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De la misma tierra levitan te, floreció de la pútrida tierra un frondoso árbol , cuyos frutos carecían de su rojo intenso, sino con un anormal brillo dorado.
Un hermoso reflejo de tentación y poder junto a sus hermanas.
—Las reglas son simples, tienes que averiguar cuál de las manzanas es la llave que liberará a tu "papi" —explicó la fémina con su nariz fina, arrugada. Como si tuviera oliendo un vertedero.
—¿No sería "tienen"? —aclaró Petrof.
—Ya no más —chasqueó los dedos, jalando a los únicos varones.
Apareciendo en las ramas encadenados con las mismas cadenas de su padre.
Con corazón lleno de valor a sus amigos busca ayudar hoy, si no fuera por el peligro que conlleva a travesar la imponente barrera de púas que detiene su paso.
—Pero, ¡¿qué te pasa!? —le reclamó con nudillos blanco en sus puños, reflejo de su ira.
—Una verdadera diosa no necesita la ayuda de unos tontos mortales — La malvada deidad ni caso le hacía, pues en su vista las garras había.
—Bien, acepto —sus ojos, espejos de su alma que valor evocaba.
Priscila
Me deshice de mi bolso con macuahuitl como única defensiva; sus uñas antes limpias se transformaron en garras tan negras que parecía no habérselas limpiado.
La realidad me dio un puñetazo en la cara. ¿Cómo sucedió todo esto?
Solo era una chica que iba a la escuela, tenía amigos y ahora tengo que encargarme de esta loca para salvar a mi padre.
Aun así… no había vuelta atrás si esto es lo que soy, una diosa, voy a defenderlo.
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No se sabe cómo, ni que lo ha hecho, pues su fuerza ha aumentado, iba hacerlo, iba a hacerlo… acabar con aquella secuestro de su progenitor; atacando a la joven teolt y la misma esquivando de un lado al otro sus formas de lastimarla, dándose entre ellas estocadas de metal y piedra, cortes danzantes y puñaladas pedantes más por parte de la madre del caos, que con mostrar sus colmillos reía sin pudor.
El dorado néctar de la vida, sangre se escapaba entre sus dedos, el temblor involuntario de sus extremidades y un gran revoltijo dentro de su ser.
Si no era Eris quien la matara, sería el esfuerzo, su conciencia la abandonaba, sus ojos casi no percibían la luz, encontrándose en un sitio tan blanco como una perla, vestida con un huipil azul largo y decorado con bordados multicolores.
Sus pies estaban en aire, tan ligera como pluma.
Aun confundida, empiezo a recorrer el lugar, parpadeando para acostumbrarse al deslumbre.
Priscila.
Aparté mis manos del rostro; al ya no sentir la luz, al observar mejor la habitación, una sala gigante adornada de coloridos vitrales, dando resultado hermosas imagen.
Revisé mejor cada una de ellas, dándome cuenta de que las imágenes que formaban eran en realidad diferentes deidades.
Tezcatlipoca, Atenea, Odín, Seth… todos estaban ahí.
Solo una me llamó la atención, al desconocerla.
Una joven de cabellera blanca, 2 pares de alas de distintos y escamas aperladas.
—Es hermosa, ¿verdad? — Suspiro una voz a mi lado.
—Sí, pero es tan rara —contesté.
Solo unos segundos fueron suficientes para que reaccionara.
—¿Quién eres? —pregunté. Mirando a mi derecha.
Además de las ventanas, el resto de la habitación estaba cubierto de un manto negro, del que apareció una figura pequeña; Parecía tener 4 años y junto a su capa que tenía textura de plumas, se le confundiría con un ángel.
—Aún no es tiempo de conocerme —explicó.
—¿¡Qué es este lugar!?, ¿¡Estoy muerta!? —le cuestioné, el aire quedo atorado en mi garganta y el sudor bajaba por mi frente cual cascada.
—No, aún no llega tu hora, aún tienes mucho por vivir —contestó en su natural tono inocente.
Eso no resolvía nada, solo me quedé observándolo; sentí como todo mi color se iba para abajo al oír su respuesta.
—Sé que tienes miedo, toda tu familia pasó lo mismo y yo les ayudé — Por razon alguna, su diminuta, pero cálida mano fue suficiente.
—No me puedes ayudar —afirmé—. Mi vida era normal, estudio, amigos, futuro y ahora... no tengo nada —repliqué, un rio salado de caía de mis ojos y con mi única mano libre solo limpié su rastro.
—Pero tu futuro inicia desde que naciste; eres una deidad, que por negarle su conocimiento de quién eres y que debes ser —explicó—. Pero mira todo lo que ganaste: más amigos, familia y más importante, amor.
—Si es verdad, aun así, n-no puedo derrotar a Eris —le informé, genial debo verme mal al cortarme la voz.
—Claro que puedes, solo mira a través de ti —me explicó.
Me confundí aún más; abrió su mano izquierda revelando ¡mi espejo!
—¿De dónde... —
—Shh, solo mira.
No sé por qué le hice caso, pero al ver mi reflejo me sorprendí al verme: mis cabellos antes oscuros reflejaban el blanco de la nieve, dos pares de ojos ocupaban mi rostro y con abrir la boca se mostraban unos feroces colmillos.
El espejo se agrandó, liberando así una gran ráfaga de luz, dando lugar a la silueta de aquel vitral que vi antes.
Avancé con la mandíbula abierta; la silueta me copiaba los movimientos.
Volteé a ver de nuevo al infante; él solo me empujaba hacia aquel ventanal majestuoso.
Petrof
El rojo de mis muñecas era evidencia de mis inútiles intentos por liberarme; no iba a permitirme perder, no iba a permitirme morir.
Moshee solo tenía cerrados sus ojos, susurrando algún tipo de códice.
—¡Es inútil escapar, así que no desgastes tu aliento! —mencionó la diosa usando una de sus afiladas uñas amenazando con cortarle la garganta.
Le escupí en el rostro con mi sangre hirviendo; ella me miró con unas contenidas ganas de verme a 3 metros bajo tierra, cuando su mueca cambio por una sonrisa, alzando sus garras para darle fin a mi existencia, no cerré los ojos, no iba a morir como un cobarde, esperando mi fin.