Así que, ¿vamos a robar un crucero? —dijo Andrés con sonrisa maliciosa.
—No y no lo intentaremos —argumentó Adom con el severo tono de autoridad.
Pensaba en alguna solución para que pudiéramos navegar, sin necesidad de robar o alquilar un barco.
—¿Ese barco está abandonado? —el claro tono de dudad perteneciente a Moshee, nos hizo apenas darnos cuenta de nuestro alrededor.
Un navío; no parecía estar en su mejor condición.
— ¿En serio? Iremos en esa chatarra —protestó el pelirrojo con la nariz levemente arrugada por la queja.
Adom le miró de reojo como respuesta; al parecer, toco una fibra sensible.
Al voltear de nuevo al vehículo marino, hasta ahora noto que tiene un número o más bien una fecha; decía: 6/06/67.
Obedecimos a su mandato de subir a la embarcación.
La brisa, su único alivio, un susurro sereno en la tormenta de su mente, aunque no podía decir lo mismo de Anubis; el pobre se encontraba agarrando la barra de seguridad.
No sé si me equivoco, pero oigo el chillido de un ¿perro? Viniendo de él.
—¿Anubis, te sientes bien? —le interrogué, claro con la preocupación saliendo de mis cuerdas vocales.
—Sí, no te preocupes, linda —respondió con tono nervioso.
Otra vez la palabra linda para referirse a mi persona y el calor en mis poros vuelve a aparecer, pues el único que me ha dicho linda fue Moshee y solo me lo decía en casos de apariencias.
Estuvimos navegando como unos 3 días y 2 noches; no lo sé, realmente perdí la cuenta hace mucho.
De lo que estoy segura es de que este viaje me está produciendo alucinaciones.
—Muchachos, creo que estoy en el cielo —dije.
—¿Qué es lo que ves? —bromeó Andrés.
—Ja, ja, muy gracioso; y respondiendo, estoy viendo una especie de templo, tiene varias columnas con un precioso color blanco puro —le contesté; ahora que lo pienso, sonaba como un palacio.
—De hecho es nuestro destino —