¡prisionera!

Capitulo Tres

          Ahora estoy aquí sola, el Zárokaa esta vez se ha marchado solo adentrándose en el bosque, creo que va a cazar algo. Como tarda bastante yo trato de abrir el cerrojo de mi jaula con un palito afilado, pero a final se me parte, justo en el momento en que él llega con dos animales pequeños de grandes orejas. Nunca había visto animales así en mi planeta, pero tengo tanta necesidad de carne que se me hace la boca agua. El piloto los asa al fuego y los trocea, luego coge un pedazo y lo saborea relamiéndose. Al final parece darse cuenta de mi impaciente espera, porque me tira unos cuantos trozos. (¡Menos mal, ya pensaba que me iba a dejar en ayuno...!) Mmmm, esta delicioso, aunque soso, ya que nosotras en mi planeta cocinamos la carne sazonándola con diversas hierbas.   

   Durante los días que pasan traigo leña, traigo agua cuando se acaban las provisiones de la nave y amontono frutos que cojo subiéndome a los árboles, siempre atada a la cadena larga. Éste se asombra de mi habilidad, supongo que ellos no saben hacerlo.

   Cada día consigo que me deje meterme en el mar, o en los lagos que pueblan ese lugar y aunque él me mira mucho, nunca se mete, al parecer le da miedo el agua marina, solamente se baña en el agua dulce y se va solo, como si se sintiera inseguro si yo lo acompaño. El Zárokaa me ordena por señas que debo llamarlo "amo" y ha repetido muchas veces la palabra "terrestre", como si eso fuera algo importante para él. Yo ignoro lo que es un "terrestre", puede que entre ellos se denominen así, para calificarse de seres superiores o algo así, yo asiento a todo lo que me dice para no molestarlo y él parece satisfecho  

     En todos estos días ha tratado sin éxito de establecer contacto con los suyos a través de la radio de la nave, creo que el nombre del piloto es Yareth, porque ha repetido ese nombre incansablemente entre otras cosas mientras pedía ayuda.

     Los días en este lugar pasan lentos, yo que estoy acostumbrada a la continua actividad, me paso muchas horas encerrada o dormitando. Durante la noche sueño mucho con mi planeta roji-blanco.

   Veo las pequeñas chozas que fabricamos con hierbas trenzadas y barro, del cual también fabricamos los diferentes utensilios para cocinar, una vez cocidos en el horno. En mi planeta hay solamente un ancho río donde las mujeres nos bañamos y lavamos la comida.

   Veo a mi madre acuclillada frente a la entrada de nuestra choza con las manos llenas de barro, fabricando un cuenco y mis ojos se llenan de lágrimas, recordando como esos mismos Zárokaas la persiguieron hasta darle muerte, a ella y a la criatura que esperaba en su vientre.     Pienso que ese despiadado ser que ahora es mi carcelero algún día tendrá algún fallo y entonces lo mataré, como los suyos hicieron con mi familia.

   Tengo cinco hermanas, (ignoro porqué las mujeres abundan más en Sílice, será porque somos más listas),  formamos grupos de familias y trabajamos juntas, los niños varones permanecen con sus madres hasta que llegan a la pubertad. Los varones, viven en la otra parte del río, confinados en húmedas cuevas, alejados de nosotras, ya que son extremadamente agresivos, hasta que llega el turno de aparearse.

   En realidad en nuestra vida diaria no nos relacionamos con ellos, pero nos son de alguna utilidad cuando nos defienden de algún animal salvaje. Ellos tienen ventaja ya que poseen la fuerza bruta y pueden cazar animales mayores, pero nosotras tenemos inteligencia y poseemos extrema agilidad, pudiendo subir a los altos árboles para cazar animales arbóreos o coger los huevos de las aves, también fabricamos armas, como flechas y lanzas para cazar otros animales. Los varones no están preparados para subir, ya que poseen cuerpos pesados y unos gruesos brazos que les sirven para destrozar el cuello de sus víctimas. Algunas veces se enzarzan en violentas peleas donde alguno incluso llega a morir. Eso la mayoría de las veces es para elegir nuevo jefe del clan o para elegir compañera, pero yo pienso que otras tantas es simplemente para divertirse.

    Y yo dispongo de mucho tiempo para observar a mi opresor. Los de su raza son distintos, no se como serán sus hembras, pero los hombres que he visto y ese en especial ya que es el que más he podido analizar, es inteligente y hasta me atrevería de decir que es hermoso, de rasgos finos y las veces que no se muestra despectivo conmigo y me grita órdenes, parece ignorarme y entonces se fija en otras cosas, como la tarde en que casi amansó a un animal; os lo contaré:

 

    Era un cálida tarde en que habíamos acabado de cenar, la hoguera estaba medio apagada  y por el suelo quedaban restos de carne y huesos, estaba sentada en el interior de mi jaula medio adormilada y con el estómago bien repleto y el Zárokaa se hallaba frente a mí, con la espalda apoyada en su árbol, limpiándose la herida de la pierna que tenía ya casi curada.

    Entonces pasó una sombra cruzando los árboles que nos rodeaban y los dos nos pusimos en tensión, pero solamente era un lobo hambriento que venía oliendo las sobras de la cena. El animal se nos acercó prudentemente, queriendo pasar inadvertido en la espesura y al darse cuenta de que lo mirábamos se mantuvo inmóvil, a la expectativa. Yareth (mejor lo llamaré así), cogió un trozo de hueso con restos de carne y se lo ofreció.

   El lobo al verlo moverse retrocedió temeroso unos pasos, pero no se fue, al parecer el hambre era más poderosa que el miedo, aunque no se decidía a cogerlo, se acercó lentamente con la cabeza gacha, toda su atención estaba concentrada en la comida y ni me miró. Yareth movió el hueso diciéndole palabras tranquilizadoras que ni el animal ni yo entendimos, pero me agradó conocer esa fase suya. Ese "terrestre" que estaba acostumbrado a la violencia, sabía tratar mejor con animales, que con humanos como él, a los cuales hacía servir de prisioneros y esclavos. Sin poderlo evitar sentí lástima por él, por ser como era, por haber crecido con esa educación.




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