Priscila & La manzana dorada

Empiezo a surgir

El choque de metal con piedra les llamó la atención de ambas; pues al lado del rehén estaba Andrés, con una de las cadenas en sus manos y mordiéndolas con sus dientes, antes de leche ahora, a rojo vivo.

—¡Ya basta! —exclamó un eco.

La diosa de la discordia abre los ojos como unos grandes platos de cerámica.

Priscila aprovechó su distracción para abalanzarse contra la diosa, propinándole nuevos zarpazos en sus dos brazos.

Eris en su ira, le da una patada que deja al estómago de la joven retorciéndose del dolor, un silbido veloz, anunciante de un disparo se clavó en el hombro de la malvada mujer, que desconcertada busca al responsable.

Moshee

Ya libres de la opresión de las cadenas.
Un picor en mis brazos se extendió hasta tocar mis dedos, mis venas brillaron como galaxia.
Solo eso basto… Para que la flecha volara hacia el captor.

—¡Aléjate de ella!, ¡monstruo! —exclamé con mi voz perdiéndose en el aire.

Los chicos se pusieron a mi lado, en sus manos ya empuñando sus armas listas; la reacción negativa de la diosa… sinónimo de que no estaba feliz ante nuestra resistencia, haciendo aparecer una gran ventana de humo, con criaturas oscuras que pelearan sus batallas por ella.
Con Priscila transformada, tendríamos algo de ventaja con ellos.

—Listos para ser picadillo —comentó Petrof con una sonrisa orgullosa.

Le respondí con la misma sonrisa y asintiendo con la cabeza y ligando la cuerda de mi arco para liberar más flechas.

—Puede que sea más viejo que ustedes, pero eso no me hace un inútil —afirmó Quetzalcóatl, liberado también con la ayuda de Andrés, aun con sus heridas tenía la energía de mil guerreros empuñando espada y escudo en manos.

Los monstruos se lanzaron hacia nosotros como gatos a ratones, pero los esquivamos con facilidad: Disparos, cada flecha mía, como si saliera de mi ser, daba feroz ataque sin piedad a cada uno.
Le di a Andrés la orden de alejarse de la batalla, pero parecía más sumergido en morder a los demás, note que sus dientes aún tenían ese aspecto de metal caliente.
Estocadas y punzadas, las hojas de espadas y guadaña eran las sobresalientes, no paraban por nada; solo cuando el ataque iba a mi dirección el dueño de aquel acero curvo se interpuso para salvarme del puente entre la vida y la muerte. Ahora que lo veo, Adom siempre así de… elegante.
Sangre, rasguños y torceduras fueron las consecuencias al enfrentarse a Anubis y sus lacayos en batalla.

Atacamos con todo lo que teníamos, sacrificando nuestras últimas fuerzas, hasta que, por las heridas en sus cuerpos, sus compañeros caídos y nosotros aun en pie escaparon. (cobardes)

—¡Priscila!, ¿todo bien? —Me acerqué al no recibir su respuesta, pero lo único que recibí fue un fuerte golpe en mi pecho.
—¿Priscila? —dije confundido.

Se apoyaba en sus cuatro “patas” caminando en círculos a mi alrededor, parecía querer comerme, no en el buen sentido; gruñendo y mostrando sus colmillos, tomando impulso para abalanzarse sobre mí, abriendo su boca para dar un gran mordisco.
El que nunca llegue a sentir.


El padre de la chica sostuvo con sus brazos en un apretujado, impidiendo el ataque a sus amigos; se asemejaba a un animal salvaje sin control.
Sus rasgos animales no solo le dieron la apariencia, sino también sus naturalezas; el dios ocupaba toda su vitalidad para evitar el ataque, a los seres inocentes, aquellos que acompañaron a su bendición en su búsqueda.

—Por favor, contrólate, hija —el peliblanco meditaba alguna solución para la situación de su descendiente.
Abriendo sus ojos por una idea.

—Conejito —mencionó— un día te encontré, pastando en la luz de amanecer, tu nariz moviste al ver mi dolor y como una madre, me disté tu abrazo protector —terminó de cantar.

La adolescente solo se pudo detener, la venda en sus ojos acaba de caer, siendo reemplazada por las lágrimas, gritando y llorando por su error.
El dios creador abrazó a su pequeña de manera dulce y hogareña; paralelamente, ella vuelve a su forma mortal, desapareciendo así su conducta bestial.

Giro su cabeza, dirigiendo su mirada a su hermano del alma.

—Perdón, por favor, perdóname —murmuró en voz alta hacia el ojo celeste.

El chico solo sonrió con las cejas fruncidas en afán, al ver a su amiga, verla llorar; él se acerca a ella, dándole un consuelo más.

Los hombros ajenos se suavizaron, ellos se acercaron para unirse a la acción de cariño que tanto necesitaron, solo quedando Adom de pie, el guardián de estos héroes, no se sentía digno de ser parte de esa "familia".
Priscila, al ver esto, tomó al ente del brazo, atrayéndolo para unirlo al abrazo.


1 año después


Priscila

Ahora estoy en el balcón del templo de mi tío Tezcatlipoca y hay nuevas novedades.
Primero: Horus ya nos avisó a todos acerca del ejército; parece que Eris no es la líder.
Segundo: me he cortado el cabello.
Bueno, no tanto, solo me lo corté arriba de los hombros; además de eso, nadie sabe que me lo corté.

—Disculpa —tocan la puerta—. Priscila, ¿puedo entrar? —pregunta la voz.

La puerta rechinó al ser abierta, dejando pasar a la persona del otro lado.

—¿Oye? ¿Todo bien? —Reconocí la voz de Anubis y volteé para mirarlo.

—Estoy bien, solo, contemplo el paisaje —le respondí.

Él se puso a mi lado.

—Por favor, no me mientas, ¿Qué ocurre? — Recostándose en la banda de piedra.
Suspire.
—Es acerca de lo que dijo Eris —le comenté—. Sé que ella tiene más aliados, pero sus palabras me dejaron pensando.

—Priscila —me llamó, aun con esos ojos de cachorro, que, por alguna razon, me encantan— cómo puedes saber, todos pueden tener miedo, pero tú tienes algo que ella no: compañeros que te respetan no por ser diosa, sino por tu temperamento —afirmó para rodear su brazo derecho alrededor de sus hombros, dándome un pequeño abrazo.



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En el texto hay: magia acción, fantasía ficción

Editado: 04.10.2025

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