¡prisionera!

Capitulo Cuatro

        Todos los días me parecen iguales, creo que me estoy acostumbrando a la presencia del Zárokaa, o terrestre,  que es lo mismo, según me he dado cuenta. Ahora paso más tiempo atada fuera de la jaula, a un poste clavado a tierra. La jaula esta ocupada ahora por una cría de animal, un felino rallado. No sé porque lo mantiene allí, sin matarlo para comer, lo encontramos metido en un agujero y él lo cogió y lo metió allí. Le da de comer las sobras de las comidas y yo no entiendo ese comportamiento. Un animal es un animal, o se deja suelto o se come, ¿no?

         Como los días en Tierra son largos, dispongo de mucho tiempo para aprender el idioma del terrestre, que parece sorprendido porque imito todo lo que dice y a veces practico sola, formando frases más o menos inteligibles. Pero éste no le da la más mínima importancia y para no aburrirse ha vuelto a intentar arreglar la nave.

          Por fin entiendo lo que ha pasado y el por qué se muestra tan deprimido, al parecer la nave se averió porque caímos en un "agujero negro" (eso ignoro lo que es) y extrañamente aterrizamos en esta especie de isla, ya que está rodeada por mar menos en una parte en que hay más rocas y bosques. Según lo que averiguó Yareth aquella tarde, es su mismo planeta pero en sus primeros orígenes, antes de que sus antepasados existieran.

           Por ahora tiene un único objetivo: tratar de reparar la nave y con ella tratar de llegar por donde vino, o en su defecto, estudiar los mapas estelares por si encuentra algún planeta inteligente y así poderse asesorar para llegar a su planeta en la misma época. No quiere resignarse a quedarse aquí, necesita a sus semejantes, puedo ver su dolor y desespero, cuando por las noches no para de dar vueltas, atormentado por terribles pesadillas.

            Yo a veces siento lo mismo que él, desearía poder regresar a Sílice, buscar a alguien de mi familia, pero eso lo doy ya por perdido, no sabría como volver y me conformaría con quedarme aquí, este lugar se parece un poco a mi planeta y he llegado a resignarme, tal vez porque estoy acostumbrada a otro modo de vida y no necesito mucho para vivir. Veo a Yareth y lo compadezco, sí, no olvido que es malo, es mi carcelero y la causa de todos mis males, pero le tengo lastima, eso es algo que no puedo evitar sentir.

- - - -

   Me he levantado bañada en sudor, acabo de tener una pesadilla. En realidad no es que sea una pesadilla, pero no puedo dar crédito a lo que sucedía en mi sueño, ya que es contrario a mis creencias.

He soñado que era noche cerrada, la hoguera estaba apagada del todo y frente a mí, el Zárokaa dormía profundamente. Yo, que volvía a estar dentro de la jaula,  al intentar abrir la puerta, comprobaba llena de sorpresa que cedía fácilmente, ¡estaba abierta!

   Al salir me quedaba en pié, tan extrañada de estar libre que no sabía qué hacer, mi mente me decía que corriera, que me pusiera a salvo antes de que el Zárokaa se despertara, pero aun así, me sentía indecisa.

   Sin saberlo me encontré echada a su lado, con la chaqueta de su uniforme haciendo de lecho, aislándonos de las hojas. Para mi sorpresa me sentía muy a gusto así, notando su calor, sintiéndome protegida.

   Una increíble curiosidad me hacía desear tocarlo, poder abrazar aquel cuerpo gigantesco y que él también me tomase entre sus fuertes brazos. Yo me incorporé a medias y comencé a entonar una canción de cuna, mientras le acariciaba lentamente el pecho y los cabellos. Entonces Yareth despertó y me observó con aquellos ojos fríos y transparentes como el agua, clavándose en los míos acusadores, como si por un momento hubiera podido traspasar mi alma, adivinando lo que yo estaba sintiendo.

   Y supongo que aquello, aquel temor y aquella vergüenza que nunca antes había experimentado, me han hecho despertar.

   Todavía sigo temblorosa y aturdida, no entiendo que en ese sueño halla podido sentir  tantas emociones,  tantas sensaciones recorriendo mi cuerpo que nunca había sentido antes y además por ese ser tan diferente a mí, que es mi enemigo, sus semejantes han matado a mi madre y yo debería odiarlo en vez de sentir por él una atracción tan grande.

   Ahora sí quiero escapar, irme lejos de aquí donde este ser no pueda atraparme, he de idear un modo de salir, pero, ¿qué haré una vez en libertad? este lugar es muy grande y yo,  me guste o no, también estoy sola.

Durante todo el día he estado muy quieta y silenciosa y Yareth sin duda ha notado algo raro en mí, pues no deja de observarme intrigado.

   - ¡Eh, tu! ¿es que estas enferma?- exclama sobresaltándome. Yo niego no la cabeza mientras retrocedo temerosa hasta donde llega la cadena; la cría de felino nos mira emitiendo un gruñido desde su encierro.

   Si pudiera subirme a esa palmera... pero al parecer él lo sabe, sabe muy bien que las hembras de mi especie sentimos predilección por los árboles y ha tenido siempre la precaución de no dejarme nunca lo bastante cerca. Finalmente coge el extremo de la cadena y la estira obligándome a estar a su altura.

   - ¡Qué demonios te pasa, criatura?- yo, movida por mi aguzado instinto de protección, con un movimiento ¡zas! le araño la cara con mis uñas. El piloto me deja ir llevándose una mano a la mejilla mientras me grita:

  - ¡Maldita especie de mono tatuado!¡solamente eres un animal salvaje!¿así me pagas el dejarte con vida?- yo me he echo un ovillo, temiendo que me de una paliza, pero veo que se aleja con furia hacia el bosque cogiendo su cuchillo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.