¡prisionera!

Capitulo Seis

En el transcurso de las semanas, logro asentarme yo sola en este lugar y consigo, gracias a mi astucia, construirme una especie de balsa: cuatro troncos amarrados con lianas trenzadas. De esta manera puedo recorrer  toda la línea de la costa y visitar los islotes próximos a la isla más grande.

 Es un planeta muy grande, seguro, y pienso que al otro lado de la línea del horizonte habrá más tierras y más bosques, pero dado lo poco preparada que estoy, de momento no podré moverme de aquí.

 Así que aquí estoy, acomodada en una de las isletas que rodean la más grande, viviendo en un rudimentario refugio encima de un árbol.

 La mayoría de veces me alimento de frutos, raíces y aves que cazo con la ayuda de una honda, también como peces que ensarto con una lanza afilada y endurecida por el fuego. No me resulta muy difícil construirme las cosas, ya que en Sílice nos lo teníamos que fabricar todo también, aunque allí había más manos y todas compartíamos las tareas cotidianas, recuerdo todas las cosas que mi madre y mis hermanas me enseñaron.

 Paso la mayor parte de mi tiempo ociosamente, disfrutando del sol que cada día resulta más suave, pues creo que se esta acabando el buen tiempo. Doy largos paseos y me he confeccionado unas botas de piel de roedor y una capa que me sirve para protegerme del viento que se levanta de vez en cuando. A veces llueve y entonces prefiero resguardarme de la tormenta en una cueva lo bastante amplia para que pueda permanecer casi erguida.

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¿Sabéis que? tengo un amigo, bueno, es un animal cuadrúpedo de un metro de altura y que suelo ver muy a menudo cuando voy a beber al arroyo, los terrestres lo llamarían "caballo", aunque ha ido evolucionando a través de los siglos.

 Parece que se ha extraviado de su manada, ya que siempre anda solo, puede que huyera presa de algún depredador y se refugiase asustado en la isla, me parece extraordinario, ya que ha tenido que nadar bastante para llegar hasta aquí.

 La primera vez me asusté, ya que jamás había visto algo semejante y me escondí tras unos arbustos. Éste olió el aire y bajó la cabeza confiado mientras comía las hierbas que crecen por aquí y daba unos pasos tranquilo. Lo he estado observando durante muchos días con curiosidad y ya conoce mi olor. Cada vez deja que me acerque más y mientras come dirige sus ojos hacia mí y emite un suave relincho de bienvenida.

 Nunca imaginé que pudiera alegrarme tanto su presencia, hasta ahora solo veía a los animales salvajes como posibles presas o depredadores, jamás como amigos, por eso me extrañó que el Zárokaa hubiera cogido a esa cría de felino solamente para observarla y alimentarla.

 

 Cada vez paso más tiempo en la cueva donde vengo a refugiarme y he dejado de acudir por la noche a la casa-árbol, que a causa de las tormentas se ha deteriorado bastante. Como se que va a llegar muy pronto el invierno, recojo reservas de alimento y consigo acumular una buena despensa, no quiero que una vez quede incomunicada por la nieve, me sea absolutamente imposible recoger nada; ignoro lo que duran los inviernos en este planeta.

   Cuando menos lo espero, veo al sacar la cabeza por el agujero de entrada, que todo esta blanco y los árboles parecen tristes, desprovistos del manto de hojas, desnudos a merced del viento, con las delgadas ramas dobladas por el peso de la nieve.

   En mi pequeño planeta los inviernos son muy fríos, el viento lo arrasaba todo y teníamos que permanecer recluidas semanas enteras en nuestras chozas, apelotonadas unas al lado de las otras para darnos calor y explicando historias para pasar el rato.

   Pero ahora que estoy yo sola, me siento terriblemente vulnerable dentro de mi agujero, rodeada a nieve y pienso de vez en cuando en mi amigo el caballo, que esta solo como yo y ya no tiene hierba para comer.

   Como tengo que permanecer encerrada aquí, me fabrico una túnica de invierno con bolas de lana que he ido recogiendo, lana desprendida de algún animal bovino y abrigada con pieles y un buen fuego, no me muevo de mi cueva.

¿Sabéis? pienso de vez en cuando en el Terrestre, ignoro si todavía estará allí o se habrá marchado con su nave... tal vez se halla muerto de frío. Me parece ver su fuerte corpachón yaciendo inerte sobre la nieve, con sus bellas facciones medio enterradas por la nieve caída. Eso me sobrecoge, ya que no soy tan insensible como para querer verle muerto... tal vez hace unos meses sí, cuando me tenía a su merced, pero ahora ha pasado el tiempo y lo recuerdo todo muy lejano.

 No creo que esté muerto, su nave esta muy bien protegida y lleva su extraña y cálida indumentaria, alomejor ha tenido suerte y ha podido regresar con los suyos como anhelaba... siento un fuerte escalofrío que me recorre de arriba a abajo, aaa...¡atchus! vaya, creo que me he resfriado.

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   Casi no puedo comer, estoy estirada al lado de la hoguera y no noto mis extremidades, me es imposible dejar de temblar, tengo los ojos llorosos y noto en los oídos un dum-dum, como si decenas de tambores martillearan mi cerebro y no me dejan pensar con claridad; ahora se que estoy muy enferma, los días me pasan interminables estirada en la semi-oscuridad oyendo el lúgubre sonido del viento que pasa rozando la cueva.

   Los inviernos en este planeta son inacabables, lo que en un principio me pareció agradable, estar aquí acurrucada con el calor del fuego mientras en el exterior cae la nieve, ahora se me hace insoportable y además... ¡oh, por favor!... la fiebre me tortura, doy vueltas y más vueltas en el reducido agujero de piedra mientras las fuerzas me abandonan, por favor, si existen los dioses, haced que pare la nieve, que llegue el buen tiempo... deseo con toda mi alma poder salir y notar la luz y el sol calentar mi cara y mi piel, quiero bailar notando la suave hierba jugueteando con los dedos de mis pies y poderme sumergir en el agua tibia estancada en el riachuelo... estoy muy débil... no lo soporto más...




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