¡prisionera!

Capitulo Uno

            Han vuelto a cogerme de nuevo, me han metido de malos modos en una jaula de metal en la parte trasera de uno de sus vehículos, unos medios de transporte provistos de tres ruedas y blindados como si fueran tanques; he podido contar cinco de ellos y en cada uno, tres jaulas como la mía. Luego nos han llevado hasta el claro del bosque donde tienen aparcada una enorme nave de metal donde ya hay más jaulas, pero ésta vez con seres horripilantes que seguramente han ido apresando de otros planetas.

          Por segunda vez, miro a través de mi jaula como la puerta se cierra y logro ver los delgados árboles de corteza blanca y anchas copas de hojas doradas y rojas. Ésta vez sé que será la definitiva y en silencio me despido de mi hogar.

        ¡Uf! el viaje dura demasiado y he pasado la mayor parte de él somnolienta, ignoro si con la bebida nos han suministrado algún tipo de sedante para la travesía. A mis carceleros los oigo hablar en su extraño dialecto mientras nos observan sin ninguna expresión en sus caras, seguro que nos vigilan, son pocos pero todos ellos van armados.

       A mi alrededor hay muchas más jaulas, pero no distingo ninguna cara conocida que provenga de mi misma aldea, asimismo hay hombres de mi especie, pero los ignoro, ya que donde yo vivo, los varones son salvajes, a diferencia de nosotras las hembras y por ello menos inteligentes, por lo que, debo admitir, no me dan ninguna pena.

       Adentrándome en un mundo desconocido, siento que mi vida ha dado un giro inesperado. Lo que me espera en ese misterioso lugar es aún un enigma, pero estoy decidida a enfrentar cualquier desafío que se presente. Mi viaje ha comenzado, y estoy lista para descubrir los secretos que se ocultan en este nuevo mundo.

      El que tengo frente a mí es muy alto y como las jaulas son tamaño estándar, tiene que estar sentado. Lleva una túnica larga, su piel es rosada con algunos matices amarillentos y de la frente le salen cuatro protuberancias que asemejan cuernos redondeados. No consigo calcular su edad, pero unos cabellos blancos le salen de la cabeza hasta tocar el suelo de la nave. Permanece con los ojos cerrados y sus extremidades las lleva ocultas bajo la túnica.

La raza que nos ha apresado es una raza cruel, solamente piensan en aprisionar a los seres que no son de su misma especie y por ello se creen los amos de todo el universo.

Bueno, a decir verdad he comenzado a relatar mi aventura y ni siquiera me he presentado; me llamo Rynde y provengo del planeta Sílice. Me considero una personita insignificante, encerrada aquí con gente de tan diversa índole y bien pensado no soy de gran valor, por lo menos para estos altos y estilizados seres; los Zárokaas.

       Mi estatura no es muy elevada, (viendo la mayoría de especies reunidas aquí), de piel morena, las orejas acabadas en punta propias de los de mi raza y el pelo trenzado y negro, largo hasta la cintura. Mi cara, para los que no provengan de mi planeta es algo singular: de rostro menudo y redondo, pómulos salidos, nariz respingona y diminuta, los ojos enormes, ocupan buena parte de mi fisonomía y son de color ambarino, de largas y rizadas pestañas. Veo de noche con claridad y durante el día, en especial si me da la luz de lleno, mis pupilas se contraen hasta formar una delgada línea.

        Mis extremidades son largas y aunque delgadas, fuertes sirviéndonos para trepar a los árboles de fino tronco que pueblan buena parte de mi entorno. Por lo demás, ya he terminado de describir mi persona... bueno, sin olvidar mi espalda, cubierta por un tatuaje natural localizado en la espina dorsal.

       Pues bien, me cogieron cuando salía de mi choza fabricada con barro y ramas, me atraparon con una enorme red y pude ver al resto correr enloquecidos, hubo gran revuelo en el poblado, todos chillaban alejándose hacia la protección del bosque y del río y ni los más peligrosos varones que llegaron corriendo lograron detenerlos, lanzándose contra ellos con las bocas abiertas enseñándoles los incisivos, (aunque todos poseemos los incisivos afilados, los varones los tienen más desarrollados que nosotras). A algunos los mataron con palos que escupían fuego y que hacían mucho ruido.

      A mí y a otro hombre nos pusieron en la misma jaula, pero poco después tuvieron que separarnos, ya que él quería satisfacer sus necesidades y yo hice tanto escándalo, que uno de los guardianes vino y nos separó, por eso estoy sola en mi jaula. Sí, los varones de Sílice son como bestias que solo saben cazar y aparearse cada cierto tiempo... yo por supuesto jamás me he dejado y he tenido que usar mis garras en más de una ocasión para escabullirme ágilmente.

      Mientras comparto espacio con seres de otras razas en esa extraña prisión, me pregunto qué destino nos aguarda a todos. La nave espacial avanza a través de las estrellas, y mis pensamientos se tornan hacia el hombre alto de piel rosada que yace en su jaula, aparentemente en meditación.

Los Zárokaas, quienes nos han capturado, parecen ser crueles opresores, y su indiferencia hacia las diferentes especies que han apresado es descorazonadora. Pero aquí estoy yo, Rynde de Sílice, una mujer de gran determinación y valentía, dispuesta a enfrentar cualquier desafío.

La incertidumbre se cierne sobre mí, pero también la curiosidad por los misterios que se ocultan más allá de la jaula. ¿Qué propósito tienen los Zárokaas al secuestrarnos? ¿Qué destino nos espera en su mundo? Mi viaje, aunque involuntario, se ha convertido en una oportunidad para explorar lo desconocido y enfrentar lo inimaginable. En esta nave, entre extrañas criaturas y un hombre en meditación, comienza mi nueva y desconcertante aventura.

 

¡Uf! ¡No sé cuándo vamos a llegar al planeta de los Zárokaas!




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