Prisionera De Su Obsesión

La Trampa de las Sombras

La noche había caído sobre la finca. Laura dormía abrazada a Elías, mientras Leo leía en silencio bajo la tenue luz de una lámpara. Elian fingía dormir, pero sus ojos abiertos brillaban en la oscuridad. Sabía lo que estaba por suceder, lo había planeado con su padre, y esperaba el momento como quien aguarda el final de una obra de teatro.

Afuera, en la carretera, un convoy de vehículos oscuros se aproximaba sin hacer ruido. Adrián iba en el asiento trasero de uno de ellos, con los ojos clavados en el horizonte. Su expresión no era la de un padre, ni la de un amante herido: era la de un hombre dispuesto a destruir a cualquiera que se interpusiera en su camino.

Si Julián quiere ser un héroe, lo convertiré en todo lo contrario. Lo transformaré en un monstruo.

El secuestro

Julián se había quedado despierto en el despacho, revisando algunos documentos. Apenas escuchó el crujir de una puerta, alzó la vista. Tres hombres vestidos de negro irrumpieron sin titubear.

—¿Qué significa esto? —preguntó con voz firme, poniéndose de pie.

No hubo respuesta. Uno de ellos se lanzó sobre él, mientras los otros lo sujetaban. Julián luchó con fuerza, pero eran demasiados. Le cubrieron el rostro con un paño impregnado en un líquido que lo mareó al instante. Su última visión antes de desvanecerse fue la de Adrián entrando al despacho, observándolo con una sonrisa cruel.

—Todo lo que amas, Julián, se derrumbará esta noche.

El despertar en el infierno

Cuando abrió los ojos, Julián estaba atado a una camilla de metal en una habitación oscura. Las paredes estaban acolchadas, pero sucias, manchadas de humedad y sombras. El olor penetrante a químicos lo hizo toser.

—Bienvenido al lugar donde los hombres olvidan quiénes son —dijo una voz grave.

Un hombre mayor, con bata blanca, lo observaba detrás de un cristal. El director del psiquiátrico.

—¿Dónde estoy? —gruñó Julián, intentando liberarse.

—En tu nueva casa. —El director sonrió, pero sus ojos no tenían compasión— Órdenes directas: destruir tu mente, deformar tu cuerpo, hacer de ti algo irreconocible.

Las palabras lo golpearon como cuchillos. Julián sintió la primera punzada de miedo real. La luz de la celda parpadeaba, y los sonidos de gritos en la distancia le helaron la sangre. Aquello no era un hospital, era un cementerio de almas. Se levantó como pudo, tambaleante, y se miró en un espejo rajado de la pared. Su rostro aún estaba intacto, pero la promesa de Adrián resonaba como una maldición:

Te convertiré en un monstruo.

Laura y el sobre

Esa misma noche, Laura despertó inquieta. No encontró a Julián en la cama ni en el despacho. Pensó en salir a buscarlo, pero algo en el escritorio llamó su atención: un sobre cerrado, marcado con su nombre. Con el corazón en un puño, lo abrió.

Adentro, una serie de documentos y fotografías que parecían pruebas irrefutables: contratos firmados en secreto por Julián con uno de los antiguos socios de Media Luna. En ellos, se sugería que Julián había usado parte de la herencia de su familia para mantener contacto con la organización en un pasado.
Laura sintió cómo la sangre se le helaba.

—No… no puede ser… —susurró, con las manos temblando.

Desde el pasillo, Elian la observaba con una sonrisa enigmática.

Ahora dudarás de él, mamá. Dudarás como yo dudé de ti.

Laura apretó las fotografías contra su pecho, las lágrimas nublando su visión. El Julián que amaba, el Julián en quien confiaba, ¿le había ocultado algo tan grave? Y mientras ella se quebraba en dudas, Julián gritaba en la celda, golpeando las paredes acolchadas que parecían cerrarse sobre él.

No dejaré que me destruyan… no dejaré que me arrebaten a Laura.

El eco de sus gritos se confundía con los lamentos de otros prisioneros, mientras en la distancia Adrián observaba, satisfecho, convencido de que había comenzado a ganar.

¿Podrá Laura resistir la trampa de Adrián, o la duda será suficiente para destruir el amor que la mantenía en pie?




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