Priscila & La manzana dorada

La serpiente

Ante tal movimiento, las plantas, con sus propias mentes identificaron quiénes eran sus víctimas, el bombeado del corazón, las respiraciones y pulsos, blancos perfectos; los arrastraron a un bosque que parecía estar quemado y maltratado; por consecuencia, no tenía ningún ecosistema y, claro, ni siquiera el más demente querría entrar en este bosque.
Los gritos parecían satisfacer a las plantas, claro, no solo por las espinas incrustadas que reclamaban más sangre en sus tobillos, sino también al ser arrastrados en tierra, piedras y ramas, que se incrustaban en cada capa de piel y carne.

Los intentos por agarrarse de algún objeto e impedirse más daño, solo hasta que en sus raíces sintieron la presencia de su poseedor/a , dejando a nuestros héroes como cualquier cosa.
—Ahg, ¿era necesario tal comportamiento? —se quejó la castaña por sus profundas astillas.
—Shh.
Siseo el medio muerto; al percibir el sonido de que algo había roto una rama, su primer pensamiento fue sacar su afilada arma.

No obstante, los responsables de los mismos aparecieron, resultando ser solo animales, poco pelo, extremidades amputadas, el rojo seco en sus hocicos no les eran suficiente para su hambre; entre ellos estaba el mismo toro que Anubis venció en España.
Retroceden…

Van a atacarnos… Nadie está seguro…
—¡Apartad! —¡Ellos me pertenecen! —exclamó con tono socarrón.

Entre las sombras, una figura esbelta hizo acto de presencia; sus túnicas de violetas contrastaban con el pálido de su piel, cabello lacio de penumbra y grandes alas cafés.
—Qué gran encuentro, ¿no lo crees? —dijo la diosa con malicia.
Priscila.
—¡No te entregaremos a Priscila! —exclamó Adom; parecía estar en defensa mía.
Ella es una diosa y no una cualquiera, a la cual con un solo chasquido de dedos podría destruir y provocar caos en menos de un parpadeo, lo aplastaría como a un piojo.
Puse mi mano en su pecho; él entendió mi mensaje, así que él solo retrocedió como respuesta.
—¿Qué te echo, Eris? ¡Dime! —¿Por qué me quieres? —comencé el interrogatorio.
—No intentes dar la cara de valiente o quieres ver esta serpiente en su propio líquido carmín —respondió manteniendo esa sonrisa socarrona.
Aquel ser levanto la cabeza con quejas y esfuerzo.
Me observa y sus ojos transmiten pánico y miedo.
—¡Cutziloc quixcahua! —exclamó a mi dirección.

Aun no le entiendo…
Intento de dirigirse hacia mí, pero empezó a retorcerse de dolor, el metal le quemaba como castigo por resistirse.

Fui directo hacia él para ayudarlo, sin embargo, obtuve un fuerte golpe en el estómago.

No me iba a rendir tan fácil, llegue muy lejos; leyendo mis movimientos, elevó vuelo para no alcanzarla.
—Ah, ah, ¿acaso no quieres a tu papi? —dijo con tono burlón, sosteniendo su rostro con sus afiladas uñas.
¿Papa?
Forzó más el agarre, grita dejando a la vista sus colmillos, le duele y su sangre de brillo dorado sale de sus pómulos morenos.
Soltó sus mejillas y le acompaño un aullido sordo era claro su dolor, obligándola a bajar a tierra.

¡Una flecha!
Inspeccione toda dirección para encontrar a tal responsable, solo con ocurrir mirar hacia atrás me sorprendió aún más.
—¡Moshee! —sonreí.
Tenía otra flecha, enganchándola en la cuerda para dispararla a ella.
—¡Nadie lastima a mi camarada!, ¡ni siquiera los de sangre dorada! —exclamó con expresión furiosa, amenazando con soltar la cuerda.
Lo miro de forma asesina quitándose la flecha, y chorreando más sangre sin manifestar expresión alguna; la propia herida se cerró en un santiamén.

A la vez que los chicos levantaban las armas para seguir contratacando.
—¿Con qué los bebés quieren jugar? —sonrió con malicia— Entonces, juguemos.
El siguiente acto fue toda una pesadilla: empezó una gran sacudida en el suelo; tuvimos amenazas de caída, como ayuda nos sostuvimos, abrió grandes grietas alrededor de nosotros, nos apartamos para no sufrir más, fue cuando se pedazo de tierra elevo por los aires.
—Vamos a competir.
—Es una competencia, ¿Cuál es el premio? —preguntó Moshee, su tono era más seguro y preciso, ¿Dónde se fue el Moshee asustadizo?.
La diosa agarra una de las cadenas, jalando a la serpiente emplumada.
—¡Este es el premio! —exclamó, sujetándolo ahora de su cabello blanco.



#3730 en Fantasía
#752 en Magia

En el texto hay: magia acción, fantasía ficción

Editado: 30.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.