El umbral
El aire dentro del pasadizo era tan denso que costaba respirar. Apreté a Elías contra mi pecho, sintiendo su cuerpo pequeño temblar, mientras los ecos de su doble voz todavía retumbaban en las paredes:
—Mamá… soy tuyo.
—Laura… soy mío.
Lo miré a los ojos, uno gris dorado, el otro negro absoluto. La mezcla me estremeció hasta lo más profundo.
Es mi hijo, pensé. Pero ahora también es un campo de batalla.
A mis espaldas escuché pasos apresurados. Adrián irrumpió en la cámara como un lobo enfurecido. Julián lo seguía de cerca, con el rostro tenso pero más controlado.
—¡Laura! —gritó Adrián, con la voz desgarrada al verme arrodillada—. ¿Estás bien?
—Estamos vivos… —susurré, acariciando el cabello de Elías—. Pero no sé por cuánto tiempo.
El niño abrió los ojos y ambos hombres quedaron paralizados al verlos: un destello de luz pura y un abismo oscuro coexistiendo en un solo ser.
El reclamo de Adrián
Adrián dio un paso al frente, su sombra proyectándose sobre nosotros.
—Él es mío —dijo con voz grave, autoritaria— Lo siento en mi sangre. No hay duda.
Sus ojos ardían con una mezcla de obsesión y orgullo.
Julián lo enfrentó de inmediato, alzando un brazo.
—¿No lo ves? Eso es justo lo que lo está rompiendo. No puede cargar con tus cadenas, Adrián. Necesita libertad, no un dueño.
Adrián lo empujó, furioso.
—¡Libertad lo hará débil! ¡La sombra lo devorará si no aprende a ser fuerte!
—¡La fuerza no está en el miedo! —replicó Julián, su voz firme y clara—. Está en el amor, en la confianza, en saber que no tiene que luchar solo.
Elías sollozó, llevándose las manitos al pecho. Cada palabra que ellos lanzaban era como un golpe en su interior. Yo me interpuse entre los dos, con lágrimas en los ojos.
—¡Basta! ¿No ven que cada vez que pelean lo hieren más? ¡El enemigo no está afuera, está dentro de él!
Ambos callaron, pero la tensión seguía vibrando en el aire como un cuchillo afilado.
La revelación de Elías
El niño me miró, temblando.
—Mamá… escucho dos voces dentro de mí. Una me dice que confíe en ti, que me aferre a tu amor. La otra me dice que te destruya para ser libre.
Mi alma se partió en mil pedazos.
—No tienes que elegir, mi amor —susurré, besándole la frente—. No eres esclavo de ninguna voz.
El reflejo oscuro de Elías volvió a materializarse detrás de él, idéntico en apariencia pero con el ojo negro brillando como un pozo sin fondo.
—Eso es mentira. No puedes negarme. Yo también soy él.
Elías gritó de dolor, cayendo de rodillas, dividido entre ambas fuerzas.
Adrián desenvainó un cuchillo que llevaba oculto.
—Entonces habrá que destruir la sombra de raíz.
—¡No! —grité, cubriendo a mi hijo con mi cuerpo—. ¡No lo toques!
Julián se interpuso frente a Adrián, sujetando la hoja con su propia mano. La sangre corrió entre sus dedos, pero no retrocedió.
—Si lo hieres, será como matar a Laura también. ¿Estás dispuesto a cargar con eso?
El silencio fue brutal. Adrián bajó el cuchillo lentamente, jadeando de rabia.
El mundo dividido
De repente, el suelo tembló y el pasadizo se abrió en dos direcciones. A un lado, un corredor iluminado con resplandores dorados. Al otro, un túnel envuelto en sombras negras.
Elías alzó la cabeza, con los ojos brillando en ambas tonalidades.
—Tengo que elegir un camino…
Marina apareció en el umbral oscuro, con su sonrisa venenosa.
—Elige la sombra, niño. Conmigo serás invencible.
Del otro lado, la figura de mi madre surgió, bañada en la luz dorada, con lágrimas en los ojos.
—Elige la luz, Elías. No repitas mis errores.
Mi corazón latía tan fuerte que me dolía.
—¡No tienes que elegir entre ellos! —grité—. ¡Elige ser tú mismo!
Elías vaciló, sus pies temblando entre los dos caminos.
El sacrificio de Julián
El niño gritó y la oscuridad se extendió con violencia. Una ráfaga nos lanzó contra la pared. Adrián me cubrió con su cuerpo, pero Julián fue arrastrado hacia el corredor sombrío.
—¡No! —grité, extendiendo la mano.
Elías se puso de pie, con lágrimas.
—No quería… no quería hacerle daño.
Julián forcejeaba en las sombras, luchando por no ser devorado. Me miró con ojos desesperados, pero aún llenos de amor.
—Laura, no me sueltes. Hazlo por él.
Corrí y lo sujeté del brazo, tirando con todas mis fuerzas. Adrián se unió, rugiendo, y juntos logramos arrancarlo de las garras de la oscuridad. Su cuerpo estaba cubierto de heridas, pero sonrió con debilidad.
—No importa lo que pase… yo nunca lo culparé.
Elías sollozó con fuerza, cayendo de rodillas.
—Perdón… perdón, mamá…
Lo abracé con todo mi ser.
—No tienes que pedir perdón. Solo tienes que resistir.
El corazón dividido
La luz dorada y la sombra se extendieron al mismo tiempo, chocando en el centro. Todo el pasadizo se convirtió en una tormenta de energías.
Elías fue elevado otra vez en el aire. Su ojo dorado y el negro brillaban con más fuerza que nunca.
—Mamá… no puedo detenerlo. ¡Los dos quieren salir!
El reflejo oscuro reapareció a su lado, más fuerte, más sólido. Ahora tenía la apariencia de un adolescente, con la misma voz pero más grave.
—Déjalo ir, Laura. Yo seré el verdadero.
Elías gritó, y la figura dorada de sí mismo también se alzó a su otro lado, igual de fuerte.
—No, mamá. Yo quiero quedarme contigo.
Era como ver a mi hijo dividido en dos versiones, luchando por ocupar un mismo cuerpo.
Adrián me sujetó por los hombros.
—Déjalo elegir la sombra. Así no será débil. Podrá sobrevivir en este mundo.
—¡Estás loco! —replicó Julián, sangrando pero firme—. Si elige la sombra, perderemos al niño para siempre.